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martes, 31 de diciembre de 2024

El verdadero creyente tiene que hacer navidad cada día, porque cada día se ve envuelto por la presencia de Dios que llena de su luz su vida y su mundo

 


El verdadero creyente tiene que hacer navidad cada día, porque cada día se ve envuelto por la presencia de Dios que llena de su luz su vida y su mundo

1Juan 2, 18-21; Salmo 95; Juan 1, 1-18

 ‘En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios…’ Estamos escuchando el principio del evangelio,  el primer anuncio, en esta semana de la octava de la navidad que estamos culminando pero en las circunstancias sociales que vive nuestra sociedad en el final del calendario del año y comienzos de un año nuevo. Podemos encontrarle un sentido y puede ser una luz también ese camino que cada día vamos realizando.

Este anuncio de evangelio de luz que quiere brillar en las tinieblas pero que no siempre las tinieblas no se dejan eliminar por esa luz; nos habla de su venida hasta nosotros, pero que nosotros nos siempre hemos querido recibir. En estos momentos de finales de año nos vendría bien recordar nuestra historia, la historia que hemos vivido en este año, la historia de Dios en nuestra vida que siempre es una historia de salvación, porque siempre está la oferta de Dios a la que contraponemos nuestra respuesta.

Podemos recordar, tendríamos que recordar de cuantos signos y señales nos ha rodeado el Señor de su presencia a lo largo de este año, de los acontecimientos que hemos vivido, como de cada paso que hemos dado. Nos siempre nos es fácil hacer estas recapitulaciones sobre todo porque nos duele recordar nuestras sombras, las sombras que hemos ido interponiendo a esas señales de Dios; no siempre hemos sabido entrar en la sintonía de Dios, ha habido momentos en que le hemos dado la espalda, no nos hemos querido enterar de esas señales, hemos preferido nuestros camino aunque buscando caminos fáciles sin embargo se nos han hecho escabrosos.

Nos suele pasar cuando dejamos que predomine en nosotros el egoísmo, el pensar solo en nosotros mismos o en nuestros intereses, cuando nos hemos dejado arrastrar por nuestros orgullos o nuestras autosuficiencias y no hemos querido escuchar la voz de Dios, no hemos querido estar atentos a esas señales de Dios. Ahí están y son nuestra historia con la que tenemos que contar. Forma parte de nuestra vida que tenemos que redimir, en la que tenemos que saber ver la obra de salvación de Dios en nosotros.

Es también el repaso que hemos de hacer con corazón agradecido y queriendo que todo haya sido siempre para la gloria de Dios. Nos hemos sentido en muchos momentos de nuestra vida iluminados por su luz, hemos sabido también escuchar su llamada y podemos tener la satisfacción de las cosas buenas que hemos realizado. Todo siempre para la gloria de Dios. Son los pasos de vida que hemos ido dando, esa nueva profundidad espiritual que le hemos ido dando a nuestra vida, ese amor que hemos ido regalando, ese granito de arena que hemos ido poniendo también en el crecimiento del Reino de Dios, ese bien que hemos ido haciendo calladamente a los que están a nuestro lado. Ha brillado también la luz en nosotros y la hemos hecho brillar, aunque no haya sido lo suficiente, en el mundo que  nos rodea. Tenemos que dar gloria a Dios por ello que nos dio su gracia para que pudiéramos realizarlo.

‘Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’. Así nos sentimos nosotros. Así hemos hecho navidad en nuestra vida. ‘Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’

Es lo que hemos venido celebrando en estos días. Es lo que ha hecho Navidad. Es el verdadero sentido y valor de estas fiestas. Pero es lo que tiene que hacer navidad cada día del año. Es la tarea del verdadero creyente.

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