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martes, 27 de julio de 2021

Acláranos, Señor, el sentido de la parábola; acláranos todas esas cosas que no entendemos; acláranos tu evangelio para poder sembrar esa semilla en nuestro corazón

 


Acláranos, Señor, el sentido de la parábola; acláranos todas esas cosas que no entendemos; acláranos tu evangelio para poder sembrar esa semilla en nuestro corazón

Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28; Sal 102; Mateo 13, 36-43

Papá, eso no lo entiendo, ¿cómo es? explícamelo, le pide inocentemente y con confianza el hijo a su papá aquellas cosas que va descubriendo pero que no entiende. Esto no lo entiendo, ¿puede explicármelo un poco más? le pide el alumno a su profesor. Yo no entiendo eso, aclárate, te dice el amigo cuando ha sucedido algo que no entiende en sus relaciones, en su amistad, o en las cosas que suceden en el entorno en que se mueven. Es la pregunta que hacemos a quien consideramos persona de confianza y nuestro consejero, porque es cierto también que no todo se lo preguntamos a cualquiera. La curiosidad innata de las personas les hace buscar respuestas; queremos aprender, y si somos sinceros con nosotros mismos, cada día podemos aprender algo nuevo, porque todo no nos lo sabemos. Es de sabios – porque buscamos la sabiduría - ya el reconocerlo.

‘Acláranos la parábola de la cizaña en el campo’, se acercaron los discípulos a decirle a Jesús. En este capítulo trece del evangelio de san Mateo hemos escuchado, distribuidas en varios días, el relato de varias parábolas. Hoy cuando llegan a casa y ya están a solas los discípulos más cercanos con Jesús le hacen la pregunta. Aunque Jesús habla en parábolas, ese lenguaje sencillo para que todos entiendan, hay cosas que en ocasiones no terminan de entrarnos en la cabeza y necesitamos una explicación mayor. Es lo que le están pidiendo los discípulos a Jesús. Aquello de dejar que crecieran juntos la cizaña y el trigo, no lo acaban de entender. No hace muchos días ya le hemos ido comentando.

Hoy quería fijarme en esa actitud de los discípulos de ir con confianza a Jesús para que les explique lo que no entienden. Muchas veces nos sucede en el camino de nuestra vida cristiana, en el camino de la Iglesia en la cual vivimos, o en los mismos acontecimientos que suceden a nuestro alrededor que hay cosas que no entendemos. Y queremos respuestas.

Pero algunas veces nos cerramos obtusos en nuestras mentes y tenemos como miedo a abrirnos a algo nuevo que podríamos descubrir y que de alguna manera nos revuelve nuestros planteamientos o nos puede dar un buen revolcón a nuestra vida. en ocasiones tenemos la tentación de dejar las cosas como están, no complicarnos la vida, quedarnos con nuestras repetidas explicaciones, pues de alguna manera tenemos miedo al Espíritu del Señor que se meta dentro de nosotros y nos provoque nuevas cosas, nuevas posturas, nuevas actitudes, nuevas maneras de actuar.

Creo que los cristianos tenemos que arriesgarnos a dejarnos conducir por el Espíritu del Señor. Es la señal de la vida. Es la señal de la vitalidad de nuestro compromiso cristiano para saber también dar respuesta a nuestro tiempo. Cada día es un tiempo nuevo y necesitamos una renovación interior. Y los cristianos vivimos demasiado anquilosados y nos volvemos solamente conservadores de unas tradiciones.

Manteniendo firme nuestra fe en Jesús tenemos que hacer que el evangelio sea una nueva y buena noticia cada día para nuestra vida. Solo podemos descubrirlo dejándonos conducir por el Espíritu del Señor. Y es así como iremos dando respuesta, desde ese evangelio, desde esa riqueza de la novedad del evangelio, a los planteamientos que tiene hoy nuestra vida, nuestro mundo.

Por eso tenemos que crecer por dentro, echar raíces profundas en el evangelio para que podamos tener una verdadera espiritualidad. Si no buscamos esa profundidad nuestros tradicionalismos se pueden convertir en rutinas, pero también las cosas nuevas que pretendamos hacer se pueden quedar en novelerías superficiales. Dejándonos conducir por el Espíritu eso nunca será así. ¡Cuánto tenemos que orar! ¡Cuánto tenemos que coger el evangelio en nuestras manos para quedarnos en silencio delante del Señor, para dejar que El nos hable al corazón!

Acláranos, Señor, el sentido de la parábola; acláranos todas esas cosas que no entendemos; acláranos tu evangelio para que podamos sembrar de verdad esa semilla en nuestro corazón.

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