Cuando tenemos un corazón libre de maldad las lentes de los
ojos con que miramos a los demás estarán siempre limpias y haremos siempre
resplandecer la luz
Ezequiel 34, 1-11; Sal 22; Mateo 20,
1-16
La generosidad de los buenos produce
salpullidos en el corazón de los recelosos.
Hay gente que recela de todo, va por la vida siempre de desconfiado,
siempre está sospechando de lo que hacen los demás sobre todo cuando ven
personas generosas y buenas que quieren hacer el bien o simplemente vivir su
vida de un forma honrada pero también con generosidad; parece que esas personas
buenas molestan, y por eso ahí aparece enseguida el receloso de turno que
siembra cizaña, que provoca sospechas, que quiere dejar como en interrogante
las buenas intenciones de los que quieren ser buenos.
Qué distintas serían nuestras
relaciones si supiéramos hacer desaparecer esos recelos y desconfianzas; si
supiéramos apreciar lo bueno de los demás y valorar la generosidad de los que
se preocupan por los otros. Andamos en la vida con demasiadas desconfianzas, no
hay la suficiente sinceridad de corazón, y terminamos queriendo destruir lo
bueno que hacen los demás.
Un mensaje en este sentido descubro yo
hoy en la parábola que nos ofrece el evangelio. Las parábolas son comparaciones
que nos presenta Jesús para hablarnos del Reino de Dios, del Reino de los
cielos; quiere señalarnos esas actitudes buenas que debían de resplandecer en
quienes queremos vivir el reino de Dios. Y creo que la parábola que hoy se nos
ofrece eso es lo que quiere destacar.
Aquel hombre, propietario de unas
viñas, que sale en distintas horas del día a buscar trabajadores para su viña;
ha quedado desde el principio en que les ofrece un denario por el día
trabajado. Al final del día cuando llega el momento de la paga todos reciben
igualmente un denario, pero por allá aparecen los que protestan porque quieren
comparar su trabajo que ha sido todo el día con los que han venido casi al
final de la tarde y reciben la misma paga. Quieren poner en entredicho la
generosidad de este propietario, que quizá ve y comprende la razón por la que
algunos no habían conseguido trabajo durante el día y con los que quiere ser
generoso pagando de la misma manera y con generosidad la misma cantidad. Pero
los recelosos de turno no le perdonan la generosidad que hay en el corazón de
aquel hombre y le interpelan.
Creo que por ahí va principalmente el
mensaje de la parábola. Muchas veces nos hemos hecho muchas interpretaciones en
referencia a que somos llamados a trabajar en la viña del Señor en distintas
horas de nuestra vida y a cualquier hora que nos llame el Señor hemos de
responder. Es cierto que podemos ver también ese mensaje. Pero cuando Jesús nos
ofrece la parábola nos dice que el Reino de los cielos se parece a un
propietario que salió a buscar trabajadores para su viña. Entonces en la
actitud del propietario está el mensaje. Y al final precisamente se recalca la
generosidad de este hombre, al que porque es generoso se le tiene envidia. Los
recelosos en los que se les levantan salpullidos en el alma cuando ven la
generosidad de los demás de la que ellos no son capaces.
Nos enseña, pues, a tener otra mirada
en la vida, a saber ver con buenos ojos la bondad y generosidad de los demás, a
valorar lo bueno que hacen los otros, a aprender a tener también nosotros un
corazón generoso pero limpio de toda maldad para que no hagan mella en nosotros
esos recelos y desconfianzas que tantas tratan de sembrar como mala cizaña en
nuestros corazones. Que aprendamos a tener un corazón puro y generoso, un corazón
limpio de maldad pero siempre lleno de amor; cuando tenemos un corazón así las
lentes de los ojos con que miramos a los demás estarán siempre limpias y así
haremos siempre resplandecer la luz.
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