Acláranos,
Señor, el sentido de la parábola; acláranos todas esas cosas que no entendemos;
acláranos tu evangelio para poder sembrar esa semilla en nuestro corazón
Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28; Sal 102; Mateo
13, 36-43
Papá, eso no lo entiendo, ¿cómo es? explícamelo, le pide inocentemente y con confianza el hijo a su
papá aquellas cosas que va descubriendo pero que no entiende. Esto no lo
entiendo, ¿puede explicármelo un poco más? le pide el alumno a su profesor.
Yo no entiendo eso, aclárate, te dice el amigo cuando ha sucedido algo
que no entiende en sus relaciones, en su amistad, o en las cosas que suceden en
el entorno en que se mueven. Es la pregunta que hacemos a quien consideramos
persona de confianza y nuestro consejero, porque es cierto también que no todo
se lo preguntamos a cualquiera. La curiosidad innata de las personas les hace
buscar respuestas; queremos aprender, y si somos sinceros con nosotros mismos,
cada día podemos aprender algo nuevo, porque todo no nos lo sabemos. Es de
sabios – porque buscamos la sabiduría - ya el reconocerlo.
‘Acláranos la parábola de la cizaña
en el campo’, se acercaron los
discípulos a decirle a Jesús. En este capítulo trece del evangelio de san Mateo
hemos escuchado, distribuidas en varios días, el relato de varias parábolas.
Hoy cuando llegan a casa y ya están a solas los discípulos más cercanos con
Jesús le hacen la pregunta. Aunque Jesús habla en parábolas, ese lenguaje
sencillo para que todos entiendan, hay cosas que en ocasiones no terminan de
entrarnos en la cabeza y necesitamos una explicación mayor. Es lo que le están
pidiendo los discípulos a Jesús. Aquello de dejar que crecieran juntos la
cizaña y el trigo, no lo acaban de entender. No hace muchos días ya le hemos
ido comentando.
Hoy quería fijarme en esa actitud de
los discípulos de ir con confianza a Jesús para que les explique lo que no
entienden. Muchas veces nos sucede en el camino de nuestra vida cristiana, en
el camino de la Iglesia en la cual vivimos, o en los mismos acontecimientos que
suceden a nuestro alrededor que hay cosas que no entendemos. Y queremos
respuestas.
Pero algunas veces nos cerramos obtusos
en nuestras mentes y tenemos como miedo a abrirnos a algo nuevo que podríamos
descubrir y que de alguna manera nos revuelve nuestros planteamientos o nos
puede dar un buen revolcón a nuestra vida. en ocasiones tenemos la tentación de
dejar las cosas como están, no complicarnos la vida, quedarnos con nuestras
repetidas explicaciones, pues de alguna manera tenemos miedo al Espíritu del
Señor que se meta dentro de nosotros y nos provoque nuevas cosas, nuevas
posturas, nuevas actitudes, nuevas maneras de actuar.
Creo que los cristianos tenemos que
arriesgarnos a dejarnos conducir por el Espíritu del Señor. Es la señal de la
vida. Es la señal de la vitalidad de nuestro compromiso cristiano para saber
también dar respuesta a nuestro tiempo. Cada día es un tiempo nuevo y
necesitamos una renovación interior. Y los cristianos vivimos demasiado
anquilosados y nos volvemos solamente conservadores de unas tradiciones.
Manteniendo firme nuestra fe en Jesús
tenemos que hacer que el evangelio sea una nueva y buena noticia cada día para
nuestra vida. Solo podemos descubrirlo dejándonos conducir por el Espíritu del
Señor. Y es así como iremos dando respuesta, desde ese evangelio, desde esa
riqueza de la novedad del evangelio, a los planteamientos que tiene hoy nuestra
vida, nuestro mundo.
Por eso tenemos que crecer por dentro,
echar raíces profundas en el evangelio para que podamos tener una verdadera
espiritualidad. Si no buscamos esa profundidad nuestros tradicionalismos se
pueden convertir en rutinas, pero también las cosas nuevas que pretendamos
hacer se pueden quedar en novelerías superficiales. Dejándonos conducir por el
Espíritu eso nunca será así. ¡Cuánto tenemos que orar! ¡Cuánto tenemos que
coger el evangelio en nuestras manos para quedarnos en silencio delante del
Señor, para dejar que El nos hable al corazón!
Acláranos, Señor, el sentido de la
parábola; acláranos todas esas cosas que no entendemos; acláranos tu evangelio
para que podamos sembrar de verdad esa semilla en nuestro corazón.
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