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jueves, 23 de septiembre de 2021

Tenemos que discernir bien cuál es la inquietud que se despierta en nuestro corazón ante los acontecimientos del día a día de nuestra vida

 


Tenemos que discernir bien cuál es la inquietud que se despierta en nuestro corazón ante los acontecimientos del día a día de nuestra vida

Ageo 1, 1-8; Sal 149; Lucas 9, 7-9

Sucede algo fuera de lo común, comienzan a circular rumores de cosas extraordinarias que nos dicen que están pasando, nos hablan de una persona que nos dicen que está ejerciendo una cierta buena influencia en algunos y nos entra la curiosidad, queremos verlo, queremos conocerlo de primera mano, queremos saber qué es lo que hay de verdad en lo que nos cuentan, o simplemente sentimos la curiosidad por ver aquello que pudiera ser un espectáculo. Cuántas veces vemos colas interminables o de vehículos o de personas que quieren acceder a un lugar porque les han dicho que ha sucedido algo extraordinario.

No sé si podremos meterlo en esta categoría pero en los acontecimientos de estos días en nuestras islas con el nuevo volcán ya las autoridades estaban diciendo a los vecinos de los pueblos limítrofes que se quedaran en sus casas y que no produjeran atascos sobre todo en la noche porque querer ver el espectáculo del volcán porque podrían impedir desalojos que fueran necesarios; ya he escuchado de gente que se quiere trasladar de una isla a otra simplemente por ver el espectáculo; claro que habría que pensar si el espectáculo – no es algo que podamos ver todos los días, es cierto – es lo importante o las tragedias que se están produciendo en muchas familias con lo que va arrasando la lava a su paso.

Nos movemos muchas veces en la vida simplemente por la curiosidad, pero nos podemos quedar quizás en lo superficial. Es buena la curiosidad porque despierta también en nosotros deseos de más y de mejor y muchos de los avances de la vida surgen de esas curiosidades que luego se pueden convertir en cosas bien serias. ¿Habrá en verdad algo más hondo en nosotros que nos motive a un crecimiento personal, a un desarrollo de nuestras posibilidades poniendo en juego nuestros valores y capacidades, o hacer algo para que nuestro mundo sea mejor?

Quizás se van entremezclando muchas ideas y conceptos en esta reflexión que me estoy haciendo y ofreciendo. Ha surgido todo esto dentro de mí desde algo que se nos dice en el evangelio que hoy se nos ofrece. Habían llegado rumores y noticias a Herodes de lo que Jesús iba haciendo por Galilea. A un gobernante sabemos que noticias así, donde incluso hay movimientos de gentes de un lado para otro, entusiasmadas en este caso por el nuevo profeta que ha aparecido en Galilea, son cosas que les inquietan y les hacen sentir alguna preocupación.

A Herodes esta aparición de Jesús predicando, haciendo milagros, curando a los enfermos, despertando esperanza en el corazón de aquellas gentes le hizo por un lado que su conciencia se inquietara por lo que había hecho con otro profeta que había aparecido en las orillas del Jordán, Juan el Bautista. Aunque en algún lugar se manifiesta que Herodes escuchaba con gusto a Juan, sin embargo sabemos que por las intrigas de la mujer con la que vivía lo había metido en la cárcel y al final lo había degollado. La conciencia no la podía tener tranquila a pesar de la superficialidad con que vivía su vida. La aparición de Jesús predicando algo semejante a lo que Juan había hecho en el desierto, le inquieta mucho más y siente también deseos de conocer a Jesús.

Sabemos que no prestará atención Jesús a estos deseos de Herodes, porque incluso en una ocasión le dicen que Herodes le está buscando y Jesús, como diríamos ahora, pasa de él. También Jesús con su actitud mostrará su rechazo al modo de vida de Herodes, porque cuando es enviado preso por Pilatos hasta Herodes, Jesús no pronunciará palabra en su presencia por más que incluso Herodes se lo tomase como una diversión. Trataría de loco a Jesús.

Pero creo que lo que hoy tenemos que ir escuchando en nuestro corazón es ver cual es realmente la inquietud que nosotros sentimos en nuestro corazón. ¿Vivimos y nos dejamos llevar y arrastrar simplemente por la curiosidad y por la superficialidad? Ante lo que vamos descubriendo de Jesús ¿cuál es nuestra postura? Ante el evangelio que escuchamos ¿qué es lo que sentimos en nuestro interior? Cuando leemos la Escritura Santa, la Biblia, ¿qué es lo que realmente buscamos? Cuando escuchamos la predicación que nos ofrece la Iglesia ¿a qué le prestamos atención? Cuando contemplamos los acontecimientos que suceden en nuestro entorno ¿seremos capaces de discernir si en ellos el Señor también nos está hablando y pidiendo algo? Cuando vemos las tragedias que se producen en muchas personas, debido quizás a esos mismos acontecimientos, ¿cuáles son los sentimientos que se provocan y despiertan en nuestro corazón?

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