Qué bonita podemos hacer la vida cuando le damos un valor y
un sentido a lo que hacemos poniendo generosidad en el corazón y llenándonos y
queriendo llenar el mundo de amor
Efesios 3, 2-12; Sal.: Is. 12, 2-6; Lucas
12, 39-48
Confianzas y
desconfianzas, se nos entremezclan en la vida. Es necesario caminar con
confianza en la vida, porque de lo contrario los miedos nos absorben, merman
nuestra libertad de movimientos, no nos dejan ser lo que en verdad somos,
porque siempre estaremos ocultando parte de nosotros mismos.
Cultivamos la
confianza en la familia, entre los amigos, ampliamos aunque en cierto modo
temerosamente – lo que significa que ya la confianza no es total – nuestro círculo
de posible confianza a compañeros de trabajo o a vecinos pero quizá no nos
atrevemos a llegar muy lejos. Quizás los palos de la vida muchas veces nos han
hecho desconfiar y no somos ya nosotros mismos cuando andamos así. Pero
reconocemos que es bien necesaria.
Es la confianza que
ofrecemos o es la confianza que otros han depositado en nosotros. Podíamos
decir que nos sentimos como honrados cuando alguien nos ha manifestado su
confianza, ya sea porque nos ha hablado de sí mismo, ya sea porque confiando en
nosotros ha puesto en nuestras manos cosas importantes que le afectan a los
otros o que pueden afectar incluso a la comunidad.
Es la confianza que
han puesto en nosotros cuando nos han confiado una responsabilidad, cuando
llegamos a ocupar un lugar en la sociedad donde podemos incluso tomar
decisiones que puedan afectar a los otros. Y decimos tenemos que hacernos
merecedores de esa confianza.
La confianza que han
puesto los padres en los hijos cuando se les ha educado bien y los ven crecer
con responsabilidad y vemos que van adquiriendo por una parte esa confianza en
sí mismos para tomar decisiones responsables o van adquiriendo la confianza de
otros que quizás ponen muchas cosas en sus manos. Y los padres se sienten
orgullosos porque han sabido confiar en sus hijos y ayudarlos a crecer.
Pero es también lo que
un educador siente al ver el desarrollo personal de aquellos a los que se les
ha confiado en la tarea de la enseñanza y la educación, aunque a veces haya
sido algo muy costoso.
Es la confianza mutua
de la pareja que caminan juntos, que saben trazar planes juntos, que se respetan
en la particularidad del carácter o la manera de ser de cada uno sin pretender
imponerse ni restar lo más mínimo los valores del otro.
Es la confianza de los
amigos que se confían sus secretos, con quienes se cuenta para planes de
futuro, que saben ofrecerse desinteresadamente ese don maravilloso de la
amistad.
Yo me atrevería decir,
llegado este momento, que la confianza es el fruto maduro del amor y de la
amistad verdadera. Cuando amamos confiamos, porque confiamos crece nuestra
amistad y nuestro amor, con el amor sabemos caminar juntos en la vida confiando
los unos en los otros, y en el amor y la amistad nos sentimos estimulados para
esa cercanía y esa confianza.
Cuando hacemos las
cosas dándole la profundidad del amor, cuando hacemos las cosas no por un mero
cumplimiento rutinario sino porque sabemos que han confiado en nosotros se nos
abren muchas posibilidades en la vida, caminamos con una satisfacción grande en
el corazón por aquello que hacemos, nos sentimos más felices y con nuestra
felicidad ayudamos también a la felicidad de los demás.
Las responsabilidades
no son cargas pesadas sino algo que hacemos con gusto porque amamos; la vida a
pesar de las dificultades no se nos convierte en un martirio sino que
afrontamos todo con esperanza de que hasta de las espinas pueda brotar una
bella flor y una fragancia que perfume la vida.
Hoy nos habla Jesús en
el evangelio de la responsabilidad con que hemos de tomarnos la vida que no es
un juego ni es un azar, sino que en ella todos tenemos una función y hemos de
desarrollar muchas posibilidades, que no actuemos desde el temor, sino desde la
entrega generosa del amor porque así en verdad vamos a ser más felices. Esto es
evangelio para nosotros, porque sentimos que con Jesús la vida se convierte en
algo nuevo y algo que podemos llenar de dicha y de felicidad.
Qué bonita podemos
hacer la vida cuando le damos un valor y un sentido hondo a lo que hacemos
porque ponemos generosidad en el corazón y nos llenamos y queremos llenar el
mundo de amor. Con qué confianza caminamos a pesar de las dificultades, porque
sentimos que el Señor que nos ama sigue confiando en nosotros.
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