En la
fiesta de la Asunción nos alegramos los hijos en la glorificación de la Madre y
al tiempo sentimos el estímulo de María como un faro de luz que ilumina nuestra
esperanza
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab; Sal
44; 1Corintios 15, 20-27ª; Lucas 1, 39-56
Celebramos hoy una fiesta muy hermosa de la Virgen que se traduce en numerosas advocaciones con las que queremos invocarla en multitud de pueblos y lugares. Comienzo por mi tierra en que hoy la celebramos como patrona de nuestras islas, de todo el archipiélago en su advocación de Nuestra Señora de Candelaria, aunque como fiesta propia de esta advocación la tenemos el dos de febrero.
Sin embargo en nuestras islas y sobre todo en la isla de Tenerife todos los caminos conducen estos días a Candelaria; si no hubiera sido por la pandemia que limita nuestros movimientos y encuentros desde hace días nos hubiéramos encontrado por los caminos de la isla peregrinos que se dirigirían a la Basílica de la Patrona.
No voy a entrar en otras numerosas
advocaciones con que invocamos a la Virgen en este día en tantos lugares y en
tantos pueblos, sino vamos a centrarnos en lo que litúrgicamente celebramos en
este día. Hoy es el día, podríamos decirlo así, del triunfo pascual de María
cuando celebramos su gloriosa Asunción en cuerpo y alma a los cielos. Es la culminación
de la vida de María y de su plena unión con Jesucristo, su Hijo y nuestro
Salvador. Si Jesús nos dijera un día que quería que donde El estuviera
estuviéramos nosotros también y por eso va al Padre y nos prepara sitio, qué
podríamos decir de lo que Jesús querría para su Madre María.
El final del decurso de su vida terrenal
culmina con esta glorificación de María en que Cristo quiere hacerla a Ella
como primicia partícipe de su misterio de Redención. La había hecho toda pura e
inmaculada en su Concepción porque iba a ser la Madre de Dios en virtud de los
méritos de Jesucristo, como confesamos en los artículos de nuestra fe, como no
la va a hacer partícipe de su resurrección en su glorificación en cuerpo y alma
a los cielos.
Y decimos que ella es como primicia,
porque es el camino al que estamos llamados todos los que creemos en Jesús.
María, siempre lo decimos, es el mejor modelo de lo que es el seguimiento de
Jesús. Así plantó ella en su vida la Palabra de Dios. Era como su lema y como
su meta. Aquellas palabras que pronuncia ante el ángel en Nazaret no fueron
fruto solo del fervor de un momento incluso con todo lo sublime que era aquel
instante de la Encarnación, pero si ella fue capaz de decir ‘hagase en mi según
tu palabra’, es porque ella ya en su vida se había dejado envolver
totalmente por la Palabra de Dios. ‘Dichosos los que escuchan la Palabra de
Dios y la ponen en práctica’, la plantan en su vida diría Jesús, lo que era
como una alabanza a su madre, la que así se había dejado conducir por la
Palabra de Dios.
¿Cómo no iba ella a prorrumpir en ese
cántico de alabanza y acción de gracias a Dios que en ella había hecho obras
grandes, fijándose en la humildad de su esclava? Solo quien vivía una
espiritualidad profunda porque se había dejado traspasar por el Espíritu podía
ser capaz de pronunciar tan hermoso cántico.
Un cántico que además se convierte en
profético porque irá describiendo como todo se transforma y transfigura cuando
nos dejamos inundar por la misericordia del Señor y nos dará las señales de ese
mundo nuevo que va a surgir y que es el Reino de Dios. Un mundo donde son
exaltados los humildes, un mundo que nos ofrecerá un orden nuevo donde los
pobres y los hambrientos serán saciados mientras que aquellos que se
consideraba a sí mismos hartos ahora se sentirán vacíos. Es todo un resumen del
mensaje del evangelio, un resumen de la buena nueva del Reino de Dios que
comienza.
Hoy con esta fiesta de la Asunción de
María sentimos el gozo de los hijos cuando ven la gloria de la Madre, su glorificación
al ser llevada en cuerpo y alma a los cielos. Es un momento para felicitarnos
con María al tiempo que en ella nos sentimos estimulados en nuestro camino, y
con ella renacen nuestras esperanzas. María viene a ser así como un impulso
para nuestro camino y para nuestra esperanza; con la Asunción de María de
alguna manera nos quedamos como atónitos y estupefactos al contemplarla en su glorificación,
pero nos sentimos impulsados a seguir haciendo el camino donde queremos hacer
presente esas señales del Reino de Dios entre nosotros.
En ocasiones podemos sentir el
cansancio en nuestras luchas y en nuestros esfuerzos por hacer un mundo mejor,
nos sentimos quizás en momentos algo defraudados porque nos parece que el mal
avanza demasiado en medio de nuestro mundo, pero ahí está la presencia de la
madre que nos alienta, que se pone a nuestro lado en el camino, que nos impulsa
a dar un paso más, a poner un nuevo esfuerzo, a poner más ánimo en nuestro
corazón. Es lo que hacen las madres con los hijos que con su presencia les
alientan y les animan.
Así sentimos la presencia de María en
esta fiesta que hoy estamos celebrando. Mitiga nuestras lágrimas ante los
sinsabores de la vida y con su consuelo alivia nuestros corazones tantas veces
de mil maneras atormentados. Es aliento y es esperanza, es fuerza nueva que nos
da un nuevo impulso para caminar. En su imagen bendita de la Candelaria que hoy
los canarios de manera especial contemplamos la sentimos como un faro de luz,
en esa candela que lleva en sus manos, para ir delante de nosotros alumbrándonos
el camino y haciéndonos vislumbrar nuestras metas finales.
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