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miércoles, 1 de abril de 2020

Encontremos la verdad de Jesús y encontraremos la verdadera libertad que es la que nos hace grandes y también hará grandes a todos respetando la dignidad de cada persona


Encontremos la verdad de Jesús y encontraremos la verdadera libertad que es la que nos hace grandes y también hará grandes a todos respetando la dignidad de cada persona

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal.: Dn 3, 52a-56ª; Juan 8, 31-42
‘Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’, nos dice Jesús hoy en el evangelio.
Es un ansia profunda del corazón del hombre. Queremos ser libres. ¿Llegaremos a serlo de verdad? ¿Cómo y dónde alcanzamos esa ansiada libertad? Quizás algo fundamental es tener claro en que consiste esa libertad que anhelamos. ¿En qué ponemos la libertad?
Por supuesto que no queremos que haya ningún dominio sobre nosotros; que nada ni nadie nos domine, nos coarte esa libertad que ansiamos. Es que quizá tendríamos que ver también qué sentido o qué concepto tenemos nosotros del  hombre, de la persona; quizá no solo tenemos que vernos a nosotros mismos como si fuéramos los únicos seres de la creación, sino ver también nuestra relación con los demás y hasta con la misma naturaleza. Toda una antropología, todo un sentido de la persona que construye nuestra vida y que la construimos necesariamente en una relación con el otro, está detrás de todo esto.
No será entonces por caminos de sentirnos dominantes sobre todo y sobre todos por donde desarrollaremos esa auténtica libertad que ansiamos. Aunque algunas veces nos confundamos y lleguemos a pensar que tener libertad es dominar a nuestro capricho todo cuanto nos rodea. No se trata tampoco solamente de liberarnos del poder o de la influencia que los otros puedan ejercer sobre nosotros – que también – sino que tendrá que ser algo más profundo que hemos de sentir y de vivir en lo más hondo de nuestra persona.
Porque quizá podemos encontrarnos esa esclavitud dentro de nosotros mismos, en nuestro capricho, en nuestra pasión, en nuestro amor propio, en el orgullo que nos llena de soberbia y que nos destruirá a nosotros pero que querrá destruir también cuanto se encuentre alrededor. ¿Son esos caminos de libertad? Cuantas cosas podemos encontrarnos en nosotros mismos que nos dominan y nos esclavizan. Es complejo todo esto que estamos reflexionando y donde podemos llenarnos de confusiones que hasta podrían mermar nuestra propia dignidad.
Y Jesús hoy nos dice que si le seguimos, si escuchamos su palabra, si en verdad queremos ser sus discípulos que significa seguir sus pasos, tener su mismo plan de vida conoceremos la verdad y esa verdad nos llevará a la verdadera libertad. Alguien podría pensar con estas palabras que ya no sería libre, porque estaría simplemente siguiendo a otro. Es que lo seguimos libremente, es que en Jesús encontramos la verdad de nuestra vida, la verdad que nos hace grandes; es que en Jesús encontraremos la verdadera libertad.
Quien sigue a Jesús vive con un corazón libre; se habrá liberado desde lo más profundo de aquellas cosas, como decíamos antes, que nos dominan y que  nos esclavizan; es que con Jesús nos vemos liberados del pecado. Es su redención, es la más profunda salvación que Jesús nos quiere ofrecer. Con salvación nos vemos libres de todo aquello que nos destruye por dentro, de todo aquello con lo que queremos también destruir a los demás. Es que con Jesús y su salvación habremos llenado de nuestra vida de amor y de humanidad; serán otras las relaciones que tengamos con los demás, será otro el respeto que nos tengamos los unos a los otros porque nos amamos y siempre queremos lo mejor para el otro y lo mejor para nuestro mundo.
Encontremos esa verdad de Jesús y encontraremos la verdadera libertad que es la que nos hace grandes, pero que también hará grandes a los que están a nuestro lado porque a ello estaremos contribuyendo nosotros con nuestro buen hacer.

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