Una
Buena Noticia recorre las aldeas y ciudades de Galilea que como un rayo de luz
que ilumina las sombras despertando una nueva esperanza y moviendo a conversión
los corazones
Hebreos 1,1-6; Sal 96; Marcos 1,14-20
Hoy las
noticias las tenemos en la palma de la mano, podemos decir, porque tenemos
multitud de medios a nuestro alcance de manera que lo que sucede al otro lado
del mundo casi de inmediato podemos tenerlo en nuestras manos. Ya uno va siendo
mayor y recuerda otros tiempos; recuerdo de niño, que fue la época de la
emigración de nuestras gentes de Canarias a Venezuela, cuando emigraba algún
familiar tardábamos muchos días y semanas para tener noticias de él, y siempre estábamos
al tanto con nuestros vecinos por si a alguno le llegaban cartas de algún
familiar emigrado, saber lo que podían decir y las noticias que pudieran
traernos también de nuestros propios familiares. Lo viví en propia carne en mi
niñez. Y cuando se recibía alguna noticia agradable corría como pólvora entre
vecinos y familiares porque todos andábamos ansiosos de esas buenas noticias.
El diluvio de
noticias que ahora nos llegan continuamente de todas partes de alguna manera
casi nos han insensibilizado para escuchar con agrado alguna buena noticia que
nos pudiera llegar, aunque siempre queda esa inquietud dentro de nosotros,
porque todavía cuando suceden cosas buenas en nuestro entorno pronto corren
esas buenas noticias y todos queremos participar de esa alegría, aunque nos
pareciera que a nosotros no nos afecta tanto, y es donde puede aparecer esa
insensibilidad.
Hago
referencia a esto para apreciar y valorar la alegría y la esperanza que había
despertado sobre todo en los habitantes de Galilea el comienzo de la
predicación de Jesús. Un nuevo profeta había aparecido entre ellos. Aun quedaba
reciente la presencia de Juan en el Jordán que también había desbordado un río
de gentes de todas partes que acudían a escucharle y se convertían en sus discípulos.
Ahora nos dice el evangelista que Juan había sido encarcelado y es el momento
en que aparece aquel profeta de Nazaret.
‘Se ha
cumplido el tiempo, proclama, y está cerca el Reino de Dios’. algo nuevo va a
comenzar y aquellas gentes envueltas en
mil miserias, sometidas al dominio de un país extranjero, que habían ido
alimentando una esperanza de siglos en un Mesías Salvador que les iniciara en
una nueva vida, ahora parecía que despertaban a algo nuevo. ‘Está cerca el
Reino de Dios’, escuchaban en el anuncio que se convertía para ellos en una
buena noticia. Todo había de cambiar y por eso se les pide que comiencen por
cambiar desde lo hondo de sus corazones.
‘Convertíos y creed en esa Buena Noticia’.
Y la Buena
Noticia era Jesús que comenzaba su predicación. Y la Buena Noticia era lo que
Jesús les anunciaba de ese mundo nuevo, de ese Reino de Dios que llegaba. Todo
podía tener, es cierto, diversas interpretaciones, porque mucho habían
politizado su situación y no terminaban de comprender el alcance que tenía ese
Reino de Dios que Jesús les anunciaba. Pero era como un rayo de luz lo que
atravesaba aquellas llanuras y valles de Galilea con la presencia, la palabra y
los signos de Jesús.
Y Jesús
comenzaba a invitar a algunos de forma directa a meterse de lleno en esa tarea.
Por allá va comprometiendo gente y hoy le vemos llamar a Simón Pedro y a su
hermano Andrés, a Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo. Son pescadores y les
invita y compromete a otra pesca, a echar las redes en otros mares. Y ellos que
sentían también esa inquietud en el corazón creen en Jesús y se van con El,
aunque todavía no tienen claro el alcance de aquella decisión de seguir a
Jesús. Pero ya había disponibilidad en sus corazones para creer esa buena
noticia que les llegaba con Jesús.
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