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jueves, 15 de enero de 2015

Conservemos íntegro el temple primitivo de nuestra fe para no caer en la rebelión ni la desesperanza

Conservemos íntegro el temple primitivo de nuestra fe para no caer en la rebelión ni la desesperanza


‘Somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final el temple primitivo de nuestra fe’. Así terminaba el texto de la carta a los Hebreos que hoy se nos ha proclamado. Llega a esta conclusión después de invitarnos a escuchar la voz del Señor en el hoy de nuestra vida, por muy difícil que sea la situación que vivamos, para que no endurezcamos nuestro corazón de manera que nos llevara a la rebelión o a la increencia.
Hace referencia a aquel episodio que vivieron los israelitas mientras peregrinaban por el desierto camino de la tierra prometida. El camino era duro; era un desierto y no se podía pensar en comodidades, sino más bien en dificultades, sacrificios, carencias de todo tipo, cansancio y hasta pérdida de la esperanza. No tenían agua, no tenían comida, todo era dificultades; hubo momentos de rebelión. Como nos sucede en los caminos de la vida cuando arrecian las dificultades. Por eso nos insistía el texto sagrado en mantener firme ‘el templo primitivo de nuestra fe’.
Una fe que nos haga acudir con confianza al Señor con la seguridad que en su amor y en su misericordia nos escucha. Es la situación del leproso del que nos habla el evangelio. No era fácil la vida de un leproso que no solo tenía que sufrir el dolor de la enfermedad sino también el de la soledad, el abandono y la marginación. Ya sabemos cómo tenían que vivir aislados de la comunidad, lejos de la familia, sin poder acercase a nadie, en perpetua marginación. ¿Rebeldía en el corazón? Lo veríamos muy normal y muy humano, porque en situaciones así uno se siente sin fuerzas. Pero aquel hombre había oído hablar de Jesús y a Jesús acudió con toda confianza, saltándose incluso las normas y leyes que le impedían acercarse a las personas sanas. Pero el buscaba a quien pudiera sanarle, a quien pudiera restituirle la salud.
‘Se acercó a Jesús un leproso, suplicándoles postrado ante El: Si quieres, puedes limpiarme’. Y allí está el amor de Jesús. ‘Sintiendo lástima extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio’.
Suplicamos también nosotros a Jesús postrándonos ante El con fe. ‘Si quieres, Señor…’ Que se extienda también la mano de Jesús sobre nuestra vida. Que llegue en verdad su vida y su salvación a nosotros. Que no decaiga nuestra fe. Que se mantenga firme, como nos pedía la carta a los Hebreos. Porque muchas turbulencias puede haber en nuestra vida que nos hagan dudar, tener miedo, acobardarnos, endurecérsenos el corazón.
Que sintamos que ‘hoy’ también llega la mano del Señor sobre nuestra vida con su salvación, respondiendo a nuestra suplica llena de fe y de esperanza. Con humildad nos postramos también ante Jesús reconociendo nuestra lepra, nuestro mal, nuestro pecado. En El tenemos seguro la salvación. Que nos vaya dando señales.

1 comentario:

  1. buen día,
    trato de siempre leerlos todos los días, pero desde hace más de un mes, no han vuelto a colocar las lecturas diarias. Gracias... Saludos desde COLOMBIA....

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