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lunes, 4 de enero de 2016

Para nuestros interrogantes e inquietudes y para los silencios de nuestras soledades si nos dejamos conducir en Jesús siempre encontraremos la respuesta y la luz

Para nuestros interrogantes e inquietudes y para los silencios de nuestras soledades si nos dejamos conducir en Jesús siempre encontraremos la respuesta y la luz

1Juan 3, 7-10; Sal 97; Juan 1,35-42

Todos tenemos inquietudes allá en lo más profundo de nosotros mismos, nos hacemos preguntas, en el fondo desearíamos buscar o indagar, sin embargo hemos de reconocer que a muchos nos pesa mucho la rutina, el miedo a lo que podríamos encontrar, no sabemos acudir a donde podamos encontrar las respuestas, o no queremos dejarnos guiar por quien pueda ayudarnos a abrir caminos, o simplemente el dejarnos llevar o arrastrar por lo de siempre y hay el peligro de que esas inquietudes se apaguen y en cierto modo nuestro corazón se envejezca. Todo esto en un aspecto meramente humano en las cosas de que vivimos cada día, pero también es algo profundo que nos podría ayudar a encontrar el verdadero sentido de nuestro ser, algo que afecta a nuestro espíritu, a abrirnos a una trascendencia y a una fe y al sentido cristiano de nuestra vida.
En el evangelio que hoy nos presenta la liturgia - es bueno leerlo antes o después de hacernos esta reflexión - se nos habla de unas personas inquietas y que buscan, que se hacen preguntas y que se dejan conducir. ‘¿Dónde vives?’ preguntan Andrés y Juan ante la pregunta de Jesús - y valga la redundancia -; ante lo que señala el Bautista ya se habían puesto en camino Andrés y Juan aunque no supieran bien lo que iban a encontrar y el compromiso que significaría para sus vidas; ganas de conocer y saber hay en Simón que ante la palabra de su hermano se va con él; Felipe responde pronto a la llamada, porque parece que estaba esperando algo; y a pesar de sus reticencias finalmente se deja llevar por Felipe, porque algo había en su mente que le interrogaba por dentro en sus soledades, como seguramente cuando se refugiaba debajo de la higuera como le señalará Jesús.
También buscamos, también nos refugiamos en nuestras soledades interiores - debajo de la higuera - con interrogantes dentro de nosotros, también escuchamos quien nos abre caminos delante de nosotros aunque muchas veces nos pongamos reticentes para seguirlo porque los miedos atenazan nuestra alma. ¿Seremos capaces? ¿a dónde nos llevará todo esto? ¿qué he de hacer con mi vida? ¿qué quiere Dios de mí? ¿en qué he de hacer fructificar esos talentos que hay en mí?
Cuando humildes y poniendo nuestra confianza en la Palabra de Dios nos ponemos en camino nunca nos sentiremos defraudados. Lo que vamos a encontrar en Jesús serán siempre caminos que nos abran a la plenitud de nuestra vida. No hemos de tener miedo porque Jesús nunca nos dejará solos, porque El ha prometido su presencia con nosotros para siempre. No podemos enterrar esos talentos que Dios nos ha confiado con nuestros valores y cualidades.
Creo que con el evangelio de hoy nos sentimos estimulados para aspirar a cosas grandes, a confiar y a dejarnos conducir por el Señor; y aunque aun haya momentos oscuros de soledades o de silencios interiores sabremos que en algún momento vamos a escuchar esa voz, vamos  a encontrar esa luz, vamos a darle ese sentido profundo a nuestra vida. Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor.

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