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lunes, 16 de agosto de 2021

Aspiremos a lo mejor aunque nos cueste mucho superarnos, desterremos tantos miedos que se nos meten en la vida y no nos quedemos en el entusiasmo de un momento

 


Aspiremos a lo mejor aunque nos cueste mucho superarnos, desterremos tantos miedos que se nos meten en la vida y no nos quedemos en el entusiasmo de un  momento

Jueces 2,11-19; Sal 105; Mateo 19,16-22

El entusiasmo a veces nos traiciona. Cuantas veces habremos visto a alguien tan ilusionado con los proyectos que tiene, con sus sueños, que parece que se va a tragar el mundo. Está dispuesto a hacer maravillas, en sus sueños ve las soluciones fáciles para los problemas que se le puedan presentar, se siente fuerte y entusiasmado y trata de arrastrarnos a nosotros también con su entusiasmo. Quizás podemos ser más pesimistas, vamos de cansados por la vida, tenemos el peso de sueños que no logramos, de fracasos que hemos tenido y nos hieren en lo más hondo, y nos ponemos quizás a la expectativa de lo que pudiera suceder, de ver cómo le van a salir las cosas a nuestro amigo con sus sueños.

¿Tendríamos que alentarlo? ¿Tendríamos que hacerle ver la realidad? ¿Tendríamos que creer en él y que es posible la realización de todo lo que lleva en su cabeza? Algunas veces no sabemos bien qué hacer. También nos creemos buenos y más o menos hemos querido ir haciendo las cosas con cierta madurez y sensatez, pero cuando nos pidieron un paso más adelante cogimos miedo, no fuimos capaces de lanzarnos, nos quedamos cortos en la diana a la que tendríamos que haber aspirado conseguir.

Hoy se acerca alguien a Jesús que viene con entusiasmo atraído quizás por las palabras y los signos que Jesús va realizando. ‘¿Qué tengo que hacer de bueno para heredar la vida eterna?’ es la pregunta que le plantea a Jesús. Hay buena voluntad, hay buenos deseos. Quiere alcanzar aquello que Jesús les está proponiendo cuando les anuncia el Reino de Dios. Tiene además un corazón bueno. Cuando Jesús le dice que cumpla con los mandamientos, ahí está lo que es la voluntad de Dios, aquel joven dirá que eso lo ha cumplido desde siempre. Un joven que ha sido bien educado en su fe y en su religiosidad, un joven con una rectitud admirable en su vida pues el cumplimiento de los mandamientos ha sido el pan nuestro de cada día.

Es ahora cuando Jesús le lanza a metas más altas. Ha de pasar por el desprendimiento de todo, un vaciarse totalmente de si mismo desde su yo hasta todas aquellas cosas que posee que pueden ser apegos en el corazón. ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo - y luego ven y sígueme’. Y es aquí donde se desinfló.

Aquello que posee no es que sean cosas malas; son los bienes obtenidos fruto de su trabajo, es lo que haya podido recibir de sus padres, son las cosas que posee para su uso y disfrute en su vida normal de cada día. No es malo. Pero a un corazón grande como Jesús vislumbra en aquel joven se le puede pedir dar un salta adelante. Hay inquietud en su corazón, tiene deseos también de seguir a Jesús, ha vivido una vida de fidelidad en el cumplimiento de los mandamientos del Señor, pero aquel joven está llamado a algo más, a algo grande. Ese tesoro no se puede quedar apegado a su corazón sino que tiene que ser un tesoro que ha de saber guardar en el cielo. Para eso ha de desprenderse de todo para compartir todo.

¿Podremos dar ese paso adelante que se nos pide? Cuantas veces nos llenamos de dudas y de miedos en nuestro interior cuando vemos la posibilidad de hacer algo mejor y distinto. Siendo incluso buenos y haciendo las cosas bien podemos tener la tentación de acomodarnos, de caer en la rutina, de no intentar buscar algo nuevo y distinto, de mejorar incluso aquello que ya tenemos.

Nos sucede en muchos aspectos de la vida en que preferimos la comodidad de lo que ya estábamos acostumbrados a hacer, que intentar algo nuevo y que puede ser mejor. Nos sucede desgraciadamente en el camino de nuestra vida cristiana en que ya no aspiramos a la perfección sino a hacer las cosas como siempre las hemos hecho.

Y quizá hay unos tesoros escondidos en nuestro interior que no somos capaces de sacar a flote y ponerlos a producir. No enterremos los talentos. Aspiremos a lo mejor, a la perfección aunque nos cueste mucho superarnos en tantas cosas. Desterremos de nosotros tantos miedos que se nos meten en la vida. No nos quedemos en el entusiasmo de un  momento que se puede apagar sino que tengamos verdaderas ansias de crecimiento.

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