Estamos
celebrando a quien vino para darnos vida y en abundancia, nos enseña a amar la
vida, nos pone en camino de buscar la vida en plenitud, nos impulsa al respeto
a toda vida
1Juan 1, 5-2, 2; Sal 123; Mateo 2, 13-18
La Palabra de Dios hoy nos provoca, nos
hace plantearnos y preguntarnos ¿de qué lado estamos? ¿Dónde queremos estar?
Hoy se nos habla de luz y se nos habla
de tinieblas, hoy se nos habla de violencias y de muerte y aparecen las
ambiciones humanas que nos endurecen y embrutecen, de miedos que sobrecogen el espíritu
y nos hacen actuar con desconfianza y con maldad, indirectamente se nos plantea
si acaso no nos habremos insensibilizado con las noticias que se repiten o la
situación repetida que vemos en nuestro mundo.
Es fácil decir que queremos caminar en
la luz, como nos señala hoy la carta de Juan, pero también es fácil que se
quede o en buenos deseos o solamente en palabras porque luego con sinceridad no
somos capaces de reconocer los puntos oscuros que puede haber en nuestra vida. Tanto
nos hemos acostumbrado a ese mundo de violencia que cuando contemplamos el
hecho cruel que se nos ofrece hoy en el evangelio hemos terminado por darle un
sentido de broma, de fiesta y de motivo de jolgorio. Cuando decimos día de los
inocentes, ya solo pensamos en la fiesta que podemos hacer de los demás en sus
desconciertos con nuestras broma pero casi pasamos por alto la sangre inocente
derramada en aquellos niños martirizados como disimulamos otros dejamientos de
sangre con los que de alguna manera jugamos en las actitudes o posturas que
podamos tomar en la vida.
Sí, es el día de los Santos Inocentes y
recordamos y contemplamos el evangelio en ese episodio sangriento tan cercano
al nacimiento de Jesús. Los recelos de Herodes por la posibilidad del
nacimiento de un rey para los judíos que pudiera despojarle a él de su corona
provocan como un torrente de maldad en cascada vertiginosa que lleva a la
muerte a aquellos niños inocentes solamente por el hecho de tener una edad
semejante a la del recién nacido niño Jesús.
Son las tinieblas que contemplamos en
este evangelio manchadas de sangre inocente, pero que nos tendría que
sensibilizar ante tanta sangre inocente que se sigue derramando en nuestro
mundo. Nos viene siempre a consideración el tema del aborto con la destrucción
de tantas vidas en el seno de sus propias madres aunque casi nos acostumbramos
a ello y nos dejamos embaucar por tantos que se auto justifican en las leyes
que lo permiten o en los llamados derechos de unas madres que no tienen la
valentía de afrontar la vida de unos seres que se están gestando en sus
entrañas. ¿Y el derecho a la vida, el derecho a vivir de esos seres que ya son
seres humanos en las entrañas maternas? ¿O es que acaso podemos tener el
derecho de matar, de quitar la vida a un ser vivo?
Es lo que ahora se nos está planteando
con el llamado derecho a decidir sobre su vida y sobre el momento en que
queremos ponerle fin a nuestra existencia o a la existencia de otros seres
humanos. Estamos cayendo en una pendiente muy peligrosa en nuestra sociedad
porque terminaremos eliminando a todos aquellos que consideremos inservibles
por las discapacidades que puedan tener en sus vidas. Todos entendemos que nos
estamos refiriendo a las nuevas leyes que se están aprobando.
Es un mundo de violencia y de muerte en
el que estamos viviendo; es lo que nos ofrecen continuamente los medios de
comunicación y también todos los medios audiovisuales. Parece que poco importa
la vida cuando tanto hacemos protagonista a la muerte. Es la realidad, nos
pueden decir algunos y lo que se trata es de reflejar la realidad, pero no nos
damos cuenta de que vamos perdiendo la sensibilidad, vamos perdiendo el respeto
por la vida y así luego vemos como normal esa violencia de palabras, de gestos,
de trato que nos tenemos los unos contra los otros.
Creo que cuando tenemos oportunidad de
celebrar la muerte de los Santos Inocentes y en fechas tan cercanas al
nacimiento del Salvador seamos capaces de reflexionar y recapacitar sobre todas
estas cosas. Estamos celebrando a quien vino a nosotros para darnos vida y dárnosla
en abundancia, quien nos enseña a amar la vida, quien nos pone en camino de
buscar la vida y la vida en plenitud, quien nos impulsa a ese respeto a la vida
y a la vida de todos sea cual sea su condición o su capacidad, quien por
nosotros dio su vida pero para que nosotros tengamos vida y vida para siempre
con toda dignidad.
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