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martes, 10 de enero de 2023

Todo lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación y sus signos son las obras del amor

 


Todo lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación y sus signos son las obras del amor

Hebreos 2,5-12; Sal 8; Marcos 1,21-28

‘Esto se hace así porque lo digo yo y no hay más que hablar’. Así queremos manifestar nuestra autoridad, no hay más palabras ni razonamientos. Es la imposición. Así nos mostramos en muchas ocasiones. Todavía quedan estilos de estos en la sociedad en la que vivimos.

Pero hoy contemplamos en el evangelio cómo Jesús ya desde el comienzo de su predicación se muestra con autoridad. Es otra la autoridad de Jesús. Así lo reconocen. Es un modo nuevo de hablar. Estaban acostumbrados a los maestros de la ley que solo hablaban como de cosas aprendidas de memoria; no era algo que les saliera de su vida, que les saliera del corazón. Y con quien Jesús muestra con más firmeza su autoridad es el mal, con el espíritu maligno.

A eso ha venido. Anuncia el Reino de Dios con la gran noticia que todos han de creer. Pero no son solo palabras, da señales de ese Reino de Dios. Serán sus signos y milagros, pero es más bien lo que nos quiere mostrar con esos signos. La gente dirá de El que nadie ha hablado igual, con esa autoridad. Los signos que realiza son las señales de que ese reino de Dios ha llegado, porque todo ha de irse transformando, porque el mal hay que irlo arrancando como mala hierba que no queremos dejar en nuestros campos, en nuestra vida. Es la autoridad de Jesús.

Lo hace Jesús con autoridad porque su palabra es clara; lo hace Jesús con autoridad por los signos y señales que se van manifestando. Lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación. Y así se manifiesta. Así lo muestra con las señales que se van produciendo alrededor de El. Es la autoridad de quien es la luz verdadera; es la autoridad que nos manifiesta el verdadero rostro de Dios en el amor y en la misericordia. Son los signos del amor.

Allí hay un hombre poseído del espíritu del mal, y que incluso reconoce la presencia salvadora de Jesús, pues le grita como oponiéndose. Jesús simplemente le dice: Sal de él. Quiere arrancar el mal de lo más hondo de nosotros mismos. Es su misión de salvación. Es la acción que tenemos que dejar que Jesús realice en nosotros. Aquel hombre de la sinagoga poseído del espíritu inmundo parece que lo rechaza, pero Jesús con su autoridad liberará a aquel hombre de la posesión del maligno.

Decimos nosotros que no rechazamos, si se diera el caso. Primero que no queremos reconocer el mal que hay en nosotros y nos domina, no queremos acogernos a la salvación que Jesús nos ofrece. No decimos que rechazamos, pero sí rehuimos, porque no queremos reconocer ese mal. Esa es para otros, nos decimos tantas veces. Y aunque incluso nos acercamos al sacramento de la Penitencia donde Jesús quiere liberarnos de todo mal, sin embargo ignoramos ese mal que hay en nosotros y la presencia de Jesús que viene a liberarnos. Nos contentamos con decir que nos ha perdonado, pero no damos señales de nueva vida.

¿No nos estará sucediendo que no queremos escuchar con todas sus consecuencias la primera buena nueva que Jesús nos ha anunciado? Había creer en esa buena noticia de Jesús, pero teníamos que reconocer que somos pecadores y necesitamos de conversión y de perdón. Sin ese paso del reconocimiento de nuestra condición de pecadores no habrá nada para nosotros.

Jesús nos ofrece, somos nosotros los que hemos de darnos cuenta de que necesitamos eso que nos ofrece Jesús. Ponernos a tiro de la salvación. Alguien puede estar en un precipicio donde todo se derrumba bajo sus pies, pero él puede estar diciendo que no pasa nada, que eso a él no le afecta, pero se derrumba y él terminará perdiéndose en medio de aquellos escombros.

Dejémonos mirar por Cristo, dejémonos que nos sane y que nos salve, dejemos que se meta en nuestro interior y nos transforme, dejemos que su sombra de vida caiga sobre nosotros para llenarnos de luz, dejemos que ponga su mano sobre nosotros y nos levante de nuestra debilidad, dejémonos perdonar por Jesús para que tengamos vida para siempre.

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