Nuestro
camino es un camino de humildad y de sencillez, bordado por los gestos
sencillos y humildes que nos hacen crecer en riqueza interior
Rut 2,1-3.8-11; 4,13-17; Sal 127; Mateo
23,1-12
Creo que con una cierta sensibilidad
podemos darnos cuenta fácilmente quien lleva algo en el corazón y quien va
vacío por dentro. Cuando buscamos solamente las apariencias, los halagos, las
alabanzas de los demás denotamos la superficialidad con que vivimos la vida y
que realmente no tenemos nada que ofrecer desde dentro de nosotros mismos. Podemos encontrar mucha gente así. Quieren
vivir al día, a lo que salga, queriendo probar todo para disfrutar de todo, lo
que significa que aun no han encontrado los verdaderos valores que den sentido
a su vida, que le den grandeza a su existencia.
Quizás querrán manifestarse más
cumplidores de los demás y con vanidad van enseñando las cosas que hacen para
encontrar los elogios que alimenten su ego, pero lo que hay es un vacío
interior. Para mantener su llamémosle prestigio hasta se volverán exigentes con
los demás, porque se sienten imbuidos de una autoridad ficticia que no tienen,
porque realmente no tienen nada que ofrecer de su propia vida vacía. Se querrán
mostrar como maestros cuando realmente su vida insulsa no nos da ninguna lección.
De estos nos previene hoy Jesús en el
evangelio. Son palabras fuertes las que escuchamos a Jesús contra los maestros
de la ley y contra los fariseos. Nos dirá Jesús que aprendamos la lección pero
que no los imitemos, porque caeríamos nosotros también esa vida vacía y hasta
sin sentido.
Y nos enseña la actitud que hemos de
tener hacia los demás. Por eso nos dice que no nos dejemos llamar ni padres ni
maestros. La expresión padre no era solo una referencia al progenitor, sino a
esa forma paternalista con que se presentaban los maestros de la ley y los
fariseos, que siempre consideraban a los demás en una escala inferior y se
mostraban como redentores que les enseñaban el verdadero camino. No es esa la
actitud que nosotros hemos de tener, porque en fin de cuentas todos somos discípulos
que tenemos que estar aprendiendo y nuestra manera de actuar es saber caminar
al lado y a la altura de los demás en una actitud humilde y generosa de
servicio.
Por eso nos habla Jesús que tenemos que
saber hacernos los últimos y los servidores de todos. Porque no vamos a
engrandecernos vanidosamente poniéndonos por encima de los demás sino siempre
con la actitud de servicio de quien ofrece lo mejor para los demás. Y aquello
que llevo en el corazón es lo que mejor puedo ofrecer a los otros. Será esa
disponibilidad y esa generosidad las que nos harán ricos de verdad por dentro,
y desde ese amor que llevamos en el corazón es cuando podemos ofrecer lo mejor
a los demás.
Nuestro camino es un camino de humildad y de sencillez, bordado por los gestos sencillos y humildes que nos hacen crecer en riqueza interior; cuanto más generosos seamos en nuestro compartir más riqueza espiritual se acumula en nuestro corazón con la que podemos en verdad enriquecer a los que están a nuestro lado. No será nunca camino de prepotencias ni vanidades, sino siempre de disponibilidad generosa que no nos importa vaciarnos de nosotros mismos con tal de engrandecer a los demás. Es maravilloso el camino que nos señala Jesús en el evangelio. Haciéndonos pequeños nos haremos verdaderamente grandes.
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