Con
Jesús y como Jesús nosotros también queremos ir creciendo, llenándonos de
sabiduría y sintiendo que la gracia de Dios está también con nosotros
1Juan 2, 12-17; Sal 95; Lucas 2, 36-40
Parece que las cosas van volviendo a su
cauce, todo va volviendo a la normalidad. Es la impresión que nos da este corto
relato del evangelio. El evangelista Lucas que es el que más detalles nos da
del nacimiento y de la infancia de Jesús parece que da como concluida esa etapa
y después de los vaivenes que ha tenido la infancia de Jesús – Nazaret, Belén,
Egipto, el templo de Jerusalén -, unido a lo que los otros evangelistas nos han
contado, ahora vuelven de nuevo Nazaret donde había comenzado esta etapa con el
anuncio del ángel a María. Se volverá a hablar de una vuelta a Nazaret tras el
episodio de la pérdida de Jesús en el templo y se encauza así lo que sería el
crecimiento de aquel niño, luego joven y adulto en el hogar de Nazaret.
Podemos contemplar al Hijo de Dios que
se ha hecho hombre en su crecimiento humano en la placidez de un hogar, como lo
fuera aquel hogar de Nazaret. Allí hemos contemplado a esa Sagrada Familia
compuesta por Jesús, José y María y como lo hicimos el domingo después de la
Navidad de la escuela de Nazaret hemos aprendido para nuestros hogares y nuestras
familias.
Hoy se expresa con breves palabras lo
que fue la vida de Jesús en aquel hogar donde crecía como hombre, pero donde se
iba reflejando cómo la gracia de Dios estaba con El. Era un hogar lleno de
gracia porque estaba muy lleno de la presencia de Dios. A María el ángel de la anunciación
la llama la llena de gracia, de José se nos dice que era justo y que se dejaba
conducir por el Espíritu del Señor, ahora de Jesús se nos dice que la gracia de
Dios brillaba en El. Es la gracia divina la que nos hace sentir la presencia de
Dios en nuestra vida y decimos que estamos en gracia cuando nos hemos dejado
inundar por el Espíritu divino para alejar de nosotros toda maldad y todo
pecado. ¿Cómo no podemos decir, entonces, que la gracia de Dios estaba con Jesús,
cuando El ha venido precisamente como Cordero de Dios para quitar el pecado del
mundo?
Pero nos dice el evangelista que el niño crecía y estaba lleno de sabiduría. Crecimiento es el desarrollo normal de la persona, pero bien sabemos que el crecimiento no está solo en lo físico o en los años que se vayan acumulando en nuestra vida. Bien sabemos que nos podemos encontrar personas que son niños aunque muchos sean los años que hayan transcurrido en su vida cuando brillamos por nuestra inmadurez y vivir una vida infantilizada.
Pero el auténtico crecimiento nos hace
desarrollarnos desde lo más hondo de nosotros, y crecerán y madurarán nuestros
conocimientos, pero que no solo es la acumulación de esas cosas que aprendemos
sino saber encontrar el valor y el sentido de la vida, de lo que nos sucede, de
lo que recibimos de los demás o de la sociedad en que vivimos y de lo que
nosotros entonces podemos ir también aportando. Es la sabiduría de la vida, es
ese saborear lo que somos y lo que vivimos porque le encontramos un sabor,
porque le encontramos un sentido, porque le vamos dando un valor a lo que
hacemos, porque vamos encontrando respuesta a esos interrogantes que se nos
plantean por dentro, porque vamos adquiriendo toda una riqueza interior.
Eso nos va haciendo reflexivos para no
dejarnos arrastrar simplemente por los impulsos, eso nos va dando una razón, un
por qué de lo que hacemos, de lo que vivimos, eso va haciéndonos salir también
de nosotros mismos aunque cada día tengamos más profundidad interior, porque nos
abre horizontes, porque nos hace ver cuánto nos rodea de una forma nueva,
porque nos hace mirar a los que caminan a nuestro lado con una mirada distinta.
Hermosa esa sabiduría de la vida que vamos adquiriendo, hermosa esa profundidad
que le damos a nuestro ser, hermosas serán las palabras que broten entonces de
nosotros llenas de sabiduría, porque están llenas de sabor, porque todo lo
iremos envolviendo en el auténtico y verdadero amor.
Y es la gracia de Dios en nosotros,
porque como creyentes no apartamos a Dios de nuestra vida, sino que en El
encontraremos las respuestas más certeras para nuestros interrogantes, y porque
en El encontraremos también esa fuerza espiritual para luchar por esas metas
que nos hemos ido proponiendo, para levantarnos de lo material y simplemente
terreno, para darle una trascendencia grande a nuestra vida.
Con Jesús y como Jesús nosotros también
queremos ir creciendo – y eso en todos los momentos de la vida – llenándonos de
sabiduría y sintiendo que la gracia de Dios está también con nosotros.
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