Sentirnos amados y ser capaces de amar desinteresadamente es la mejor fuente para nuestra alegría
Hechos, 15, 7-21; Sal. 95; Jn. 15, 9-11
‘Os he hablado de esto
para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud’. Podrían sonarnos extrañas estas
palabras de Jesús considerando sobre todo cuando fueron dichas, en la última
cena cuando todo tenía sabor de despedida y de alguna manera la tristeza podía
ir anidando en sus corazones. Sin embargo Jesús les dice que todo lo que les
está manifestando es para su alegría no falte en sus corazones a pesar de los
momentos de tensión y tristeza que viven y esa alegría llegue a su plenitud.
Creo que estas palabras nos viene bien escucharlas a
nosotros y aprendamos la lección, porque cuando las cosas no nos salen como
nosotros quisiéramos, los problemas van apareciendo en nuestra vida, nos
podemos sentir abrumados también y llenos de tristeza por los agobios. Es
necesario que nos demos cuenta que estas palabras de Jesús son para nosotros
como rayo de luz y de esperanza.
Y es que tenemos que reconocer que el sentirnos amados
y ser nosotros capaces de amar también de una forma desinteresada y generosa es
la mejor fuente para nuestra alegría y para nuestra dicha. Esa certeza de
sentirnos amados, esa posibilidad de nosotros salirnos de nosotros mismos para
poner amor en lo que hacemos y ser capaces de darnos por los demás olvidándonos
incluso de nosotros mismos nos harán ver los problemas y dificultades con otro
sentido y serán para nosotros fuente de esperanza y de alegría.
Es la esperanza que suscita en nosotros el amor, el
sentirnos amados para ver que las cosas tienen un sentido y un valor, y mirando a Cristo en su entrega, en su amor,
en su pasión y su muerte nos hace sentirnos a nosotros de una forma distinta
porque aparece un sentido nuevo para nuestra vida.
¿Qué nos está diciendo Jesús? Que somos amados de Dios
y que tenemos que aprender a amar nosotros de la misma manera. Somos amados de
Dios con un amor semejante al que el Padre siente por el Hijo. Y así nos ama
Jesús. ‘Como el Padre me ha amado, así os
he amado yo: permaneced en mi amor’.
Permanecer en ese amor que nos tiene el Señor; podríamos decir no perder
esa conexión de amor en nuestra vida, y no de un amor cualquiera sino con el
amor que nos tiene Jesús.
¿Qué significará permanecer en su amor? Ya nos lo
explica. Cuando amamos a alguien siempre queremos lo bueno para el amado;
cuando amamos a alguien trataremos de ser buenos con él y agradarle con lo que
hacemos, no le contrariamos de ninguna manera. Vamos a querer permanecer en el
amor de Dios, todo aquello que hacemos o decimos se ha de convertir en nosotros
en una ofrenda de amor con la que correspondemos al amor que El nos tiene.
Por eso cuando amamos a Dios, y decir Dios no es decir
cualquier persona o cualquier sino el Señor que nos entregó a su propio Hijo
por nuestra salvación, buscaremos entonces hacer en todo su voluntad. ‘Si guardáis mis mandamientos permaneceréis
en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y he
permanecido en su amor’. Aquí está la respuesta a la pregunta que nos
hacíamos de qué significa permanecer en su amor. Y sus mandamientos se
encierran en el amor.
Nos sentimos amados y queremos amar, ahí tenemos, como
decíamos, la mayor fuente de nuestra alegría, una alegría que quiere Jesús que
llegue a su plenitud. Cuando nos damos por los demás, cuando somos generosos en
nuestro amor, cuando buscamos el bien del otro sea quien sea, aunque no seamos
correspondidos, nos sentimos las personas más felices del mundo. Y si además
todo eso lo hacemos con el gozo hondo de sentirnos amados - ¡y de qué manera! -
por nuestro Padre de Dios, esa alegría nuestra llegará a la plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario