Vistas de página en total

domingo, 18 de octubre de 2020

Con el reconocimiento del Señorío de Dios sobre nuestra vida todo va a tener un sentido nuevo, un valor nuevo para la vida de las personas cuidando entonces su dignidad


 

Con el reconocimiento del Señorío de Dios sobre nuestra vida todo va a tener un sentido nuevo, un valor nuevo para la vida de las personas cuidando entonces su dignidad

 Isaías 45, 1. 4-6; Sal 95; 1 Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21

Hay preguntas y hay preguntas, como se suele decir. Preguntamos en el deseo de saber, por la curiosidad del conocimiento, para entender mejor las cosas, pero hay gente que está, por así decirlo, especializada en hacer preguntas comprometedoras; ya sabemos que hoy, por ejemplo, los periodistas tienen que ser muy sagaces en las preguntas que hacen, sobre todo a los políticos, para descubrir bien cuales son sus planes y sus proyectos o incluso los intereses que pudieran estar detrás; pero hay preguntas más comprometedoras, aquellas que se hacen para hacernos decir lo que nos interesa, para arrimar el ascua a nuestra sardina, o para tener una base en lo que en un momento determinado poder acusar, poder denunciar, poder sacar incluso los trapos sucios que todos quieren esconder.

Con Jesús también andaban con preguntas así como vemos hoy mismo en el evangelio. Pero serán muchas las ocasiones en que vienen con preguntas capciosas a Jesús sobre todo cuando estaban ya sus enemigos buscando como acusarle, desprestigiarle o quitarle de en medio. En lo que hoy escuchamos en el evangelio podríamos decir incluso que era una unión un poco forzada por las tremendas diferencias en la concepción de la vida o en lo que pensaban de la situación de Israel en aquellos momentos, pero se unen fariseos y herodianos para hacerle preguntas a Jesús. Querían tenderle una trampa.

En su perversidad incluso entran con alabanzas llenas de falsedad en sus intenciones que querían dorar la píldora hablando de la sinceridad y de la rectitud con que hablaba y actuaba Jesús. Por eso Jesús los llamará hipócritas. Poco les importaba eso, cuando lo que querían era tener de qué acusarlo, o cómo dividir a los que le seguían que sería como un querer desprestigiar a Jesús si se arrimaba a un bando o a otro. Por eso entran a trapo con el problema de los impuestos que tenían que pagar al Cesar extranjero que dominaba en Israel. Los judíos tenían establecidos sus diezmos y primicias a entregar en el templo que tenían que ser dineros que tenían que repercutir en beneficio del mismo pueblo, pero si sus impuestos los entregaban al poder extranjero aquello sería oro para el Cesar. ‘¿Es lícito pagar impuesto al César o no?’

No tenemos nosotros ahora que entrar en consideraciones sociológicas o económicas ante la licitud de este impuesto y la pregunta que hacían. Y es lo que hace Jesús. Podría parecer que se va por las barreras pero no es así, porque Jesús nos estará ayudando a descubrir el sentido y el valor del Reino de Dios que El está anunciando. Un Reino de Dios que no es solo una cosa que elevemos a un terreno tan espiritual que nos olvidemos de la tierra que pisamos, sino que es en el aquí y en ahora donde tenemos que ir construyendo ese Reino de Dios. Pensemos que esa es la constante de la predicación y del mensaje de Jesús y será algo que tendrá que implicar toda nuestra vida.

La petición que les hace Jesús de presentarles cuál era la moneda en uso los deja descolocados. La moneda en uso era la romana, como era de suponer, que ellos se apresuraron a presentar y la efigie que presentaba tal moneda como indicativo podríamos decir era la imagen del César. De ahí la pregunta de Jesús. ‘¿De quién son esta imagen y esta inscripción?’ No podían dar otra respuesta que lo que era la realidad. ‘Del Cesar’, y entonces la afirmación rotunda de Jesús. ‘Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’.

Sí, en lo material usamos cosas de la tierra y con qué seriedad y responsabilidad también tenemos que saber utilizarlas. Pero como personas somos algo más porque ahí tenemos que considerar toda la dignidad de la persona que está por encima de todo eso material que tenemos que utilizar. Decíamos que responsablemente tenemos que vivir la vida, con sus responsabilidades en el orden personal y en el orden social en nuestra relación con los demás, en relación con esa tierra en la que vivimos o en relación con esa sociedad que entre todos formamos.

En todo ese orden de lo que es el camino de nuestra vida no solo tenemos en nuestras manos esas riquezas o esos bienes pero en ese camino de la vida no podemos nunca olvidar todo lo que es la dignidad de la persona que es su verdadera grandeza. Y esa dignidad que tenemos como personas no nos la dan unas leyes o unos convencionalismos humanos, sino que están inscritos en lo más hondo de cada ser desde su creación. Y esto se lo debemos a Dios. Dios que quiere siempre el bien del hombre, Dios que quiere salvaguardar siempre la dignidad de la persona, Dios que nos ha dado esa dignidad y la pone en nuestras manos para cuidemos no solo la nuestra personal sino la dignidad de todos. Qué tremenda responsabilidad tenemos.

Cuando nosotros estamos hablando del Reino de Dios, como decíamos antes, no como algo etéreo y elevado sobre nuestras cabezas y  casi como si no nos tocara, sino en el aquí y ahora de nuestra vida estamos proclamando precisamente esa dignidad de la persona, de toda persona. Cuando hacemos que en verdad Dios sea el único Señor de nuestra vida significa que todo lo que Dios quiere para el hombre, para la persona, eso es lo que nosotros vamos a querer, por lo que nosotros vamos a trabajar. Cuando hoy Jesús nos dice que ‘a Dios lo que es de Dios’, significa ese reconocimiento del Señorío de Dios sobre nuestra vida y en consecuencia todo ese sentido nuevo, todo ese valor nuevo que van a tener la vida de las personas cuidando entonces su dignidad.

Sí, ‘al César lo que es del César’, como nos dice Jesús con esa responsabilidad de todo lo material que está en nuestra manos y de la construcción de ese mundo desde nuestra propia contribución personal también, pero que va a unido a esa pertenencia al Reino de Dios con ese sentido nuevo de la vida, de la persona, de las cosas, del mundo creado que desde el Evangelio de Jesús encontramos.

1 comentario:

  1. Gracias por las semillas, deseo que caigan en buena tierra. Para que germinen y gosemos de su fruto. Alimente a la humanidad.

    ResponderEliminar