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lunes, 6 de enero de 2025

Una nueva Epifanía para saber hacernos los regalos de una generosa acogida también entre aquellos que no nos conocemos

 


Una nueva Epifanía para saber hacernos los regalos de una generosa acogida también entre aquellos que no nos conocemos

Isaías 60, 1-6; Salmo 71; Efesios 3, 2-3a. 5-6; Mateo 2, 1-12

Aquella comitiva de tres extranjeros que se adentra por la calles de Jerusalén haciendo preguntas que para algunos resultan ignotas, mientras en otros producen cierta inquietud me hace pensar en situaciones semejantes que no sé si terminamos de acostumbrarnos pero que también de manera semejante se nos dan hoy en nuestras calles.

Es cierto que en el mundo globalizado en que nos encontramos ya no es extraño encontrarnos en nuestro entorno extranjeros que nos hablan idiomas para nosotros desconocidos, pero también algunos nos producen cierta inquietud y nos preguntamos a donde vamos a llegar, porque muchas veces nos parece poco menos que una invasión; en la tierra donde vivo, en nuestras islas, ya no nos es extraño encontrarnos gentes de otras razas y lugares, extranjeros que llegan a nuestras cosas desde diversos motivos que a muchos, es cierto, llenan de inquietud, a unos llamamos turistas, otros llamamos inmigrantes, algunos los consideramos incluso ilegales y es grande la presión que está sufriendo la demografía de nuestras tierras. Cuando nos cruzamos con ellos, ¿cómo nos sentimos? ¿Qué pensamos quizás que tenemos que hacer? ¿A dónde vamos a llegar?

Un revuelo semejante se armó aquellos días en Jerusalén con aquellos personajes que llegaron a Jerusalén y que no eran precisamente judíos provenientes de la diáspora, tampoco los podían considerar prosélitos, aunque unas preguntas inquietantes venían haciendo que tendrían que descifrar su significado y que les llevó incluso a la consulta de las autoridades religiosas para entender qué es lo que preguntaban. ¿Un recién nacido rey de los judíos? Pero no parecía que fueran cosas que sucedieran en el palacio de Herodes, aunque en las profecías fueron a buscar respuestas.

Conocemos bien el texto del evangelio que tantas veces hemos escuchado y meditado. A Belén se dirigieron y allí encontraron lo que buscaban en aquel niño envuelto en pañales en brazos de María a quien ofrecieron sus ofrendas. Con la resonancia de las profecías y de los salmos para nosotros se han quedado como los reyes magos, pues el evangelista ha hablado de unos magos venidos de oriente, con su especial significado.

Para nosotros este texto se ha convertido en evangelio, en buena noticia, porque nos está hablando del nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre en aquel hijo de María y de José que para nosotros será Jesús, porque será el Salvador de nuestras vidas.

Pero el evangelio hoy no se nos puede quedar para nosotros en un recuerdo de antiguos acontecimientos, sino que en eso que nos está sucediendo cada día hemos de saber leer el mensaje de este evangelio, en eso que cada día nos está sucediendo en nuestro entorno hemos de saber leer y encontrar una buena noticia de salvación para nosotros hoy.

¿Habrá evangelio, habrá buena noticia, habrá una llamada de Dios en lo que ahora mismo está sucediendo en nuestro mundo? Algo seguramente tiene Dios que decirnos. Y en aquel que por nosotros se hizo emigrante y hasta desterrado - ¿no habían venido sus padres desde la lejana Galilea hasta Judea y hasta Belén y allí nacería aquel niño?, ¿no lo contemplaremos luego poco menos que desterrado a Egipto en donde habrá de refugiarse en su huida de aquel rey Herodes que atentaba contra la vida del niño?  -, en aquel Niño, pero en esto que nos está sucediendo en nuestro entorno con emigrantes o desplazados, con turistas o con gentes que nos visitan Dios quizás tiene una Buena Noticia, una llamada para nosotros. Es en lo que tenemos que detenernos, lo que nos tiene que hacer pensar, lo que hemos de saber descubrir, aunque no sea fácil.

Para nosotros los creyentes las cosas no suceden porque sí, no son tampoco un destino fatal, no tienen que ser cosas que irremediablemente tienen que suceder, detrás podremos descubrir un plan de Dios, detrás podríamos o tendríamos que descubrir una buena noticia de salvación para nosotros.

Es lo que tenemos que llevar a nuestra oración, es lo que tenemos que saber escuchar en lo  hondo del corazón, es lo que tenemos que aprender a leer en los acontecimientos de la vida. ¿Nos estará todo esto pidiendo unas nuevas actitudes ante la gente nueva y desconocida que nos rodea? ¿Tendremos que aprender a acercarnos a ellos de otra manera haciendo que haya una acogida desde lo más profundo de nuestro corazón? ¿Cuántas veces nos hemos detenido ante esas personas, no simplemente para enseñarle una dirección de un monumento artístico, sino para interesarnos por su vida, por sus preocupaciones, por los sufrimientos que muchas veces podemos ver marcados en su rostro?

Aquí tiene que haber una nueva Epifanía del Señor para nuestra vida. No es solo una celebración que nos lleve a hacernos regalos entre los que nos queremos. ¿No tendría que ser una invitación en esa nueva Epifanía a hacernos el regalo de nuestra mejor acogida mutua también entre aquellos que no nos conocemos? Da que pensar.

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