Sabemos
que una puerta siempre está abierta para nosotros porque Dios tiene la puerta
siempre abierta para sus hijos
Ester 4, 17k. l-z; Sal 137; Mateo 7, 7-12
En aquella casa están siempre con las
puertas abiertas. Hoy sería algo extraño, pero los mayores recordamos otros
tiempos en que las puertas de nuestras casas estaban siempre abiertas; no hacía
falta poco menos que echar la puerta abajo para entrar sino que llamabas y
entrabas; lo he vivido hasta no hace muchos años en algunos lugares, no hacían
falta timbres ni videos para ver quien estaba a la puerta; una simple llamada y
sabias que siempre eras bien acogido. La imagen de la puerta abierta puede
darnos muchos sentidos, porque no es
solo la casa sino la persona, el corazón lo que está abierto para los demás.
Sabemos que podemos ir y confiamos con toda certeza que seremos recibidos, que
seremos escuchados, que seremos atendidos, que vamos a encontrar lo que
buscamos.
Sabemos, sí, de una puerta que está
siempre abierta para nosotros. Es lo que Jesús quiere decirnos hoy; es lo que
vemos reflejado en su vida, imagen verdadera del Padre del cielo. Recorriendo
el evangelio lo vemos, como todos pueden acercarse a Jesús, no importa cual sea
su condición porque todos van a ser acogidos; y aquellos que parecen los últimos
van a ser los primeros, porque primeros serán los pecadores, sea cual sea su
pecado. Siempre habrá una respuesta que será siempre una respuesta de amor,
porque asegurado está el perdón.
‘Pedid y se os dará, buscad y
encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien
busca encuentra y al que llama se le abre’. Y nos habla del padre que siempre atiende la petición de su hijo para
darle lo mejor, ¿cómo no lo hará nuestro Padre del cielo?
Nos invita Jesús a que lo hagamos con
toda confianza porque siempre está asegurado el amor que Dios nos tiene. Por
eso pedimos, buscamos, llamamos. Tres palabras, tres verbos, tres actitudes muy
presentes siempre en nuestro corazón. Con la certeza de que seremos escuchados,
con la certeza de que nos vamos a encontrar siempre con el amor, con la certeza
de que el corazón de Dios siempre está abierto para sus hijos. Aunque nosotros
lo olvidemos, aunque nosotros queramos construirnos la vida por nosotros mismos
creyéndonos autosuficientes.
Muchos dicen que buscan a Dios y no lo
encuentran. ¿No será ya que van con prevenciones en esa búsqueda? ¿No será que
vamos poniendo nuestras condiciones? Tenemos que ir siempre con la confianza de
que vamos a encontrar, pero no pensemos que tiene que ser a nuestra manera. Somos
rebuscados cuando queremos ir a nuestra manera y Dios se nos manifiesta a su
manera que siempre es mucho más sencillo de lo que nosotros podamos imaginar.
Por eso la confianza que hemos de poner por delante para no poner condiciones,
para no exigir pruebas a nuestro estilo. Vacíate de ti mismo, siéntete pobre
delante de Dios y lo encontrarás.
¿No dijimos antes que los que parecían
los últimos van a ser los primeros? Pues así en nuestra y con nuestra pobreza
vamos a Dios, vaciándonos de autosuficiencias y de los orgullos de nuestros
saberes, y vas a encontrar a Dios, porque Dios te sale a tu encuentro, viene a
tu encuentro y te hace el camino más fácil de lo que tú te lo habías imaginado.
Dios siempre tiene la puerta abierta
para sus hijos. No le cierres tu puerta a Dios, porque eso es una tentación que
sutilmente nos puede aparecer. Pero piensa también que no cerrar la puerta a
Dios es no cerrársela a los demás, cosa que hacemos con demasiada frecuencia.
‘¡Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor!’ lo podemos decir con toda certeza y con toda
confianza. Mucha experiencia de ello tenemos en nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario