Hay
respuestas que tenemos que elaborar por nosotros mismos traduciéndolo a nuestra
forma de vivir, así tiene que ser siempre nuestra respuesta de fe
Ageo 2, 1-9; Sal 42; Lucas 9,18-22
A veces hay preguntas a las que nos
cuesta responder. Tenemos que definirnos, tenemos que aclararnos, con nuestra
respuesta vamos a manifestar de qué lado estamos, en ocasiones no tenemos las
cosas claras y preferimos mirar para otro lado, hacernos sordos a esas
preguntas que nos comprometen, dar largas con respuestas vagas, o acaso
responder con lo que nos parece que es la respuesta de que quien nos pregunta y
que le agradaría encontrar en nuestros labios. Pero al final terminamos no definiéndonos.
¿Cobardía? ¿Ignorancia y no tener las
cosas claras? ¿Escurrir el bulto como se suele decir? Mucho de todo esto puede
haber, pero puede estar indicando una pobreza de nuestra vida.
Hoy Jesús les plantea unas preguntas
serias a los discípulos. O más bien tendríamos que decir que Jesús nos plantea
a nosotros unas preguntas serias. Pregunta para empezar porque le cuenten lo
que la gente opina de él, pero como quien no quiere la cosa hace la pregunta
directa que sí es difícil de responder. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’
Responder comentando lo que dice la
gente no es difícil, para eso hay siempre respuestas fáciles, porque además no
nos comprometen, porque solo estamos reflejando lo que los otros pueden pensar
y en eso no queremos entrar. Pero cuando la pregunta es directa, como la que
hace Jesús, no nos podemos poner a mirar para otro lado, sino que tenemos que
definirnos. En aquella ocasión les salvó la campana, como se suele decir, les
salvó que siempre Pedro se adelanta y sí que dijo cosas interesantes. Claro que
cuando luego Jesús les quiso explicar bien lo que significaba la respuesta de
fe de Pedro, ya comenzaron a recular y hasta Pedro se pondría a decir que esas
cosas a Jesús no le podían pasar; Jesús les había anunciado pasión y muerte,
les había hablado del sentido de la Pascua que iban a subir a celebrar a
Jerusalén y ellos no querían entender, no entraba eso en el planteamiento de
sus vidas.
Hay preguntas que nos hacen pensar.
Decía alguien que el que pregunta es porque piensa; en este caso tenemos que
decir que es la respuesta que tenemos que dar donde tenemos que manifestar que
pensamos de verdad. Y a esa pregunta directa que Jesús nos está haciendo en el
hoy y ahora que estamos escuchando su Palabra no nos vale responder con
respuestas del catecismo aprendidas de memoria. Bien que recordamos los mayores
como teníamos que aprendernos de memoria, al pie de la letra, el catecismo para
que siempre pudiéramos responder con las palabras acertadas. Pero podían ser
solamente palabras aprendidas de memoria; hoy se nos pide que las palabras que
pronunciemos, la respuesta que demos sea algo salido del corazón, es más, sea
algo de verdad plasmado en nuestra vida.
¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué es Jesús
para ti? Es importante que nos planteemos el quien o el qué, porque en eso
puede estar lo que nosotros realmente vivamos. Es quien, pero es el qué de cómo
nosotros lo vivimos. Es el quien que se tiene que hacer vida en nosotros. No
son solo palabras bonitas lo que se nos pide, sino unas actitudes nuevas, una
vida nueva, un sentido de vivir, un compromiso real con la vida y con los demás,
unas vivencias que nos hacen tener unos sentimientos distintos, una mirada
distinta, es un nuevo vivir.
Podemos repetir con toda facilidad las
mismas palabras de Pedro ‘el Mesías de Dios’, el Cristo, el Hijo de Dios
vivo, pero tenemos que preguntarnos y eso cómo se va a traducir en nuestra
vida, en nuestros comportamientos, en nuestras actitudes, en la manera de mirar
la vida y de mirar a los demás, en nuestros compromisos. Es decir, sí, que es
nuestra salvación, que Cristo murió por nosotros, pero tiene que ser luego el
vivir esa salvación, porque tenemos una nueva manera de vivir, porque nos
dejamos impregnar por el evangelio y eso se va a tener que reflejar en muchas
cosas de mi vida. Será comenzar a vivir con toda intensidad todo lo que es el
Reino de Dios anunciado por Jesús. No será hacer una bonita confesión de fe con
nuestras palabras, mientras en la vida seguimos con nuestras rutinas, con
nuestras vanidades, con nuestras ambiciones, con nuestros orgullos, con una
falsedad de vida.
Y esa respuesta tiene que elaborarla
uno por si mismo; soy yo, eres tú el que tienes que traducirlo a tu manera de
vivir. No cubrimos nuestra vida con palabras bonitas, sino que nos impregnamos
desde lo más hondo de la profundidad de la vida de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario