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lunes, 22 de febrero de 2021

Necesitamos momentos para reafirmar nuestro más profundo sentido eclesial proclamando la misma fe y sintiéndonos en comunión con toda la Iglesia única y universal

 


Necesitamos momentos para reafirmar nuestro más profundo sentido eclesial proclamando la misma fe y sintiéndonos en comunión con toda la Iglesia única y universal

1Pedro 5, 1-4; Sal 22; Mateo 16, 13-19

Sin romper del todo el ritmo del camino cuaresmal que estamos haciendo hay días que tienen especiales celebraciones que son importantes para la vivencia de la fe sobre todo con un fuerte sentido eclesial como es hoy el caso. En este día celebramos la Cátedra de san Pedro en Roma, que viene a ser algo así como una afirmación  de nuestra fe hincando sus raíces en ese sentido eclesial por nuestra comunión con el Obispo de Roma y sus sucesores manteniendo así nuestra comunión con Pedro, nuestra comunión de la Iglesia toda considerando el primado que Cristo le confió en la fe y en el amor para mantener una unidad y comunión de toda la Iglesia

Sabido es que como Iglesia nos sentimos unidos y en comunión con nuestro Obispo, nuestro Pastor constituyendo así verdadera Iglesia de Cristo. Cuando decimos Diócesis de Tenerife, por ejemplo para mencionar la diócesis a la que pertenezco, estamos diciendo con ese mismo sentido Iglesia de Tenerife. Pero la Iglesia toda católica y universal no es simplemente una federación de Iglesias, sino que es la comunión de todas las Iglesias en una única Iglesia presidida por el que en nombre de Cristo es Pontífice para toda la Iglesia. No somos iglesias por si solos sino en esa comunión que con toda la Iglesia vivimos, con esa comunión con la Iglesia de Roma donde su Obispo es el sucesor de Pedro a quien Cristo le confió esa misión universal de mantener en comunión de fe y amor a todos los que creemos en El.

Y es lo que hoy celebramos. La cátedra de Pedro, nuestra comunión con Pedro y con toda la Iglesia. Cosas que tenemos que recordar, pues las damos por sabidas pero tenemos el peligro de ir haciéndonos tan autónomos que hay el peligro de que rompamos esa comunión de toda la Iglesia. Os confieso que es hermoso cuando uno tiene oportunidad de participar en una celebración, ya sea en Roma, ya sea en grandes Santuarios como los hay repartidos por todo el mundo, donde en esa misma celebración sentimos que a nuestro lado hay cristianos de otros lugares, de otros pueblos y razas, pero que estamos allí proclamando una misma fe, que estamos allí sintiéndonos una única Iglesia e Iglesia universal, verdaderamente católica.

En Roma en torno al Papa allí al pie y en torno del altar llamado así de la Cátedra de san Pedro, en Fátima o en Lourdes en celebraciones marianas con gentes que oímos rezar a nuestro lado en distintas lenguas procedentes de las más diversas naciones, en Santiago de Compostela en un año santo jacobeo en diversas ocasiones con peregrinos que han atravesado media Europa para llegar hasta la tumba del Apóstol, en Jerusalén o cualquiera de los santuarios de los Santos Lugares, he tenido esa oportunidad y ha sido grande el gozo que he sentido en mi corazón, grande la emoción que me ha embargado en esos momentos haciendo que afloren los mejores sentimientos y sentido de comunión eclesial.

Son momentos en que se reafirma nuestro sentido eclesial y universal, de ser esa Iglesia única de Cristo que así proclama su fe en cualquier rincón del mundo. Porque eso es además lo que tendríamos que sentir y vivir cada vez que celebramos la Eucaristía, que nos reunimos en comunión con todos los santos pero en comunión con toda la Iglesia.

Tras la hermosa confesión de fe de Pedro hoy hemos escuchado en el evangelio las palabras de Jesús confiando a Pedro esa misión de pastor universal de su Iglesia. No vamos a entrar en muchos comentarios, sino tratemos de escucharlas abriendo en verdad nuestro corazón para hacer crecer nuestra fe y nuestra comunión.

‘¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’.

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