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sábado, 8 de julio de 2017

No nos valen los remiendos sino que es necesario vestirse la vestidura nueva de Cristo

No nos valen los remiendos sino que es necesario vestirse la vestidura nueva de Cristo

Génesis 27, 1-5. 15-29; Sal 134; Mateo 9, 14-17

Los remiendos no son soluciones definitivas; simplemente se trata de arreglar un roto, una cosa que se estropeado, quizá por el uso, por el paso del tiempo, pero que con el remiendo lo que se trata es de poner un parche, por así decirlo, que remedio momentáneamente aquel roto notándose la diferencia entre lo viejo que permanece y lo nuevo que se ha añadido.
Alguien me podrá decir que técnicamente hoy hay soluciones para que no se noten esas diferencias, y que las restauraciones pretenden conservar monumentos, objetos valiosos y cosas por el estilo, no entramos en eso; pero creo que entendemos bien lo que se quiere significar con poner un remiendo; no es hacer una cosa nueva, no es hacer una renovación profunda, no es comenzar con una nueva vitalidad.
Jesús hoy nos está hablando de remiendos y de rotos en la vida, de renovación y de vida nueva, nos habla de un vino nuevo. Es lo que Jesús viene a ofrecernos con la Buena Nueva del Evangelio. Es lo que tiene que significar nuestro encuentro con Jesús por la fe. No es un remiendo que ponemos en nuestra vida para que todo siga igual. Es una vida nueva la que Jesús nos ofrece; es el Reino de Dios que Jesús nos anuncia y que tenemos que realizar en nuestra vida. Y cuando decimos el Reino de Dios es hacer que Dios sea el único Señor de nuestra vida; de ahí la radicalidad que Jesús nos está pidiendo.
No terminamos de comprender y asumir totalmente las palabras de Jesús. Pretendemos seguir con nuestras rutinas queriendo simplemente hacer alguna cosa buena en un momento determinado, pero que la cosa siga igual. Es esa atonta con que vivimos nuestra vida cristiana, donde no damos el sonido verdadero del evangelio con nuestra vida. Es la incongruencia con que vivimos tantas veces, que mientras sabemos muchas cosas de Jesús y del evangelio nuestro estilo de vivir no termina de radicalizarse desde el amor de Jesús.
Y esto hemos de vivirlo a nivel personal, porque cada uno tenemos que dar nuestra respuesta, desde nuestra vida, desde lo que somos, desde nuestros valores y cualidades. Es lo que tiene que manifestarse en la comunidad cristiana, en la Iglesia. Nos falta vitalidad, nos falta energía, nos falta ese arrojo para el anuncio del evangelio, nos falta compromiso verdadero en medio de nuestro mundo donde tenemos que sembrar la semilla del evangelio.
Es el cambio profundo que tendría que darse en nuestra vida. Ya Jesús comienza invitándonos a creer en el evangelio, en la buena nueva que nos anuncia del Reino de Dios y convertirnos a El. Convertirnos, darle la vuelta a nuestra vida para que sintonicemos de verdad con ese estilo de Jesús, con ese estilo de su amor tan comprometido que le lleva a dar la vida. Es el estilo que tendríamos que tener nosotros, es el estilo que tendría que brillar en nuestra iglesia.
Hoy estamos hablando continuamente de nueva evangelización, un nuevo anuncio del evangelio en medio de nuestro mundo. Que con el testimonio de nuestra vida se note esa novedad del evangelio, se transforme de verdad nuestro mundo para vivir plenamente esos valores del Reino de Dios, para una mayor justicia en medio de nuestro mundo, para una mayor autenticidad y verdad, para esa búsqueda del bien y de la verdad plena, para conseguir esa dicha y felicidad profunda que Jesús nos ofrece en las Bienaventuranzas.
No nos valen los remiendos sino que es necesario vestirse la vestidura nueva de Cristo; son necesarios esos odres nuevos que contengan ese vino nuevo que no se pierda nunca y que llene de la alegría y felicidad verdadera a nuestro mundo.

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