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viernes, 22 de julio de 2011

Un corazón perdonado, agradecido y enamorado


María Magdalena
2Cor. 5, 14-17;
Sal. 62;
Jn. 20, 1-2.11-18

Un corazón perdonado, un corazón agradecido, un corazón enamorado. Es el corazón de María de Magdala a quien hoy celebramos.

Cuando aquella mujer pecadora se acercó por detrás a lavar los pies de Jesús, recordamos lo que pensaba el fariseo que había lo invitado Jesús le propuso una pequeña parábola: los dos que fueron perdonados por su amo en la deuda que tenían con él; uno era una gran cantidad y otro menos; y Jesús preguntó ‘¿quién le amará más?’

María Magdalena – no sabemos bien si fue o no fue esta mujer pecadora – sin embargo sí sabemos que Jesús le había perdonado mucho porque de ella había echado siete demonios, como dice Marcos en el evangelio. Lo que sí sabemos bien de ella era el amor grande que le tenía a Jesús. ‘¿Quién le amará más?’, preguntaba Jesús y ahí está el amor grande de María Magdalena. ¿Cómo no iba a amarle si así le había liberado del mal y del pecado? Al pie de la cruz estaba con María y algunas otras mujeres, nos dicen los evangelistas y fue de las primeras que corrieron el primer día de la semana al amanecer al sepulcro porque querían embalsamar debidamente el cuerpo de Jesús.

Un corazón perdonado, decíamos al principio, y un corazón agradecido que se manifestaba en ese seguimiento fiel a Jesús hasta llegar incluso hasta el pie de la cruz. Un corazón enamorado, un corazón lleno de amor. ¡Cuánto amaba a Jesús! Dispuesta estaba a cargar con el cuerpo de Jesús si lo encontrara, porque, como ella pensaba, se lo habían robado del sepulcro y no sabía donde estaba. Por eso pregunta al que ella cree que es el hortelano sin saber que era Jesús quien estaba allí porque para ella sería la primera de las apariciones después de resucitado.

Al oir su nombre de labios de Jesús le reconoce – ‘¡Maestro!’ es su exclamación - y corre a abrazarle los pies. ¡Cómo sería su nombre pronunciado por los labios de Jesús! Es el regalo de Jesús a tanto amor, a un corazon agradecido y enamorado. Pero es también la primera misión que Jesús confía despues de resucitado al enviarla que vaya a comunicar a los hermanos que había resucitado. Como canta la litrugia bizantina en su honor ‘el apóstol de los apóstoles’, enviada (apóstol) fue a los apóstoles con ese anuncio tan trascendental.

Nos basta esto que estamos reflexionando para sacar un mensaje para nuestra vida. ¿No tendría que ser también nuestro corazón un corazón agradecido y enamorado cuánto tanto nos ha perdonado el Señor? ‘¿Quién le amará más?’ se preguntaba Jesús y cuánto tiene que que ser entonces nuestro amor agradecido y enamorado como el de Magdalena. A aquella mujer pecadora se le habían perdonado sus muchos pecados porque había amado mucho. Pongamos de la misma manera nosotros mucho amor que ya se manifiesta el amor grande que Dios nos tiene que tanto nos ha perdonado, que nos ha entregado a su Hijo para que nosotros obtengamos la salvación.

Es cuestión de amor. ‘Nos apremia el amor de Dios’, como nos decía san Pablo. Ya no podemos vivir para nosotros mismos, sino para el que murió y resucitó por nosotros. Es la respuesta de amor que nosotros hemos de dar. Es ese corazón agradecido que se ensancha más y más cuando siente el amor de Dios en él y con un amor así quiere amar también. En El tenemos que poner todo nuestro amor. Así tiene que ser nuestro corazón agradecido. Es de nobleza el ser agradecidos. Que no nos falte esa acción de gracias y que no nos falte ese amor. Con todo el corazón, con toda el alma, con todo nuestro ser, sobre todas las cosas, como se nos pide en el primero de los mandamientos de la ley del Señor.

¿Estaremos así enamorados de Jesús? ¿Estaremos así enamorados de Dios? ¿No tendríamos que ser nosotros apóstoles de ese amor que hemos recibido anunciándolo también a nuestro mundo?

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