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lunes, 28 de diciembre de 2020

Estamos celebrando a quien vino para darnos vida y en abundancia, nos enseña a amar la vida, nos pone en camino de buscar la vida en plenitud, nos impulsa al respeto a toda vida

 


Estamos celebrando a quien vino para darnos vida y en abundancia, nos enseña a amar la vida, nos pone en camino de buscar la vida en plenitud, nos impulsa al respeto a toda vida

1Juan 1, 5-2, 2; Sal 123; Mateo 2, 13-18

La Palabra de Dios hoy nos provoca, nos hace plantearnos y preguntarnos ¿de qué lado estamos? ¿Dónde queremos estar?

Hoy se nos habla de luz y se nos habla de tinieblas, hoy se nos habla de violencias y de muerte y aparecen las ambiciones humanas que nos endurecen y embrutecen, de miedos que sobrecogen el espíritu y nos hacen actuar con desconfianza y con maldad, indirectamente se nos plantea si acaso no nos habremos insensibilizado con las noticias que se repiten o la situación repetida que vemos en nuestro mundo.

Es fácil decir que queremos caminar en la luz, como nos señala hoy la carta de Juan, pero también es fácil que se quede o en buenos deseos o solamente en palabras porque luego con sinceridad no somos capaces de reconocer los puntos oscuros que puede haber en nuestra vida. Tanto nos hemos acostumbrado a ese mundo de violencia que cuando contemplamos el hecho cruel que se nos ofrece hoy en el evangelio hemos terminado por darle un sentido de broma, de fiesta y de motivo de jolgorio. Cuando decimos día de los inocentes, ya solo pensamos en la fiesta que podemos hacer de los demás en sus desconciertos con nuestras broma pero casi pasamos por alto la sangre inocente derramada en aquellos niños martirizados como disimulamos otros dejamientos de sangre con los que de alguna manera jugamos en las actitudes o posturas que podamos tomar en la vida.

Sí, es el día de los Santos Inocentes y recordamos y contemplamos el evangelio en ese episodio sangriento tan cercano al nacimiento de Jesús. Los recelos de Herodes por la posibilidad del nacimiento de un rey para los judíos que pudiera despojarle a él de su corona provocan como un torrente de maldad en cascada vertiginosa que lleva a la muerte a aquellos niños inocentes solamente por el hecho de tener una edad semejante a la del recién nacido niño Jesús.

Son las tinieblas que contemplamos en este evangelio manchadas de sangre inocente, pero que nos tendría que sensibilizar ante tanta sangre inocente que se sigue derramando en nuestro mundo. Nos viene siempre a consideración el tema del aborto con la destrucción de tantas vidas en el seno de sus propias madres aunque casi nos acostumbramos a ello y nos dejamos embaucar por tantos que se auto justifican en las leyes que lo permiten o en los llamados derechos de unas madres que no tienen la valentía de afrontar la vida de unos seres que se están gestando en sus entrañas. ¿Y el derecho a la vida, el derecho a vivir de esos seres que ya son seres humanos en las entrañas maternas? ¿O es que acaso podemos tener el derecho de matar, de quitar la vida a un ser vivo?

Es lo que ahora se nos está planteando con el llamado derecho a decidir sobre su vida y sobre el momento en que queremos ponerle fin a nuestra existencia o a la existencia de otros seres humanos. Estamos cayendo en una pendiente muy peligrosa en nuestra sociedad porque terminaremos eliminando a todos aquellos que consideremos inservibles por las discapacidades que puedan tener en sus vidas. Todos entendemos que nos estamos refiriendo a las nuevas leyes que se están aprobando.

Es un mundo de violencia y de muerte en el que estamos viviendo; es lo que nos ofrecen continuamente los medios de comunicación y también todos los medios audiovisuales. Parece que poco importa la vida cuando tanto hacemos protagonista a la muerte. Es la realidad, nos pueden decir algunos y lo que se trata es de reflejar la realidad, pero no nos damos cuenta de que vamos perdiendo la sensibilidad, vamos perdiendo el respeto por la vida y así luego vemos como normal esa violencia de palabras, de gestos, de trato que nos tenemos los unos contra los otros.

Creo que cuando tenemos oportunidad de celebrar la muerte de los Santos Inocentes y en fechas tan cercanas al nacimiento del Salvador seamos capaces de reflexionar y recapacitar sobre todas estas cosas. Estamos celebrando a quien vino a nosotros para darnos vida y dárnosla en abundancia, quien nos enseña a amar la vida, quien nos pone en camino de buscar la vida y la vida en plenitud, quien nos impulsa a ese respeto a la vida y a la vida de todos sea cual sea su condición o su capacidad, quien por nosotros dio su vida pero para que nosotros tengamos vida y vida para siempre con toda dignidad.

 

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