Como la estrella que aparece en lo alto los cristianos hemos de ser señales de un nuevo amanecer de luz y de vida que trae para nuestro mundo Jesús
Is. 60, 1-6; Sal. 71; Ef. 3, 2-6; Mt. 2, 1-12
Hoy nos es difícil entender al peregrino que camina en
la oscuridad de la noche sin ninguna luz que le ilumine y le abra caminos y la
alegría que siente con la aurora del amanecer que comienza a brillar e
iluminará sus pasos para encontrar camino. Digo que nos es difícil porque
muchos modos de luz tenemos que nos libren de la oscuridad en nuestros caminos.
Aunque esto puede ser un signo también de las falsas luces, luces de artificio,
que nos puedan confundir en la vida. Todo esto es como una gran imagen de lo
que son los caminos de nuestra vida.
‘Levántate, Jerusalén,
que llega tu luz… amanece sobre ti… sobre ti amanecerá el Señor, si gloria
aparecerá sobre ti y caminarán los pueblos a tu luz… al resplandor de tu
aurora…’
Es el anuncio profético que hoy hemos escuchado, de la
luz que amanece en medio de la oscuridad. Es la imagen de la estrella que
aparece en el cielo y sirve de señal a los Magos de Oriente para anunciarles el
nacimiento del Salvador esperado y deseado de las naciones. Es lo que
escuchamos en el evangelio en este día.
‘¿Dónde está el recién
nacido rey de los judíos?’
llegan preguntando a Jerusalén. Tras el revuelo que se monta con su presencia y
sus preguntas, las llamadas al palacio del rey Herodes, las consultas a las
Escrituras, las dudas y la maldad de Herodes que quieren conducir al engaño,
los Magos se ponen en camino y aparece de nuevo la estrella que los conducirá a
Belén como les habían señalado los que consultaron las Escrituras, allí donde
encontrarán al Niño con María, su madre.
Una luz que aparece en el cielo como señal; un ponerse
en camino guiados por esa luz; una escucha interior que les hace escuchar la
voz de Dios que les guía; un dejarse conducir por aquellos que ha puesto Dios
para interpretar las señales y las Escrituras; un encuentro con Jesús al que en
verdad van a reconocer como el Señor; y, ¿por qué no?, la presencia de María en
cuyos brazos está el Niño.
¿Será un itinerario de fe? ¿será también el camino que
nosotros hemos de aprender a recorrer, necesitamos recorrer? ¿una búsqueda de
señales de Dios para nosotros ahí en el recorrido de la vida que hacemos cada
día? ¿será una búsqueda de la verdadera luz para que nada ni nadie nos engañe?
También necesitamos mirar a lo alto o a lo más profundo
de nosotros mismos para encontrar esas señales; necesitamos mirar en nuestro
entorno para saber leer también las señales que Dios va poniendo junto a
nosotros, aunque nos parezca que no encontramos sino desiertos. En esos
desiertos de increencia y de materialismo que podemos ver en una primera mirada
quizá también haya unas señales, unas llamadas que nos está haciendo Dios
porque quiere algo de nosotros. Cada uno ha de saber descubrir el brillo de esa
luz para él, porque a cada uno nos pide el Señor algo, nos pide alguna cosa. La
luz de Dios no deja de brillar, El no deja de poner señales que son llamadas a
nuestro lado, pero no podemos confundirnos, hemos de saber descubrirlas.
Son señales, como la estrella para aquellos Magos, para
que nos pongamos en camino. Un camino de búsqueda más profunda para escuchar
esa voz de Dios que nos habla en los signos de los tiempos y nos habla en las
Escrituras. Un camino en que también con humildad hemos de saber dejarnos guiar
para encontrar el camino cierto; Dios va poniendo a nuestro lado personas que
pueden ser signos para nosotros, que nos pueden decir una palabra acertada, que
nos pueden ayudar a hacer una buena interpretación de esas señales de Dios.
Señales para ponernos nosotros en camino siendo
conscientes de que nuestras vidas pueden ser señales para los demás. En ese
desierto de nuestro mundo, en esas oscuridades en las que estamos inmersos, los
que creemos en Jesús tenemos que ser estrellas que ayuden a los demás a
encontrar el camino de la luz verdadera.
Ni podemos dejarnos engañar nosotros - como lo hicieron
los magos ante los intentos de Herodes porque luego se fueron por otro camino -
ni podemos permitir que los demás se engañen con falsas luces. Tenemos que
resplandecer con la verdadera luz de Jesús. Y hay luces que nos engañan, cosas
que nos distraen, amaños interesados en tantos que nos quieren llamar la
atención para que nos fijemos en lo que no es fundamental y olvidemos lo
esencial de la Epifanía que estamos celebrando.
Que tristes los amaños interesados que estamos viendo
estos días con tantas diatribas que se montan y nos hacen desviar la atención
del que verdaderamente tiene que estar en el centro de esta fiesta. No son los
magos ni los regalos - esos son luces de colores podríamos decir - los
importantes. ¿A quien iban buscando aquellos Magos de Oriente de los que nos
habla el evangelio y que son la verdadera motivación de esta fiesta? Buscaban
al ‘recién nacido rey de los judíos’,
buscaban al que venía como Salvador del mundo, y que fue el que encontraron en
brazos de María en Belén y al que reconocieron en su adoración.
En medio del barullo con que vivimos la fiesta de los
Reyes Magos ¿a quien le interesa ese Niño al que aquellos Magos buscan? ¿quién
se preocupa de buscar a Jesús en el centro de todo para poder adorarlo como
nuestro Dios y Señor?
Es la fiesta de la Epifanía del Señor, de la
manifestación de Jesús como el Señor. No queremos mermar la ilusión de los
pequeños y de los no tan pequeños por esas manifestaciones de cariño que son
nuestros intercambios de regalos; tenemos que preservarlo no convirtiéndolo en
puro materialismo y consumismo. Pero pensemos en el regalo que Dios nos ha
hecho cuando nos ha dado a Jesús. Es de lo que hemos de ser signos para los
demás para que se manifieste la verdad del evangelio para nuestro mundo.
Necesitamos esa luz de Cristo que nos dé nueva
esperanza. Pongamos señales de ello con nuestra manera de vivir, con el cariño
que mutuamente todos nos tengamos, con esa verdadera paz que busquemos, también
con la denuncia de tantas falsedades e hipocresías que se viven hoy en nuestra
sociedad, para que en verdad entre todos hagamos un mundo mejor. Así todos
podremos sentir la alegría de esa nueva luz que amanece sobre nuestro mundo. La
Iglesia toda ha de ser signo de ello.
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