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jueves, 13 de mayo de 2021

No podemos perder la esperanza ni hundir con lo que está sucediendo, para algo ha de servirnos cuanto estamos sufriendo, al final brillará una renovada alegría

 


No podemos perder la esperanza ni hundir con lo que está sucediendo, para algo ha de servirnos cuanto estamos sufriendo, al final brillará una renovada alegría

Hechos de los apóstoles 18, 1-8; Sal 97; Juan 16, 16-20

Tenemos que saber interpretar la vida. Hacer una buena lectura de la vida. Si somos reflexivos, la vida nos enseña; claro que hay que masticar muchas veces lo que la vida nos ofrece, las cosas que nos suceden, no podemos ir siempre a la carrera sin detenernos para saber mirar y para saber escuchar; en aquello que nos acontece siempre podemos encontrar un mensaje, siempre podemos encontrar un estimulo para seguir nuestro camino y siempre con actitud constructiva positiva. A veces no es fácil, pero desde nuestra interioridad podemos entresacar las enseñanzas.

Claro que el creyente le añade una visión distinta. No somos creyentes por unas afirmaciones que hagamos en un momento determinado, que también tenemos que hacerlo, sino porque añadimos a toda esa mirada reflexiva que nos hacemos de la vida el aceite y el perfume de la fe. Así podremos en aquello que ahora nos sucede la transparencia de lo que un día el Señor nos prometió o nos enseñó y todo aquello que ha sido para el creyente la historia de la salvación la va a ver plasmada en su vida y sentirá como en su vida Dios igualmente le habla.

Hoy Jesús pronuncia unas palabras en el evangelio – estamos en la cena de despedida, la última cena – que a los discípulos les cuesta comprender; les parecen poco menos que un trabalenguas aunque después que se desarrollaron todos aquellos acontecimientos de la Pascua llegarían a comprender bien el sentido de sus palabras. ‘Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver’, les dice Jesús y ellos se preguntan qué pueden significar estas palabras. Con lo que Jesús a continuación les dice terminará por afirmarles ‘en verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría’.

Como decíamos después de los acontecimientos de la pascua vinieron a comprenderlo. Desde el prendimiento de Jesús en el huerto todo fue tristeza y sensación de abandono en los discípulos. Con miedo encerrados estaban en el cenáculo aun aquel primer día de semana, y veremos a los discípulos de Emaús tristes y cariacontecidos mientras marchaban con sensación de fracaso a su pueblo. Pero ¿qué sucedió en aquel primer día de la semana? El Señor resucitado se les manifiesta y ellos se llenan de alegría. ‘Vuestra tristeza se convertirá en alegría’, les había dicho. Entendieron y entendemos las palabras de Jesús.

Pero eso lo leemos en nuestra historia y en nuestra vida. Cuántos momentos de oscuridad se han tenido a lo largo de la historia como fueron los momentos de las persecuciones o han sido momentos de verdadera crisis que se han sucedido muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia. Momentos de confusión, momentos de soledad, momentos que parecían de fracaso para los cristianos y para la Iglesia. Pero la Iglesia siempre ha salido fortalecida de esos momentos, con vitalidad siempre nueva, porque además siempre tenemos la certeza de la presencia del Espíritu del Señor con nosotros.

¿Serán distintos los tiempos que vivimos? Oscuridades de todo tipo afectan a la humanidad en estos momentos y también por qué no a la Iglesia y a nosotros los cristianos. La misma situación social en que nos encontramos son momentos de agobio, de tristeza ante tanto sufrimiento, de desconcierto pero hemos de saber encontrar una luz que nos haga mirar todo esto con una mirada nueva, con una mirada distinta.

No podemos perder la esperanza, no nos podemos hundir con lo que está sucediendo, algo tenemos que descubrir, para algo ha de servirnos cuanto estamos sufriendo. Nos puede parecer que poco menos que estamos abandonados de Dios, tan duro es lo que se está pasando. Muchos hablan incluso de castigos divinos. Pero nos cuesta entender, nos cuesta encontrar esa lectura nueva, las repuestas locas que vemos muchas veces alrededor aún nos desconciertan más.

Pero Jesús nos está diciendo que todo esto pasará y que recobraremos la alegría, que habrá una nueva alegría son sabores de plenitud. Hay momentos en que nos parece que no vemos la presencia de Dios, pero sabemos bien que ahí está. Es importante que no perdamos la esperanza. ‘Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría’.

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