Jesús
nos enseña que busquemos lo que va a dar verdadera grandeza y dignidad a la
persona que es el amor, es su mandamiento principal
Rut 1,1.3-6 14b-16.22; Sal 145; Mateo
22,34-40
Siempre andamos con la pregunta, qué
tenemos que hacer, qué es lo más importante. No sé si es que no somos capaces
de dar prioridades, o de encontrarlas, o que algunas veces andamos como
mareados entre tantas normas y reglamentos, tantas leyes y tantas
prescripciones que terminamos siempre haciéndonos la pregunta.
Hoy es un maestro de la ley el que se
acerca a Jesús para hacer esa pregunta sobre lo fundamental. ‘¿Cuál es el
mandamiento principal de la ley?’ El tendría que saberlo, pues era maestro
en Israel y su misión era precisamente explicar la ley, pero quizá también se
encontrase mareado, como decíamos antes, ante tantas normas y preceptos.
¿Sería del grupo de los fariseos que
disfrutaban imponiendo normas y reglamentos sobre lo que tenían que hacer, o
hasta donde podían llegar con mil minuciosidades que lo que al final lo que hacían
era confundir a todo el mundo? Quizá la influencia de grupos como los de los
fariseos lo que hacían era crear confusión de manera que este doctor de la ley así
se viera confundido en su interior. Eran centenares y centenares de preceptos e
imposiciones que se convertían en una carga pesada. La multiplicidad de normas
y preceptos en lugar de ser un cauce fácil para el cumplimiento de la ley del
Señor se convertía en algo insoportable.
Jesús responde pronto a la petición,
repitiendo textualmente además, lo que estaba escrito en la ley. ‘Amarás al
Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este
mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley
y los Profetas’. Nos deja así un magnífico y breve resumen porque nos habla
del amor a Dios pero también del amor al prójimo.
No se entretiene Jesús aquí en
explicaciones. Las palabras de la ley del Señor están claras. Somos nosotros
ahora los que tenemos que ver cómo expresamos ese amor a Dios y cómo tendrá que
reflejarse en la vida; tendremos que ver nosotros qué es lo que entendemos como
prójimo y hasta donde vamos a llegar en ese amor al prójimo. Tenemos que amar y
amar con toda intensidad; tenemos que amar a Dios como tenemos que amarnos a
nosotros mismos, porque si no somos capaces de amarnos a nosotros mismos ¿cuál
va a ser el amor que le tengamos a los demás? Es la medida que Jesús nos está
poniendo, el cauce de lo que ha de ser nuestro amor.
¿Andaremos nosotros también haciéndonos
la misma pregunta de cuál es lo principal? Reconozcamos que tenemos que hacérnosla,
porque no sé si siempre estaremos buscando para cumplir lo que es lo principal.
Y es que cuando vamos buscando cumplimientos es que vamos buscando cosas que
hacer, como quien acumula méritos, como quien busca cosas satisfactorias, como
quien está buscando unos protocolos porque sabemos que si no nos salimos de
ellos haremos las cosas bien. Pero ¿no nos estaremos quedando en cosas externas
o en superficialidades? Como quien se pone ‘guapito’ exteriormente para
satisfacer su vanidad, mantener la apariencia y la forma mientras interiormente
estamos muy lejos de aquello que queremos representar.
Busquemos lo que va a dar verdadera
grandeza a la persona, que es el amor.
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