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lunes, 3 de julio de 2017

Tenemos nuestras dudas también como Tomás y pasamos por muchas pruebas, pero tenemos que dejarnos encontrar por Jesús porque El siempre nos sale al encuentro

Tenemos nuestras dudas también como Tomás y pasamos por muchas pruebas, pero tenemos que dejarnos encontrar por Jesús porque El siempre nos sale al encuentro

Efesios 2,19-22; Sal. 116; Jn 20, 24-29
Todos tenemos dudas en nuestro interior; no siempre nos es fácil aceptar aquello que nos dicen; a veces aunque las cosas se nos presenten como dignas de toda veracidad, sin embargo dudamos en qué puede haber detrás, cual es la intención al darnos una noticia así, tememos que haya sido manipulado aquello que nos trasmiten y que intenten también manipularnos a nosotros. Dudamos y nos entran desconfianzas de todo tipo, de las personas, de lo que nos puede parecer más palpable, del subjetivismo o no de lo que se nos trasmite.
Es cierto que es difícil vivir en la eterna duda, pero también hemos de decir que las dudas nos purifican, porque nos hacen prestar más atención a las cosas, a lo que creemos, porque le quitamos la hojarasca que nos pueda impedir ver la verdad profunda, porque nos hace buscar con mayor intensidad. Y eso en el plano humano, de nuestras relaciones de unos con otros, y también si subimos a un plano espiritual. También en este aspecto muchas veces nos llenamos de dudas, a pesar de que digamos que tenemos una fe fuerte y bien fundamentada.
No queremos ser crédulos de ojos cerrados y, aunque muchas veces hemos entrado en juicio con la actitud del apóstol que hoy celebramos, de alguna manera nosotros también queremos palpar, buscar la prueba que nos lleve al convencimiento profundo. Cuando entramos en este ámbito espiritual ya sabemos que al hablar de la fe entramos en algo sobrenatural; sabemos también que la fe es un don de Dios, pero al que nosotros hemos de dar respuesta. Por algo el apóstol nos dirá que tenemos que saber dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza.
Como ya expresamos de alguna manera hoy estamos celebrando la fiesta de santo Tomás apóstol. El que le preguntara a Jesús en la cena pascual que les señalara el camino. Señal de una búsqueda aunque le costara entender las palabras de Jesús. Pero el episodio que siempre recordamos es su ausencia en el Cenáculo cuando la primera aparición de Cristo resucitado.
‘Hemos visto al Señor’, es el anuncio que alegres le hacen los demás discípulos a su vuelta. Pero aparecen sus dudas, su búsqueda de pruebas, su querer encontrar razonamientos. Ya conocemos las palabras de Tomas. ‘Si no veo la señal de los clavos… si no meto la mano en la llaga del costado’. Le costaba aceptar el testimonio de los demás apóstoles. Podían ser sueños fantasmagóricos y él quiere pruebas.
Será cuando se encuentre a los ocho días en el mismo lugar con Cristo resucitado cuando ya no necesitará las pruebas, el palpar por su mismo, cuando brotará la fe intensa de su alma.
Seguro que El quería creer. Como los demás discípulos estaba pasando también una prueba grande para su fe con la muerte de Jesús en la cruz. Todo parecía un fracaso, todo parecía un final, un tiempo perdido, unas ilusiones y esperanzas por tierra, no terminaba de comprender y aceptar las palabras de Jesús. Su fe se puso a prueba y se purificó.
Tenemos nuestras dudas también, pasamos por muchas pruebas, en ocasiones nos podemos sentir hundidos porque parece que todo se nos viene abajo. Tenemos que dejarnos encontrar por Jesús allá en lo más hondo de nosotros mismos porque el siempre nos sale al encuentro. Pongamos un poquito de confianza en la palabra de Jesús para que vivamos a Jesús, para que crezca nuestra fe.

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