Ef. 3, 14-21
Sal. 32
Lc. 12, 54-59
Ayer pedía san Pablo un crecimiento en la fe y en la vida cristiana. Hoy nos dice más cosas concretas, porque esa fe y esa vida cristiana tiene que traducirse en unas actitudes nuevas, en un estilo de vida distinto, una nueva manera de vivir.
Nos dice el apóstol que andemos como pide la vocación a la que hemos sido convocados. Y nos lo repite dos veces. ‘Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados... como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados’, repite.
¿Cuál es esa vocación y cuál es esa meta? Convocados, tenemos que decir, a ser Asamblea santa. ¿Sabéis lo que significa la palabra Iglesia? Los que han sido convocados a la asamblea, la asamblea convocada. Y nosotros somos Iglesia. Nos ha convocado, nos ha llamado el Señor a una vida nueva y a una salvación que El nos ofrece.
Esa es nuestra meta. Esa es nuestra esperanza. Esa es nuestra vocación. Esa es, entonces, nuestra nueva manera de vivir. Por eso decimos que los cristianos tenemos que vivir en comunión los unos con los otros, vivir en comunidad.
Por eso nos habla de humildad, de amabilidad, de comprensión, de amor y aceptación mutua, de unidad, de paz. ‘Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz’. Todo un programa, un proyecto de vida. Es ese nuevo estilo de nuestro vivir.
Ojalá fuéramos capaces de hacerlo vida en nosotros. El vínculo de la paz. Para saber tratarnos y relacionarnos. Para saber aceptarnos y entendernos – sobrellevarnos no es simplemente aguantarnos, sino aceptanos y respetarnos desde el amor -. Para amarnos de verdad como miembros de una misma comunidad, de una misma familia.
El Evangelio de hoy nos ha hablado precisamente de esa paz que tenemos que saber buscar siempre entre nosotros evitando pleitos y enfrentamientos. Y es que el enfrentamiento siempre producirá una ruptura que luego costará mucho reconstruir. ‘Con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él...’ nos ha dicho Jesús en el Evangelio.
Una razón para ello es la vocación a la que hemos sido llamados, como ya hemos mencionado. Otra razón grande e importante es la unidad de la fe en el misma Señor y Padre, el Bautismo recibido, el Espíritu Santo que nos une. ‘Un solo cuerpo y un solo Espíritu... Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo’. Creemos en el mismo Dios que es nuestro Padre. Nos une la fuerza el Espíritu que es el que crea en nosotros unidad. Y para eso hemos recibido un Bautismo, el mismo Bautismo que nos une a todos para formar todos esa misma y única familia.
Sigamos pidiendo al Señor que nos conceda su Espíritu de amor. Que se derrame sobre nosotros, que invada nuestro corazón.
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