En un mundo lleno de oscuridades los cristianos tenemos una luz que ilumine y transforme la realidad de nuestro mundo
Malaquías 4, 1-2ª;
Sal 97; 2Tesalonicenses 3, 7-12; Lucas 21, 5-19
Todos sabemos bien que el texto del evangelio no es una simple crónica
que el evangelista fuera haciendo de los hechos de Jesús en el momento en que
iban sucediendo. Jesús envió a sus discípulos a predicar, a anunciar la Buena
Nueva que había sido El con su vida, su muerte y resurrección para el mundo.
Fue lo que comenzaron a hacer los apóstoles y los discípulos cumpliendo la
misión de Jesús.
El texto de los evangelios surgió de esa predicación y catequesis que
los apóstoles y primeros discípulos iban haciendo recordando los hechos y los
dichos de Jesús para ir iluminando sus vidas en el momento concreto que iban
viviendo. Surgieron los que fueron recopilando ese mensaje de Jesús y, como el
mismo Lucas nos dice, muchos son los que lo fueron haciendo.
Respondían al momento que vivían. Cuando Lucas nos trasmite su
evangelio ya muchas de aquellas cosas anunciadas por Jesús se habían ido
sucediendo, la destrucción de Jerusalén, el comienzo de las persecuciones; los
momentos ya no tan fáciles que iban viviendo aquellos primeros cristianos iban
siendo iluminados en el recuerdo del mensaje de Jesús. Se iba así iluminando
aquel momento concreto que vivían, de la misma manera que hoy sigue iluminando
nuestro momento actual. Siempre es luz para nuestra vida el evangelio de Jesús.
Nosotros también hoy en los momentos que vivimos podemos sentir la
tentación del pesimismo y del desaliento por la situación de nuestro mundo, por
los problemas que van surgiendo, las
dificultades con que nos encontramos los cristianos. Cuántos problemas siguen
entenebreciendo nuestro mundo de hoy. Guerras y violencias, desorientación a
todos los niveles que algunas veces no sabemos ni a donde vamos, destrucción de
nuestra sociedad con la pérdida de valores y de principios, materialismo que
nos agarrota y nos encierra haciéndonos insolidarios e injustos con nuestros
semejantes, catástrofes naturales que siembran dolor en distintos lugares del
mundo, injusticias cuando vemos tanta insolidaridad en los que podrían hacer
tanto para que nuestro mundo fuera mejor, trato muchas veces injusto para los
que quieren ser buenos y ser fieles que se transforma luego en persecuciones y
hasta en martirio de los buenos.
Pero no podemos dejar que las sombras inunden nuestra vida haciéndonos
perder la esperanza. Siempre hay rayos de luz, personas buenas, gente
comprometida y solidaria, inquietud en muchos corazones con el deseo de que
nuestro mundo sea mejor; aunque algunas veces nos pueda parecer que esas cosas
pasan desapercibidas tenemos que saber descubrir esas buenas semillas con las
que también vamos construyendo el reino de Dios. Tiene que haber esperanza en
nuestro corazón.
El texto del evangelio de hoy nos ilumina. ‘Cuidado que nadie os
engañe… no tengáis pánico… así tendréis ocasión de dar testimonio’. En
nuestro entorno nos encontramos muchas veces profetas de calamidades; habrá
quien nos venga hasta diciendo que estamos en el fin del mundo porque esto ya
no hay quien lo arregle. Cuantas veces a lo largo de nuestra vida hemos
escuchado anuncios de este tipo. O cuantas veces ante las catástrofes naturales
que ocurren tenemos una visión apocalíptica de la historia que puede crear
incluso una histeria colectiva.
Pero Jesús quiere que no perdamos la paz en el corazón. Los momentos
pueden ser difíciles, como los ha habido también a lo largo de todos los
tiempos, pero ahí los que creemos en El tenemos que dar un testimonio, tenemos
una tarea que realizar, llevamos una luz con nosotros con la que tenemos que
iluminar ese mundo. ‘Así tendréis ocasión de dar testimonio’,
escuchábamos que nos decía.
No podemos hacer como aquellos cristianos de Tesalónica a los que
escribe Pablo – es la segunda lectura de hoy – que porque pensaban que llegaba
el fin del mundo ya no tenían que trabajar. ‘El que no trabaja que no coma’,
viene a decirles Pablo. ‘Pues a
esos les digo y les recomiendo, por el Señor Jesucristo, que trabajen con
tranquilidad para ganarse el pan’. Que tenemos que ser ese
administrador fiel que está atento a sus responsabilidades hasta el ultimo
minuto, como nos dirá Jesús en otra ocasión.
Es la esperanza con que tenemos que afrontar las situaciones que
vivimos en la vida. Es el compromiso de nuestra fe que tendrá que manifestarse
en nuestras obras, pero también en las buenas actitudes que tengamos ante la
vida, ante la sociedad, ante los demás y ante los problemas que nos pueden ir
surgiendo. ¿Que tenemos problemas o que incluso somos mal vistos o perseguidos
por la sociedad que nos rodea? Ya Jesús nos lo anunció, pero nos aseguró la
asistencia y la fuerza del Espíritu que no nos faltará.
Aprendamos a dejarnos iluminar por el Evangelio, a hacer una lectura
del evangelio plasmándolo en nuestra vida y convirtiéndolo en luz de esas
situaciones o problemas en los que nos veamos inmersos. Con la luz del
evangelio sentiremos como se va transformando nuestro corazón, pero cómo podemos
ir también transformando nuestro mundo.
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