La
iglesia no se puede quedar con la semilla guardada en el granero esperando que
vengan a ella sino que tiene que salir a esparcirla por cada rincón de nuestro
mundo
Éxodo 16, 1-5. 9-15; Sal 77; Mateo 13, 1-9
Esta mañana
evocaba la parábola y el evangelio de hoy. ‘Salió Jesús de casa y se sentó junto
al lago…’ Hermosa imagen. Había salido yo de casa también, en ese paseo
mañanero de todos los días… un paseo que es algo más que ‘estirar las piernas’
como se suele decir, algo más que un ejercicio porque lo necesita mi salud, mi
corazón, un paseo que me ayuda a salir, a ir más allá de esos lugares físicos
por donde camino, un paseo para un encuentro con la vida, para contemplar
cuanto me rodea, un paseo que me ayuda mirar los campos, las personas que están
a mi alrededor, un paseo que muchas veces hago en silencio, pero me ayuda a
sentir, a escuchar otro palpitar… Esta mañana llegué al parque y allí me senté…
no me rodeó nadie, como a Jesús que tuvo que subirse a la barca para poder
desde allí hablar a la gente, regalarles esta hermosa parábola.
Un sembrador
que sale echando a voleo su semilla por los campos y caminos que atraviesa, una
semilla que se va desparramando por endurecidos caminos igual que por zarzales
o ásperos pedregales, una semilla que llegará también a tierra cultivada y
preparada, una semilla que va germinando, va brotando, unas crecen pronto,
otras se muestras raquíticas por la sequedad y dureza del terreno, otras que
pronto se ven ahogadas por la maleza que les rodea, otras que solo servirán de
alimento para los pajarillos del cielo que así pronto encuentran fácil
alimento, pero una semilla que está llamada a dar fruto y por eso germina.
Miraba a mi
alrededor, casas y caminos, campos de cosecha o campos abandonados, casas de
puertas cerradas y casas abandonadas en el silencio de la soledad, gentes que
pasaban por el camino, o gentes que allá estaban en sus quehaceres o sentadas
placidamente también en la plaza y con sus entretenimientos.
¿Dónde está
la semilla? ¿Dónde está el sembrador? ¿Penetrará en esas casas una buena
noticia? ¿Llegarán a esas personas semillas de esperanza que despierten los
corazones a una nueva vida? ¿Cómo se hará germinar la semilla en esos campos
tan diversos? ¿Podremos ver el ir y venir de sembradores que lleguen también
hasta esos rincones? ¿Cuáles son los deseos que se anidan en esos corazones, en
esas personas afanadas en sus quehaceres, en esos que andan entretenidos pero distraídos
por la vida porque parece que nada los hace pensar?
¿Llegará la
voz de la Iglesia también a esos lugares que parecen lejanos y distantes o
siempre estará esperando la Iglesia que sean ellos los que vayan hasta su
lugar? El sembrador del que habla Jesús no se quedó en casa con la semilla en
la mano esperando que aquellos terrenos vinieran a buscarla. Aquel sembrador
salió, como Jesús que no se quedó sentado en la orilla del lago sino que se
subió a la barca.
Yo también
mientras tanto me había quedado sentado en mi banco en el parque, tampoco
quizás había salido al camino para algo más que contemplar el campo, tampoco
había salido para también esparcir la semilla. Algo he intentado hacer porque
estos días precisamente se han cumplido quince años en que he querido estar
regalando esta ‘semilla de cada día’; tengo la esperanza de que
en algún corazón haya comenzado a germinar.
Cuando hoy
escuchamos de nuevo esta parábola, que ya se nos ofreció en la liturgia de los
pasados domingos, ¿estaremos sintiendo la urgencia de ser sembradores, de salir
para seguir esparciendo esa semilla por los campos de la vida? Es un buen toque
de atención que una vez más el Señor nos da.
Es una
llamada a la Iglesia misma para que sea más misionera, para que salgamos de
nuestros cómodos graneros donde guardamos el grano y vayamos al encuentro de
nuestro mundo que espera y necesita esa semilla de vida que de alguna manera en
nuestra comodidad nos estamos negando a regalar.
Amén y buen miércoles querido Carmelo
ResponderEliminarFelicidades por excelente reflexión ha Sido sembrador pronto crecerá esa semilla
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