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viernes, 3 de abril de 2020

Aunque los que nos rodean quieran socavar los cimientos de nuestra fe con valentía la expresamos y proclamamos que Jesús es el Hijo de Dios, nuestro único salvador


Aunque los que nos rodean quieran socavar los cimientos de nuestra fe con valentía la expresamos y proclamamos que Jesús es el Hijo de Dios, nuestro único salvador

Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42
‘Los judíos cogieron piedras para apedrear a Jesús’. Son momentos tensos los que se viven. Y ya sabemos cuando hay tensión y no tenemos argumentos para mantener nuestras posturas o cuando no sabemos como rebatir al oponente, tiramos piedras, aparece la violencia. Hoy quizá no tiramos piedras en el sentido físico del término, pero hay muchas maneras de tirar piedras incluso sutilmente; desprestigiamos, empleamos los medios que estén a nuestro alcance o que nos inventemos para acallar al oponente, hacemos boicot a lo que hace nuestro contrincante y buscamos la manera de que no pueda triunfar en la vida, destruimos, en una palabra.
Hoy se es muy sibilino en estas cosas, porque al final queremos quedar como los buenos, los que no hemos hecho nada, como se dice, no hemos roto un plato. Pero destruido está nuestro oponente. Demasiado lo vemos en la vida social, en la carrera política incluso en los que son de una misma ideología, porque no se permite que nadie le haga sombra, y los mandamos al gallinero, sea una expresión que también empleamos.
A los dirigentes del pueblo, a los dirigentes de Jerusalén en el entorno del templo y de los puntos de poder que aun les quedaban a los judíos se les iba de las manos el caso de Jesús. El pueblo andaba entusiasmado por Jesús, pero ya buscarían la forma de manipularlo como así hicieron para que aquellos que ahora eran favorables a Jesús terminaran pidiendo su muerte en el patio del pretorio. No les quedaba más remedio que reconocer que lo que Jesús hacía era obra de Dios, pero cómo iban ellos a perder sus influencias y su poder. Habían intentado prenderle en más de una ocasión y se les había escapado de las manos o los que habían enviado con esa orden no se habían sentido capaces, como no hace mucho escuchamos.
A Jesús le vemos hoy apelando a sus obras, que son obras de Dios, que es lo que el Padre del cielo le ha mandado hacer. Pero cuando nos cegamos no somos capaces de ver lo bueno. ¿Qué hacía Jesús sino amar? ¿Qué hacía Jesús sino liberar del mal a todos los que sufrían? ¿Qué hacía y enseñaba Jesús sino hacer que cada uno descubriera su dignidad y grandeza y actuara en consecuencia con la libertad de los hijos de Dios, como recientemente hemos escuchado?
Acusan a Jesús de blasfemo. En la ley judía la blasfemia se castiga apedreando al blasfemo y es lo que quieren hacer ahora con Jesús.  ‘¿Decís vosotros: ¡Blasfemas! porque he dicho: Soy Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre’.
Aunque también el mundo que nos rodea no sea capaz de reconocerlo, confesamos nuestra fe en Jesús reconociéndolo como Hijo de Dios. No es simplemente un hombre bueno. En Jesús se manifiesta Dios, Jesús es el rostro del amor de Dios, Jesús es el Hijo de Dios. Tenemos que reafirmar bien nuestra fe, no podemos decaer, no podemos dejar arrastrar por lo que oigamos por acá o por allá. También el mundo que nos rodea quiere socavar bajo nuestros pues para hacernos dudar. Y es que cuando lleguemos a dudar de quién es en verdad Jesús, todo se nos vendrá abajo. Y el enemigo lo sabe y en el materialismo, la indiferencia religiosa, el ateismo que envuelve nuestro mundo serán muchas las cosas con las que querrán arrancar la fe nuestro corazón. 
Cuidemos nuestra fe, expresémosla sin miedo ni cobardía, seamos valientes en nuestro testimonio. En medio de las crisis en que se ve envuelto nuestro mundo se necesita que brille con fuerte resplandor nuestra fe. Y la vamos a expresar con actitudes buenas y positivas con las que queremos construir las mejores relaciones entre nosotros y en el mundo.

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