El que pasa por la prueba del dolor aprende, como Jesús, a ser compasivo con los que sufren a su lado
Según el talante de cada uno el pasar por pruebas y
dificultades en momentos difíciles y problemáticos puede significarle un punto
muy importante para su madurez humana y espiritual.
En la prueba y en la dificultad, si aprendemos bien a
enfrentarnos a ello, nos fortalecemos y maduramos, porque incluso veremos de lo
que somos capaces por una parte sacando fuerza de nosotros mismos, de nuestro
interior, pero también cuando vivimos guiados por nuestra fe sabiendo descubrir
la fuerza que de lo alto nos viene con la gracia del Señor que sabemos que
nunca nos abandona si con fe y confianza acudimos a El.
Por eso, decíamos, maduramos humana y espiritualmente.
Hemos de saber aprovechar con sentido esos momentos, que al final pueden ser
momentos de gracia para nosotros.
En esa madurez interior que vamos alcanzando, al pasar
nosotros por esos momentos amargos y difíciles, aprendemos también a mirar con
una mirada distinta a los que sufren a nuestro lado. Quizá cuando todo nos va
bien podemos creemos que a todos los sucede lo mismo y tenemos el peligro de
insensibilizarnos o cerrar los ojos para no ver el sufrimiento que pudiera
haber a nuestro lado, muy cerquita de nosotros quizá. Después de la prueba y de
nuestro paso por el sufrimiento quizá nos hacemos más comprensivos y, como
decíamos, tenemos una mirada nueva más llena de comprensión y de compasión para
el que sufre a nuestro lado; sabemos lo que son las soledades y seremos
entonces capaces de llenar con nuestra presencia, o al menos suavizar, la
soledad de los que están a nuestro lado.
Es lo que hizo Jesús con nosotros. Tenemos aun muy
cercanos los sones de la navidad, pero no es simplemente para que nos quedemos
cantando villancicos sino para que consideremos el misterio grande de amor que
ahí se nos manifiesta. Jesús que ha venido a hacerse como nosotros, hombre como
nosotros, uno de los nuestros, compartiendo nuestra vida y compartiendo también
nuestros sufrimientos.
‘Tenía que parecerse
en todo a sus hermanos, para ser compasivo, para ser el pontífice fiel en lo
que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo…’ Parecerse a nosotros para ser en
verdad compasivo con nosotros; compasivo es el que padece con nosotros; es lo
que ha hecho Jesús. Pero además es el Pontífice, el que nos sirve puente para
acercarnos a Dios; y ¿cómo lo hace? Expiando nuestros pecados.
‘Como El ha pasado por
la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella’, termina diciéndonos la carta de los
Hebreos. No nos extrañe, pues, el que le veamos en el evangelio compasivo y
misericordioso curando a todos de sus enfermedades y dolencias.
¿Consecuencias para nosotros? Primero sentimos esa
cercanía de Dios que se nos manifiesta en Jesús; El está a nuestro lado en
nuestros sufrimientos, en nuestras pruebas; El es nuestra fuerza y nuestra
vida. Pero en segundo lugar, así tenemos que ser nosotros para los demás. Lo
que maduramos en las pruebas que pasamos nos hará más compasivos y
misericordiosos con los hermanos que sufren a nuestro lado.
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