Tenemos
que discernir bien cuál es la inquietud que se despierta en nuestro corazón
ante los acontecimientos del día a día de nuestra vida
Ageo 1, 1-8; Sal 149; Lucas 9, 7-9
Sucede algo fuera de lo común,
comienzan a circular rumores de cosas extraordinarias que nos dicen que están
pasando, nos hablan de una persona que nos dicen que está ejerciendo una cierta
buena influencia en algunos y nos entra la curiosidad, queremos verlo, queremos
conocerlo de primera mano, queremos saber qué es lo que hay de verdad en lo que
nos cuentan, o simplemente sentimos la curiosidad por ver aquello que pudiera
ser un espectáculo. Cuántas veces vemos colas interminables o de vehículos o de
personas que quieren acceder a un lugar porque les han dicho que ha sucedido
algo extraordinario.
No sé si podremos meterlo en esta
categoría pero en los acontecimientos de estos días en nuestras islas con el
nuevo volcán ya las autoridades estaban diciendo a los vecinos de los pueblos
limítrofes que se quedaran en sus casas y que no produjeran atascos sobre todo
en la noche porque querer ver el espectáculo del volcán porque podrían impedir
desalojos que fueran necesarios; ya he escuchado de gente que se quiere
trasladar de una isla a otra simplemente por ver el espectáculo; claro que
habría que pensar si el espectáculo – no es algo que podamos ver todos los días,
es cierto – es lo importante o las tragedias que se están produciendo en muchas
familias con lo que va arrasando la lava a su paso.
Nos movemos muchas veces en la vida
simplemente por la curiosidad, pero nos podemos quedar quizás en lo
superficial. Es buena la curiosidad porque despierta también en nosotros deseos
de más y de mejor y muchos de los avances de la vida surgen de esas
curiosidades que luego se pueden convertir en cosas bien serias. ¿Habrá en
verdad algo más hondo en nosotros que nos motive a un crecimiento personal, a
un desarrollo de nuestras posibilidades poniendo en juego nuestros valores y
capacidades, o hacer algo para que nuestro mundo sea mejor?
Quizás se van entremezclando muchas
ideas y conceptos en esta reflexión que me estoy haciendo y ofreciendo. Ha
surgido todo esto dentro de mí desde algo que se nos dice en el evangelio que
hoy se nos ofrece. Habían llegado rumores y noticias a Herodes de lo que Jesús
iba haciendo por Galilea. A un gobernante sabemos que noticias así, donde
incluso hay movimientos de gentes de un lado para otro, entusiasmadas en este
caso por el nuevo profeta que ha aparecido en Galilea, son cosas que les
inquietan y les hacen sentir alguna preocupación.
A Herodes esta aparición de Jesús
predicando, haciendo milagros, curando a los enfermos, despertando esperanza en
el corazón de aquellas gentes le hizo por un lado que su conciencia se
inquietara por lo que había hecho con otro profeta que había aparecido en las
orillas del Jordán, Juan el Bautista. Aunque en algún lugar se manifiesta que
Herodes escuchaba con gusto a Juan, sin embargo sabemos que por las intrigas de
la mujer con la que vivía lo había metido en la cárcel y al final lo había degollado.
La conciencia no la podía tener tranquila a pesar de la superficialidad con que
vivía su vida. La aparición de Jesús predicando algo semejante a lo que Juan
había hecho en el desierto, le inquieta mucho más y siente también deseos de
conocer a Jesús.
Sabemos que no prestará atención Jesús
a estos deseos de Herodes, porque incluso en una ocasión le dicen que Herodes
le está buscando y Jesús, como diríamos ahora, pasa de él. También Jesús con su
actitud mostrará su rechazo al modo de vida de Herodes, porque cuando es
enviado preso por Pilatos hasta Herodes, Jesús no pronunciará palabra en su
presencia por más que incluso Herodes se lo tomase como una diversión. Trataría
de loco a Jesús.
Pero creo que lo que hoy tenemos que ir
escuchando en nuestro corazón es ver cual es realmente la inquietud que
nosotros sentimos en nuestro corazón. ¿Vivimos y nos dejamos llevar y arrastrar
simplemente por la curiosidad y por la superficialidad? Ante lo que vamos
descubriendo de Jesús ¿cuál es nuestra postura? Ante el evangelio que
escuchamos ¿qué es lo que sentimos en nuestro interior? Cuando leemos la
Escritura Santa, la Biblia, ¿qué es lo que realmente buscamos? Cuando
escuchamos la predicación que nos ofrece la Iglesia ¿a qué le prestamos
atención? Cuando contemplamos los acontecimientos que suceden en nuestro
entorno ¿seremos capaces de discernir si en ellos el Señor también nos está
hablando y pidiendo algo? Cuando vemos las tragedias que se producen en muchas
personas, debido quizás a esos mismos acontecimientos, ¿cuáles son los
sentimientos que se provocan y despiertan en nuestro corazón?
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