Apoc. 22, 1-7
Sal. 94
Lc. 21. 34-36
Dios nos ha creado para la felicidad. Y quiere para nosotros una dicha y una felicidad eterna, sin fin. Nos tiene reservado un cielo nuevo y una tierra nueva de dicha y de felicidad junto a El.
Pero esa voluntad de Dios la encontramos desde las primera página de la Biblia cuando nos habla de la creación y de la creación del ser humano. ‘Luego Dios plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén; allí colocó al hombre que había formado. Hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer. Y puso en medio el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Del Edén salía un río que lo regaba…’ Así se expresa la primera página de la Biblia para decirnos en tan bellas imágenes el deseo de Dios de la felicidad del hombre.
Ahora en la última página de la Biblia encontramos una descripción semejante para hablarnos de ese cielo nuevo que tiene reservado para el hombre. De esa dicha y felicidad eterna que Dios quiere para el hombre que ha creado y ha redimido. ‘El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En la mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida… y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí ya no habrá nada maldito… ya no habrá más noche ni necesitarán luz de lámpara o de sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos’.
Es la descripción rica en imágenes de la felicidad eterna de ver a Dios cara a cara. ‘Lo verán cara a cara’, dice el Apocalipsis. ‘Lo veremos tal cual es’, nos dirá san Juan en sus cartas. Los vencedores, los que formarán parte de ese cortejo celestial, los que están marcados en la frente con la señal de la sangre del Cordero, podrán contemplar a Dios, podrán gozar de la dicha de la visión de Dios por toda la eternidad y por toda la eternidad cantarán el cántico nuevo de la alabanza al Señor.
Queremos llegar a esa dicha y a esa felicidad. Ahora nos toca seguir caminando en este mundo pero en la fidelidad al Señor. Pedimos al Señor, como termina el Apocalipsis, ‘Marana Tha, ven Señor Jesús’. Que gocemos ya anticipadamente de su presencia y de su gracia que nos fortalezca en nuestro camino.
El evangelio de hoy nos previene para que estemos preparados. ‘Tened cuidado…’, nos dice Jesús. Hay muchas cosas que se pueden apegar a nuestro corazón, muchas pasiones que se desbordan, muchas cosas que nos pueden esclavizar. ‘Tened cuidado… no se os eche encima de repente aquel día… estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre’.
Esperanza y vigilancia. Atención para no dejarnos enrollar por la tentación y el pecado. Cuidado para vivir santamente de manera que un día podamos gozar de la visión de Dios y cantar eternamente sus alabanzas.
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