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martes, 4 de julio de 2017

En la travesía de la vida nos aparecen las tormentas, las cosas que salen mal, encontramos oposición a nuestro anuncio y testimonio pero la fuerza y presencia del Señor no nos fallará


En la travesía de la vida nos aparecen las tormentas, las cosas que salen mal, encontramos oposición a nuestro anuncio y testimonio pero la fuerza y presencia del Señor no nos fallará

Génesis 19,15-29; Sal 25; Mateo 8,23-27

Cuantas veces vamos por la vida entusiasmados, contentos, con la ilusión de nuestros sueños y proyectos que vemos realizados en un futuro cercano, sintiendo quizás también la compañía de amigos y personas que nos aprecian que nos dan ánimos y pareciera que, aunque no sin esfuerzos y trabajos, vamos consiguiendo ser felices en la realización de nuestra vida y también por lo que podemos hacer por los demás. No nos sentimos solos. Parece que las negras brumas de pesimismos y desánimos han desaparecido de nuestro horizonte. Como se suele decir parece que todo va marchando sobre ruedas.
Pero también tenemos la experiencia quizás de que en un momento determinado aparecen nubarrones de malos presagios en nuestra vida; las cosas no nos salen como hubiéramos soñado; nos parece que quienes nos apoyaban ya no están a nuestro lado, y necesitamos ser muy fuertes y maduros para que no nos entre el desánimo, el desasosiego porque todo se nos puede venir abajo cual fuera un castillo de naipes que no tuviera una sólida base que nos sustentara. Por eso decía necesitamos ser fuertes y maduros para afrontar dificultades, vientos en contra y seguir luchando por nuestros proyectos, por conseguir nuestros ideales. Pero la tentación sabemos que está ahí y nos acecha.
‘¡Cobardes! ¡Qué poca fe!’ les dijo Jesús a los discípulos que iban asustados en la barca. Se habían prometido una travesía feliz. Era un recorrido bien conocido por ellos que tantas veces habían atravesado el lago en búsqueda de pesca. Jesús iba con ellos. Ahora no iban a pesar sino que se habían ido con Jesús que los llevaba al otro lado del lago. Jesús siempre en camino, en búsqueda de nuevos lugares, nuevas personas a los que evangelizar. Pero en el lago se había desatado una tormenta. Era fuerte. Parecía que la barca se hundía. Y Jesús no hacia nada, sino que estaba recostado a pesar del fragor de la tormenta. ‘¡Señor! Sálvanos que nos hundimos’, le gritaron.
Como a nosotros también en la travesía de la vida, cuando aparecen las tormentas, las cosas que salen mal, la oposición que encontramos en los demás. Como nosotros cuando siguiendo el mandato de Jesús nos ponemos en caminos y atravesamos los mares de la vida para llegar a los otros, a los que están mas lejos, a los que nunca se les ha anunciado el evangelio. Y encontramos dificultades; la gente no nos entiende; hay quienes se oponen o hasta se ríen de nosotros; no quieren que demos nuestro testimonio; se cierran los oídos para no escuchar el mensaje del evangelio.
Nos sucede tantas veces y nos sentimos desalentados; con la ilusión que íbamos y ahora todo se nos vuelve en contra; con las ganas que teníamos de hacer el anuncio de Jesús y nosotros mismos tenemos nuestros tropiezos y ya no nos creen; con el esfuerzo que estamos queriendo hacer, pero sentimos que no llegamos a todos. Y nos desalentamos; y nos parece que estamos solos, que no tenemos fuerzas, que quizá el Señor no nos escucha ni nos ayuda. También pasamos por momentos malos, en los que tenemos que sacar a flote toda nuestra fe para no perder el ánimo, para que mostremos en verdad la madurez de nuestra vida y de nuestra fe.
Pero Jesús está ahí. El prometió que estaría siempre con nosotros hasta el final de los tiempos; El nos prometió la fuerza de su Espíritu que nunca nos faltará. Tenemos, sí, una base sólida en la que apoyarnos, es nuestra fe, es la oración, es la Palabra de Dios que nos sirve de alimento y de luz cada día, es la gracia de los sacramentos, de la Eucaristía en que Cristo mismo se nos da, se hace nuestro alimento, nuestra vida. Que no se nos apague nuestra fe. Que nuestro testimonio sea siempre valiente aunque muchas sean las borrascas de la vida.

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