Tenemos
que saber escuchar el evangelio de Jesús, entender esa buena nueva que nos
ofrece, comprender ese hermoso proyecto de vida que tiene para nosotros e
implicarnos en El
1Juan 4, 19–5, 4; Salmo 71; Lucas 4, 14-22a
Cuando tenemos un proyecto entre manos
y que consideramos importante, que queremos llevar a cabo ya nos encargaremos
de buscar los mejores medios para realizarlo, ya trataremos de convencer a
aquellos que por una parte podrían salir beneficiados de aquella obra que
emprendemos, o que sabemos que tienen medios y posibilidades de ayudarnos a
realizarla, que hagan su aportación, que pongan mano a la obra con nosotros,
que nos ofrezcan los medios que necesitamos y quizás no tenemos, pero lo
importante es llevarla a cabo, desarrollar aquel proyecto. Buscaremos los
mejores medios, ofreceremos quizás la mejor publicidad, trataremos de crear
entusiasmo en los que nos rodean, queremos conseguir lo mejor, lo que resulte
incluso más esplendido.
Pero ¿en todas las cosas, en todos
nuestros proyectos actuaremos de la misma manera? ¿Pondremos quizás más empeño
en cosas que en lo material reluzcan más? ¿En esos proyectos incluiremos un
sentido de vida para hacer que nuestro mundo sea mejor? ¿Qué lugar le damos a
las cosas del espíritu, a lo espiritual, o a un sentido religioso de la vida?
Cuando hablamos del crecimiento y mejora de nuestros pueblos, ¿en qué nos
fijaremos de manera primordial? ¿Solo pensamos alcanzar mayor riqueza, que
nuestro pueblo tenga un mejor nombre y prestigio entre los pueblos de alrededor,
o que la gente viva mejor solo porque tiene de todo?
Estamos estos días recorriendo esas
primeras páginas del evangelio en sus diferentes relatos y contemplando los
primeros pasos de Jesús. Por las palabras que pronuncia, por las señales que va
realizando, por las esperanzas latentes en el pueblo de Israel en la espera de
un Mesías, pero contando también con la situación social que vivían en aquellos
momentos puede comenzar a vislumbrarse en aquel ‘profeta’ – porque así
comenzaban a considerarlo – que apareció por los diferentes pueblos de Galilea
la posibilidad de que fuera el Mesías, con lo se culminarían todas sus
esperanzas. Pero, ¿dónde tenían puestas sus esperanzas en aquellos momentos?
¿Qué imagen se habían formado del Mesías anunciado y prometido y que quizás
podían pensar que estaba entre ellos?
Hoy contemplamos a Jesús en la visita
que hace al pueblo donde se había criado, cuando ya había recorrido otros
muchos lugares de Galilea, y se presenta en la sinagoga el sábado para hacer la
lectura de la ley y de los profetas. Era su primera aparición pública además en
la que había sido su ciudad. Sus palabras y sus anuncios podían tener el
carácter de programáticas. La lectura que hace del profeta Isaías podía tener
perfectamente ese sentido al hablar del que lleno del Espíritu venía a
proclamar una buena noticia y un año de gracia del Señor.
Pero los comentarios de Jesús en su
brevedad, pero también las señales que está dando de lo que va a ser su vida
que podían llenar de esperanza los corazones, para otros podrían resultar
decepcionantes; no estaban cumpliendo las expectativas que ellos tenían de lo
que sería y haría el Mesías. Jesús das unas señales en los enfermos que
recobran la salud y la vida, pero habla de una liberación que no era lo que
ellos realmente estaban soñando. Esa liberación que Jesús quiere realizar tiene
que ir a lo más hondo de la persona, de cada persona, porque es el camino
auténtico para encontrar la verdadera paz.
Pero los hombres siempre andamos con
nuestras prisas, queremos conseguirlo todo de un golpe, y no parecen ser los
caminos que Jesús nos propone en el proyecto que tiene para nosotros y para
nuestro mundo. Nos creamos muchas ilusiones, pero eludimos el compromiso, lo
que de nuestra parte tenemos que no solo hacer sino ser. Los planes de
salvación que Dios nos ofrece son otros y serán los que nos podrán llevar a la
verdadera felicidad, a hacer un mundo mejor, pero no siempre los entendemos, ni
siempre queremos comprometernos con ello.
Queremos muchas veces cosas espectaculares,
nos llaman la atención las cosas extraordinarias aunque muchas veces se puedan
quedar en el brillo de lo superficial, buscamos en fin las vanidades de la
vida; es incluso como muchas veces hemos entendido la religión, la forma de
expresar nuestros sentimientos religiosos; por eso en alguna ocasión nos dirá
Jesús que le honramos solamente con los labios mientras nuestro corazón está
lejos de Él.
Tenemos que saber escuchar el
evangelio, entender esa buena nueva que nos ofrece Jesús, comprender ese hermoso
proyecto de vida que tiene para nosotros e implicarnos en El. En ese proyecto
de Jesús tenemos que poner todos nuestros empeños y todo nuestro esfuerzo;
merece la pena. Es lo que hoy Jesús en el evangelio nos viene a ofrecer.
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