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domingo, 23 de julio de 2023

Es tan bonito el respeto que debemos tenernos los unos a los otros porque nuestro amor cristiano siempre tiene que ser constructivo, sembrador de vida y de esperanza

 


Es tan bonito el respeto que debemos tenernos los unos a los otros porque nuestro amor cristiano siempre tiene que ser constructivo, sembrador de vida y de esperanza

 Sabiduría 12, 13. 16-19; Sal 85; Romanos 8, 26-27; Mateo 13, 24-30

También nos volvemos nosotros exigentes y radicales muchas veces en la vida como el que quería arrancar la cizaña. ¿Qué nos sucede cuando nos llevan la contraria? ¿Cuál es la actitud y la postura que muchas veces mantenemos dentro de nosotros cuando vemos a alguien que está haciendo algo que nosotros no nos parece lo correcto y desde nuestra manera de ver las cosas pensamos que está haciendo daño a la sociedad, por ejemplo? ¿Cómo reaccionamos contra los que consideramos injustos, que hacen daño a los demás, que quisiéramos quitarlos de un plumazo de la sociedad en la que estamos? Con nuestras ideas, con nuestro pensamiento de rectitud, al menos creemos que nosotros andamos en lo cierto y en lo justo, queremos arrancar la semilla de la cizaña, queremos quitarlos de en medio.

¿Alguna vez nos miramos a nosotros mismos? Si con sinceridad lo hacemos nos damos cuenta de los errores que cometemos, de las cosas que hacemos mal, y para nosotros pedimos comprensión y paciencia que yo cambiaré, nos decimos, paciencia y comprensión que no tenemos nunca con los demás. Si el actuar de Dios fuera como nosotros pensamos en esta línea que estamos reflexionando, ya nos hubiera quitado a nosotros de un plumazo, pero ¡cuánta paciencia ha tenido Dios con nosotros para esperar, para perdonarnos una y otra vez esperando que demos el cambio! Si hubiera arrancado la mala cizaña, ¿dónde estaríamos nosotros ahora?

Es lo que nos está proponiendo Jesús hoy en el evangelio con la parábola que nos ofrece. Un hombre sembró buena semilla en su campo, pero vino el enemigo que no lo quería y mientras dormía en el mismo campo, en medio de aquella buena semilla, sembró cizaña. Nacerían a un tiempo, el parecido de las plantas en su crecimiento es mucho, aunque se pueden bien distinguir, pero cuando los criados le hablan de arrancar la cizaña, les dice que hay que esperar hasta el tiempo de la ciega; ahora podríamos arrancar las plantas buenas junto con las malas, en la hora de la cosecha ya se podrá diferenciar. La paciencia del buen agricultor.

La paciencia de Dios en nuestra vida que siempre está esperando una buena respuesta de nuestra parte. Nuestra paciencia que algunas veces damos por desaparecida. Será nuestra paciencia, o será el modo de cultivar nuestro campo, el modo de cultivar nuestra vida. Para que no haya confusión. Para que no demos por bueno aquello que no lo es pero que lo aparenta; cuantas veces nos creamos esas confusiones; cuántas veces hacemos tantas mezcolanzas en nuestra vida; cuántas veces nos dejamos confundir por las apariencias, o permitimos que las apariencias en nuestra vida que aparecen con nuestras vanidades pueden confundir a los demás.

No somos iguales, no todos pensamos lo mismo, no todos nos planteamos la vida de la misma manera, no siempre aparece esa rectitud y esa madurez en nuestra vida para discernir, para diferenciar, para no dejarnos contagiar. Es un gran peligro. Pero así es la vida y así es nuestro mundo. Así andamos con nuestras diferencias y hasta con nuestros caminos opuestos. Pero siempre tenemos que saber dar una oportunidad, otra oportunidad.

Tenemos que encender luces que iluminen, no podemos dejarnos llevar por las ilusiones, tenemos que tener claro cuáles son nuestros principios y cuál es la meta que esperamos alcanzar. Siempre tenemos que estar abiertos para que el otro pueda descubrir esa luz, pueda encontrarse con esa luz; es una hermosa tarea.

No somos nadie para destruir, y menos destruir la vida de nadie, pero si tenemos que estar abiertos a la esperanza y con nuestro testimonio hacer que todos un día puedan encontrar esa luz.

No nos sirven los radicalismos. Están apareciendo demasiado en nuestra sociedad en un lado y en otro; queremos imponer y si no nos aceptan apartamos, queremos arrastrar las fichas fuera de la mesa de juego.

No nos sirven las intransigencias, que desgraciadamente están demasiado presentes en nuestra sociedad de hoy, en la vida social, en la vida política, y cuidado que por algunas rendijas se nos vaya metiendo en nuestra vida de fe, como si fueran valores también de nuestra vida cristiana.

Es tan bonito el respeto que debemos tenernos los unos a los otros. Nuestro amor cristiano siempre tiene que ser constructivo, sembrador de vida y de esperanza. Algún día podremos recoger los buenos frutos.

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