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jueves, 23 de julio de 2009

Abuelos y abuelas, maestros de sabiduría y valentía


Celebración del día de los Abuelos
reflexión-homilía pronunciada
en un Hogar de Ancianos
de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
Se adelantó a este día la celebración
por razones organizativas del Centro


Celebramos el día 26 de Julio a san Joaquín y santa Ana, los padres de María, la Virgen, la Madre de Jesús. Nada nos dice la Biblia sobre ellos; simplemente nos dejamos llevar por una tradición que arranca del siglo II que los señala como los padres de la Virgen. Cercana a donde estaba situado el templo de Jerusalén hoy hay una antigua Iglesia que nos habla de santa Ana y se nos señala allí como el lugar del nacimiento de María, luego sería el lugar de la casa de Joaquín y Ana.
No nos vamos a entretener en tradiciones o leyendas sobre los padres de María, sino simplemente considerar qué dicha ser los padres de la que iba a ser la Madre de Dios. Pero sí se me ocurre una cosa y es pensar que si en María vemos una fe tan grande, una humildad tan profunda o un amor tan exquisito y generoso, por fijarnos sólo en algunas virtudes. ¿por qué no podemos pensar en los padres que le dieron tal educación, supieron trasmitirle tal fe y corona tan preciosa de virtudes?
Claro que eso tendría que hacernos reflexionar en cómo hoy se está trasmitiendo de generación en generación esa fe y esos valores cristianos. Desgraciadamente sabemos que en nuestro tiempo esa cadena de transmisión de la fe y de los valores y virtudes cristianas se está rompiendo. Por distintas influencias y razones ya en nuestros hogares se han ido perdiendo esas vivencias religiosas y el materialismo de nuestra vida moderna ha ido sustituyendo esos valores espirituales y cristianos.
No nos podemos quedar en lamentaciones y lloros sino que tenemos que saber buscar remedio a esas situaciones y quien tiene viva y encendida esa lámpara de la fe no la podría dejar apagar sino que más aún tiene que buscar la forma de contagiar de esa luz a los demás.
Ahí está esa labor insustituible de los abuelos cristianos en el ámbito de la familia para, con todo respeto, sí, pero con firmeza y valentía dar el testimonio contagioso de esa fe y de esos valores cristianos a las generaciones que nos siguen.
El Papa os llama a vosotros abuelos y abuelas, queridos ancianos y ancianas, ‘fuente de enriquecimiento para las familias, para la Iglesia y para toda la sociedad’.
¡Cuánta sabiduría de la buena encerráis en vuestras vidas! ‘Maestros de sabiduría y valentía, os dice el Papa Benedicto XVI, que trasmiten a las generaciones futuras los frutos de su madura experiencia humana y espiritual’.
‘Pilares fuertes de la fe evangélica, custodios de los nobles ideales hogareños, tesoros vivos de sólidas tradiciones religiosas’. ¡Cuánto podríamos comentar de estos aspectos!
Abuelos y abuelas, ancianos y ancianas, considerad bien todo esto que os llama el Papa porque además eso os está diciendo cuánto vale vuestra vida. No os sintáis arrinconados por la vida. Ocupáis un lugar importante en la sociedad, aunque algunos lo quieran ocultar, y mucho podéis ofreceros de la rica experiencia de la vida. Muchas cosas nos podéis transmitir.
No perdáis la ilusión, la esperanza y las ganas de vivir. Lo peor que podéis hacer es encogeros y arrinconaros en un rincón pensando que solamente ahora os toca esperar que os llegue la hora de la muerte. Eso de ninguna manera. Tenéis vida y, aunque ahora no tengáis la fuerza física de vuestro cuerpo como en otro tiempo, sí podéis tener una fuerza espiritual muy grande y que es más importante que la fuerza física. Poned ilusión, vida, esperanza, vigor interior, amor en todo lo que hacéis.
Sabed ser agradecidos, primero que todo a Dios, que podéis vivir acogidos en centros como este recibiendo el cariño de cuantos os rodean. Nosotros, los que estamos a vuestro alrededor, queremos agradecer también ese cariño que os dais y queremos aprender de vosotros muchas cosas.
Pensad también que estar aquí es una gracia especial del Señor para que reavivéis vuestra fe y vuestra práctica religiosa, algunas veces quizá olvidada o dejada a un lado. Porque no olvidéis también que con vuestra fe y vuestras oraciones estáis haciendo un bien muy grande a la Iglesia. La Iglesia os ofrece esa acogida y cariño que las Hermanitas os dispensan así como de todo el personal de este centro. Pero vosotros estáis dando también un tesoro grande a la Iglesia y mucho más aún quizá podéis ofrecer.
Abuelos y abuelas os queremos, estad seguro de ellos, y os digo también, os necesitamos, necesitamos de vuestro cariño, de vuestra experiencia y de vuestra sabiduría de la vida.

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