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viernes, 10 de enero de 2025

Tenemos que saber escuchar el evangelio de Jesús, entender esa buena nueva que nos ofrece, comprender ese hermoso proyecto de vida que tiene para nosotros e implicarnos en El

 


Tenemos que saber escuchar el evangelio de Jesús, entender esa buena nueva que nos ofrece, comprender ese hermoso proyecto de vida que tiene para nosotros e implicarnos en El

1Juan 4, 19–5, 4; Salmo 71; Lucas 4, 14-22a

Cuando tenemos un proyecto entre manos y que consideramos importante, que queremos llevar a cabo ya nos encargaremos de buscar los mejores medios para realizarlo, ya trataremos de convencer a aquellos que por una parte podrían salir beneficiados de aquella obra que emprendemos, o que sabemos que tienen medios y posibilidades de ayudarnos a realizarla, que hagan su aportación, que pongan mano a la obra con nosotros, que nos ofrezcan los medios que necesitamos y quizás no tenemos, pero lo importante es llevarla a cabo, desarrollar aquel proyecto. Buscaremos los mejores medios, ofreceremos quizás la mejor publicidad, trataremos de crear entusiasmo en los que nos rodean, queremos conseguir lo mejor, lo que resulte incluso más esplendido.

Pero ¿en todas las cosas, en todos nuestros proyectos actuaremos de la misma manera? ¿Pondremos quizás más empeño en cosas que en lo material reluzcan más? ¿En esos proyectos incluiremos un sentido de vida para hacer que nuestro mundo sea mejor? ¿Qué lugar le damos a las cosas del espíritu, a lo espiritual, o a un sentido religioso de la vida? Cuando hablamos del crecimiento y mejora de nuestros pueblos, ¿en qué nos fijaremos de manera primordial? ¿Solo pensamos alcanzar mayor riqueza, que nuestro pueblo tenga un mejor nombre y prestigio entre los pueblos de alrededor, o que la gente viva mejor solo porque tiene de todo?

Estamos estos días recorriendo esas primeras páginas del evangelio en sus diferentes relatos y contemplando los primeros pasos de Jesús. Por las palabras que pronuncia, por las señales que va realizando, por las esperanzas latentes en el pueblo de Israel en la espera de un Mesías, pero contando también con la situación social que vivían en aquellos momentos puede comenzar a vislumbrarse en aquel ‘profeta’ – porque así comenzaban a considerarlo – que apareció por los diferentes pueblos de Galilea la posibilidad de que fuera el Mesías, con lo se culminarían todas sus esperanzas. Pero, ¿dónde tenían puestas sus esperanzas en aquellos momentos? ¿Qué imagen se habían formado del Mesías anunciado y prometido y que quizás podían pensar que estaba entre ellos?

Hoy contemplamos a Jesús en la visita que hace al pueblo donde se había criado, cuando ya había recorrido otros muchos lugares de Galilea, y se presenta en la sinagoga el sábado para hacer la lectura de la ley y de los profetas. Era su primera aparición pública además en la que había sido su ciudad. Sus palabras y sus anuncios podían tener el carácter de programáticas. La lectura que hace del profeta Isaías podía tener perfectamente ese sentido al hablar del que lleno del Espíritu venía a proclamar una buena noticia y un año de gracia del Señor.

Pero los comentarios de Jesús en su brevedad, pero también las señales que está dando de lo que va a ser su vida que podían llenar de esperanza los corazones, para otros podrían resultar decepcionantes; no estaban cumpliendo las expectativas que ellos tenían de lo que sería y haría el Mesías. Jesús das unas señales en los enfermos que recobran la salud y la vida, pero habla de una liberación que no era lo que ellos realmente estaban soñando. Esa liberación que Jesús quiere realizar tiene que ir a lo más hondo de la persona, de cada persona, porque es el camino auténtico para encontrar la verdadera paz.

Pero los hombres siempre andamos con nuestras prisas, queremos conseguirlo todo de un golpe, y no parecen ser los caminos que Jesús nos propone en el proyecto que tiene para nosotros y para nuestro mundo. Nos creamos muchas ilusiones, pero eludimos el compromiso, lo que de nuestra parte tenemos que no solo hacer sino ser. Los planes de salvación que Dios nos ofrece son otros y serán los que nos podrán llevar a la verdadera felicidad, a hacer un mundo mejor, pero no siempre los entendemos, ni siempre queremos comprometernos con ello.

Queremos muchas veces cosas espectaculares, nos llaman la atención las cosas extraordinarias aunque muchas veces se puedan quedar en el brillo de lo superficial, buscamos en fin las vanidades de la vida; es incluso como muchas veces hemos entendido la religión, la forma de expresar nuestros sentimientos religiosos; por eso en alguna ocasión nos dirá Jesús que le honramos solamente con los labios mientras nuestro corazón está lejos de Él.

Tenemos que saber escuchar el evangelio, entender esa buena nueva que nos ofrece Jesús, comprender ese hermoso proyecto de vida que tiene para nosotros e implicarnos en El. En ese proyecto de Jesús tenemos que poner todos nuestros empeños y todo nuestro esfuerzo; merece la pena. Es lo que hoy Jesús en el evangelio nos viene a ofrecer.

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