Lo que nos está sucediendo hoy puede ser el gran signo de
nuestra cuaresma que nos haga salir de tantas oscilaciones como tenemos en la
vida y nos lleve de verdad a la pascua
Números 21, 4-9; Sal 101; Juan 8, 21-30
Ya quisiéramos que el
camino de nuestra vida lo pudiéramos describir como una línea recta que a lo
sumo tiene una progresiva ascensión como significativo de ese crecimiento que
ha de tener toda vida humana, un camino llano sin dificultades sin oscilaciones
que puedan indicar dificultades u obstáculos que haya sido de fácil recorrido.
Pero bien sabemos que la realidad no es así, que hay muchas oscilaciones
indicativas de altos y bajos que nos aparecen en la vida, con momentos de
facilidad y euforia, pero con momentos de decaimiento, pero también de
numerosos tropezones.
Miremos lo que hemos
recorrido en la vida y veremos que esa ha sido nuestra realidad en todos los
sentidos. Ya necesitaríamos en esos momentos difíciles algo que nos haga mirar
hacia arriba y nos eleve para encontrar las mejores metas y encontremos también
la fuerza para alcanzarlas.
El texto que nos
ofrece hoy la liturgia, por ejemplo en la lectura del antiguo testamento, eso
mismo trata de describirnos. Se habían visto liberados de la esclavitud de
Egipto y su camino era un camino de libertad y hacia la libertad de
constituirse como pueblo, pero el camino no era fácil; ante ellos se habrían
duras jornadas de desierto, como un día se habían encontrado un mar por medio
que tenían que atravesar, o había sido dificultoso el camino a través de las
montañas del Sinaí.
Y aparecía entonces la
tentación de añorar los tiempos pasados que aunque los vivieron en esclavitud
les parecían mejores que lo que ahora vivían porque al menos tenían cebollas y
puerros para alimentarse. Por eso escuchamos una y otra vez sus lamentos y
contemplamos su rebelión no solo contra Moisés que los dirigía, sino contra el
Señor que los había liberado de Egipto. El Señor les corrige y les castiga como
a un pueblo rebelde, como hace un padre con sus hijos, para que aprendan a
obedecer sus mandatos; hoy se nos habla de la invasión de las serpientes que
ponían en peligro sus vidas y el recorrido que iban haciendo. Acuden de nuevo a
Moisés para que interceda por ellos y por eso se levanta esa serpiente de
bronce en medio del campamento como una señal y que será un signo profético
para el pueblo de Dios.
Es el signo que nos
quiere mostrar Jesús en el evangelio. Jesús fue siempre signo de contradicción,
como proféticamente lo había anunciado el anciano Simeón allá en el templo. Por
eso su figura es discutida, lo fue entonces como lo sigue siendo hoy. Estaban
los que le reconocían como profeta y acaso también el Mesías, mientras que los
dirigentes del pueblo realizaban una dura oposición a la figura de Jesús. Les
cuesta creer, no quieren creer. Discuten si puede o no puede ser profeta por
ser de Galilea, de donde como dicen ellos no ha salido ningún profeta, como
ignoran realmente su lugar de nacimiento, porque no todos le reconocen tampoco
como del linaje de David. ‘¿Quién eres tú?’ le preguntan, y les falta
una verdadera perspectiva para poder llegar a descubrir el misterio de Jesús.
Cuando les falta la fe, les falta la perspectiva principal para poder
reconocerle tal cual es.
Y Jesús les da una
señal, como la serpiente que fue elevado en lo alto de un madero en medio del
desierto y fue signo de salvación para ellos, ahora les habla de que el Hijo
del Hombre va a ser elevado en lo alto. No menciona el madero de la cruz, de la
que ya les había hablado a los discípulos más cercanos, por eso ahora tampoco
llegan a entender lo que quiere decirles Jesús con aquellas palabras. ‘Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que
“Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha
enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago
siempre lo que le agrada’.
Dice el
evangelista que cuando les dijo esto algunos creyeron en él. Nosotros creemos
en El, creemos en Jesús, le reconocemos de verdad como nuestra única salvación.
Queremos seguirle aunque nuestra vida también esté tan llena de altibajos, de
oscilaciones, de momentos de entusiasmo y fervor pero momentos también de
decaimiento. La vida se nos hace dura y tantas cosas que suceden en nuestro
entorno no terminamos de entenderlas. Nos vemos envueltos también en las
oscilaciones de nuestras dudas y de nuestros miedos, como en este momento
podemos estar viviendo.
Pero
ponemos nuestra fe en Jesús, que es nuestro único salvador. Y esas cosas que
nos suceden – como fueron las serpientes allá en el desierto – pueden ser una
señal, pueden ser un signo para nosotros que nos haga despertar, que nos haga
ver como tenemos que hacer un mundo nuevo, como tenemos que saber sacar a flote
también lo mejor de nosotros mismos y comiencen a florecer las flores de la
solidaridad, del amor, de la búsqueda de los buenos y mejores valores, la forma
de hacer un mundo nuevo y mejor. ¿No podrá ser todo lo que nos sucede el gran
signo de nuestra cuaresma que nos haga salir de tantas oscilaciones como tenemos
en la vida, que nos lleve de verdad a la pascua?
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