Hoy queremos mirar a María, nuestra Madre la Virgen del Pilar y de ella queremos aprender a tener una mirada distinta al mundo que nos rodea, una mirada de amor
1Crónicas 15,3-4. 15-16; 16,1-2; Sal 26; Lucas 11,27-28
Una piadosa y secular tradición nos habla de la presencia de María
junto al apóstol Santiago en la predicación del evangelio en nuestras tierras
hispanas. Es el sentido de la madre que está junto a sus hijos y que con su
presencia mística y espiritual acompañaba a los discípulos de Jesús en los
caminos de la evangelización del mundo. Como un signo de ello allí quedó el
Pilar en las orillas del Ebro en aquella antigua ciudad de Cesaroaugusta que
nos recordará para siempre esa presencia de María junto a sus hijos como Madre
de la Iglesia y modelo de nuestro camino de fidelidad al evangelio.
Las puertas del templo que guarda ese sagrado signo del Pilar con la
imagen de María están abiertas permanentemente para que todos como buenos hijos
sepamos acudir a la Madre que es nuestro consuelo y alienta nuestra esperanza
en los caminos de la vida y nos estimula al mismo tiempo en esa tarea
evangelizadora de nuestro mundo.
Hoy celebramos su fiesta y nos alegramos como los hijos se alegran con
la madre y se gozan en su amor; hoy la invocamos para que ella nos ayude a
encontrar ese pilar en el que fortalecer nuestra fe, alentar nuestra esperanza
y hacer crecer más y más nuestro amor. Hoy queremos sentir de manera especial
esa protección de María, como las madres saben hacerlo siempre con sus hijos,
para alejar de nosotros todos los peligros que puedan poner en riesgo nuestra
vida pero sobre todo nuestra paz interior y la buena convivencia que siempre
hemos de vivir con los demás a los que tenemos que sentir siempre como
hermanos.
Son tiempos convulsos y de mucha confusión los que vivimos en muchos
aspectos de la vida. Me fijaré en algunos aspectos; una cierta inestabilidad
social pone en peligro nuestra convivencia en paz y hay el peligro de que surjan
nuevos odios o antiguos resentimientos que como heridas quizá mal curadas
siguen afectándonos allá en lo más hondo de nuestro corazón; los problemas
parece que aumentan en nuestra sociedad cuando no siempre sabemos buscar el
entendimiento, no promovemos como tendríamos que hacerlo el encuentro y el
diálogo, y se producen rupturas en la sociedad y en las familias que no solo
nos alejan los unos de los otros sino que además muchas veces nos lleva a
enfrentamientos que no desearíamos. Tratemos de fijarnos en cosas concretas en
este sentido que estamos viendo en el día a día de nuestra sociedad que nos
lleva a la crispación, al miedo y la desconfianza sobre nuestro futuro, al
enfrentamiento y a la falta de paz.
Hoy queremos mirar a María, nuestra Madre la Virgen del Pilar que como
un faro de luz está ahí en el centro de nuestra sociedad y de nuestra tierra.
De ella queremos aprender a tener una mirada distinta al mundo que nos rodea,
para que sepamos como ella tener siempre una mirada de amor. Que aprendiendo de
la humildad de María sepamos ir al encuentro de los demás para ser verdaderos
constructores de paz, de fraternidad, de armonía y buena convivencia por encima
de aquellas cosas que nos puedan diferenciar pero que no nos tienen por qué distanciar.
Que con la ayuda de María, la gracia que ella nos obtenga del Señor sepamos
ser constructores de esa nueva sociedad que desde nuestros diferentes valores y
carismas vayamos construyendo. Que cada uno con sus propias particularidades,
con esos colores distintos con que cada uno miramos la vida, vayamos
entretejiendo una sociedad bella en la que todos tengamos nuestro lugar y cada
uno aportemos la belleza de nuestra vida y de aquello bueno en lo que creemos. Seguro
que lograremos un bello mosaico en el que todos con una convivencia en paz y armonía
podamos ser cada día más felices.
Que pongamos a María ahí en el centro de nuestro corazón para que
sintamos en verdad el impulso de su amor de madre. Ella nos ayudará a hacer
crecer nuestra fe en el Dios que nos ama y nos fortalece; ella nos ayudará a
hacer crecer nuestra fe también en el hombre, nuestro hermano, porque nos hará
descubrir cuanto de bueno hay en cada persona para que con ello vayamos
logrando esa armonía y esa paz para la convivencia de toda nuestra sociedad.
Que nos agarremos fuerte de ese Pilar que nos ofrece María que no es otro que
apoyarnos fuertemente en el evangelio de Jesús que tenemos que plantar de
verdad en nuestra vida.
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