Es
tan bonito el respeto que debemos tenernos los unos a los otros porque nuestro
amor cristiano siempre tiene que ser constructivo, sembrador de vida y de
esperanza
Sabiduría 12, 13. 16-19; Sal 85;
Romanos 8, 26-27; Mateo 13, 24-30
También nos
volvemos nosotros exigentes y radicales muchas veces en la vida como el que quería arrancar la cizaña. ¿Qué nos
sucede cuando nos llevan la contraria? ¿Cuál es la actitud y la postura que
muchas veces mantenemos dentro de nosotros cuando vemos a alguien que está
haciendo algo que nosotros no nos parece lo correcto y desde nuestra manera de
ver las cosas pensamos que está haciendo daño a la sociedad, por ejemplo? ¿Cómo
reaccionamos contra los que consideramos injustos, que hacen daño a los demás,
que quisiéramos quitarlos de un plumazo de la sociedad en la que estamos? Con
nuestras ideas, con nuestro pensamiento de rectitud, al menos creemos que
nosotros andamos en lo cierto y en lo justo, queremos arrancar la semilla de la
cizaña, queremos quitarlos de en medio.
¿Alguna vez
nos miramos a nosotros mismos? Si con sinceridad lo hacemos nos damos cuenta de
los errores que cometemos, de las cosas que hacemos mal, y para nosotros
pedimos comprensión y paciencia que yo cambiaré, nos decimos, paciencia y
comprensión que no tenemos nunca con los demás. Si el actuar de Dios fuera como
nosotros pensamos en esta línea que estamos reflexionando, ya nos hubiera
quitado a nosotros de un plumazo, pero ¡cuánta paciencia ha tenido Dios con
nosotros para esperar, para perdonarnos una y otra vez esperando que demos el
cambio! Si hubiera arrancado la mala cizaña, ¿dónde estaríamos nosotros ahora?
Es lo que nos
está proponiendo Jesús hoy en el evangelio con la parábola que nos ofrece. Un
hombre sembró buena semilla en su campo, pero vino el enemigo que no lo quería
y mientras dormía en el mismo campo, en medio de aquella buena semilla, sembró
cizaña. Nacerían a un tiempo, el parecido de las plantas en su crecimiento es
mucho, aunque se pueden bien distinguir, pero cuando los criados le hablan de
arrancar la cizaña, les dice que hay que esperar hasta el tiempo de la ciega;
ahora podríamos arrancar las plantas buenas junto con las malas, en la hora de
la cosecha ya se podrá diferenciar. La paciencia del buen agricultor.
La paciencia
de Dios en nuestra vida que siempre está esperando una buena respuesta de
nuestra parte. Nuestra paciencia que algunas veces damos por desaparecida. Será
nuestra paciencia, o será el modo de cultivar nuestro campo, el modo de
cultivar nuestra vida. Para que no haya confusión. Para que no demos por bueno aquello
que no lo es pero que lo aparenta; cuantas veces nos creamos esas confusiones;
cuántas veces hacemos tantas mezcolanzas en nuestra vida; cuántas veces nos
dejamos confundir por las apariencias, o permitimos que las apariencias en
nuestra vida que aparecen con nuestras vanidades pueden confundir a los demás.
No somos
iguales, no todos pensamos lo mismo, no todos nos planteamos la vida de la
misma manera, no siempre aparece esa rectitud y esa madurez en nuestra vida
para discernir, para diferenciar, para no dejarnos contagiar. Es un gran
peligro. Pero así es la vida y así es nuestro mundo. Así andamos con nuestras
diferencias y hasta con nuestros caminos opuestos. Pero siempre tenemos que
saber dar una oportunidad, otra oportunidad.
Tenemos que
encender luces que iluminen, no podemos dejarnos llevar por las ilusiones,
tenemos que tener claro cuáles son nuestros principios y cuál es la meta que
esperamos alcanzar. Siempre tenemos que estar abiertos para que el otro pueda
descubrir esa luz, pueda encontrarse con esa luz; es una hermosa tarea.
No somos
nadie para destruir, y menos destruir la vida de nadie, pero si tenemos que
estar abiertos a la esperanza y con nuestro testimonio hacer que todos un día
puedan encontrar esa luz.
No nos sirven
los radicalismos. Están apareciendo demasiado en nuestra sociedad en un lado y
en otro; queremos imponer y si no nos aceptan apartamos, queremos arrastrar las
fichas fuera de la mesa de juego.
No nos sirven
las intransigencias, que desgraciadamente están demasiado presentes en nuestra
sociedad de hoy, en la vida social, en la vida política, y cuidado que por
algunas rendijas se nos vaya metiendo en nuestra vida de fe, como si fueran
valores también de nuestra vida cristiana.
Es tan bonito
el respeto que debemos tenernos los unos a los otros. Nuestro amor cristiano
siempre tiene que ser constructivo, sembrador de vida y de esperanza. Algún día
podremos recoger los buenos frutos.
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