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sábado, 24 de octubre de 2020

También venimos nosotros y le contamos a Jesús los graves problemas de hoy pero escuchemos su palabra de paz, de serenidad, de esperanza, de invitación a caminos nuevos

 

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También venimos nosotros y le contamos a Jesús los graves problemas de hoy pero escuchemos su palabra de paz, de serenidad, de esperanza, de invitación a caminos nuevos

Efesios 4, 7-16; Sal 121; Lucas 13, 1-9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían…’ Era algo que había conmocionado a toda Jerusalén, no digamos nada de cómo estarían los sumos sacerdotes y servidores del templo, el Sanedrín garante de las leyes y costumbre judías y sobre todo aquellos judíos piadosos como los fariseos. Era algo sacrílego lo que había hecho Pilatos.

Como si nosotros ahora venimos y le contamos a Jesús los graves problemas que está pasando nuestra sociedad de los que nos hacemos nuestras lecturas quizá muy particulares y a la vez diversas con el tema de la pandemia del coronavirus que estamos padeciendo con todas sus consecuencias. Profetas calamitosos los ha habido en todos los tiempos y no es raro que aun en la sociedad en que vivimos escuchemos alguna vez la voz de esos profetas de calamidades que nos pueden llegar a hablar de castigos divinos y apocalípticos que más zozobra pueden dejar en nuestro espíritu.

Cuando le hablan a Jesús de lo hecho por Pilatos en el templo Jesús quiere que se detengan un poco a reflexionar y les recuerda también otro hecho calamitoso que no hacia mucho tiempo había sucedido cuando se cayeron algunas arcadas de la piscina de Siloé y murieron algunos judíos. ¿Pensáis que aquellos que murieron en la piscina, o los que ahora ha dado muerte Pilatos en el templo eran más pecadores que los demás por tener una muerte así?  Era una reacción en cierto modo natural cuando no había una respuesta racional a las preguntas que se pudieran hacer ante algo sucedido de manera extraordinaria. Un castigo del cielo, algo habrían hecho que merecieron una muerte así…

Esos acontecimientos algunas veces cruentos que nos suceden ante los que nos pueden quedar muchas dudas y preguntas en nuestro interior hemos de saber hacerles una lectura creyente pero buscando siempre la paz que Dios quiere trasmitirnos en su palabra. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez que sentido tiene la muerte de un inocente, por ejemplo, un niño con un cáncer, una madre joven con muchos hijos afectada por la grave enfermedad, un accidente sin sentido en el que pierden la vida quienes tranquilamente transitaban por aquel lugar…?

La respuesta de Dios, podemos decirlo así, es invitarnos a la paz y a la esperanza, no perder la serenidad de nuestro espíritu para saber encontrar un día respuesta a esas preguntas, mantener la confianza en la sabiduría de Dios que como suele decir el refrán escribe recto en renglones torcidos, escuchar esa llamada en nuestro interior a preguntarnos por nuestra propia vida y qué es lo que estamos haciendo con ella, sentir la invitación a una renovación de nuestra vida y a una auténtica conversión del corazón que todos siempre necesitamos. No es un conformismo ante las situaciones inesperadas sino una apertura de los oídos del alma para escuchar lo que solo en el silencio de nuestro corazón podremos escuchar.

Entre toda esta barahúnda de mensajes que estos días escuchamos con motivo de la pandemia y crisis que estamos viviendo escuchaba sin embargo un mensaje muy positivo de un joven a sus compañeros jóvenes  invitando sí a tomarse en serio la situación, pero también a hacerse preguntas sobre todo para descubrir la riqueza que tenemos en la vida y que no  hemos sabido aprovechar, pero también a mirarse por dentro para descubrir como todo esto tiene que hacernos crecer y madurar, transformar muchas cosas que hemos llenado de muchas rémoras en la vida y comenzar a actuar en positivo para encontrar nuevos caminos.

Es una invitación grande la que podemos escuchar haciendo una buena lectura de cuanto nos sucede, pero que nunca nos falte ni la paz ni la esperanza. Podemos salir, podemos seguir caminando en la vida, tenemos quizá que transformar muchas cosas no solo en estructuras de la sociedad sino principalmente dentro de nosotros mismos que cuando las hagamos tendrán como consecuencia también la mejora de nuestro mundo. Y todo esto lo hacemos no solo con los grandes problemas que podemos ver en la sociedad sino también en esos problemas que cada uno de nosotros tenemos en el camino de la vida y que muchas veces se nos atraviesan en el alma.

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