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sábado, 1 de junio de 2019

Jesús nos deja su tarjeta de presentación para ser garante ante el Padre de aquello que le pidamos en nuestra necesidad



Jesús nos deja su tarjeta de presentación para ser garante ante el Padre de aquello que le pidamos en nuestra necesidad

Hechos de los apóstoles 18,23-28; Sal 46; Juan 16, 23b-28
Mira toma mi tarjeta y llámame cuando necesites algo… si vas a hablar con esa persona, yo tengo mucha amistad con ella, toma mi tarjeta y dile que vas de mi parte y seguro que te atenderá… Cosas así nos habrán sucedido, así hemos encontrado un amigo que está siempre dispuesto a ayudarnos, o que se ofrece como garantía de aquello que necesitamos y que pidiéndolo en su nombre lo vamos a conseguir. Son conveniencias sociales, expresiones de amistad y de confianza, seguridad en la ayuda de los amigos para cuando lo necesitemos.
Pues, mirad, mirando o escuchando el evangelio de hoy vemos que Jesús nos deja su tarjeta de visita, se pone de garante por nosotros ante el Padre para que cuanto necesitemos  lo pidamos con la certeza de que lo vamos a conseguir. Es la confianza que tiene en nosotros, para darnos su tarjeta de presentación por decirlo de alguna manera; mejor aun es la confianza que podemos tener en Jesús porque siempre será garante por nosotros ante el Padre. Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa’.
¿No ha ofrecido El su vida por nosotros muriendo en la cruz? Es que como nos diría san Pablo nos amó, no porque nosotros fuéramos buenos y lo mereciéramos, sino que siendo nosotros pecadores El murió por nosotros, se entregó por nosotros, ofreció su vida al Padre en el mayor de los sacrificios para que nosotros tuviéramos vida, para que alcanzáramos el perdón. Maravillas del amor de Dios.
Esto es lo que nos ofrece Jesús hoy, que tengamos la seguridad que el Padre del cielo nos escucha, El ora a favor nuestro; para eso  nos ha dejado su Espíritu que ora en nuestro interior con gemidos inefables, como diría el apóstol.
Sin embargo nosotros seguimos quejándonos tantas veces que Dios no nos escucha. Claro que aquí tendríamos que preguntarnos varias cosas, ¿escuchamos nosotros a Dios? Porque algunas veces somos interesados en nuestras oraciones y en nuestras peticiones. Nos volvemos interesados y egoístas. La tarjeta de presentación que nos dan para darnos garantías de que nos van a conceder lo que deseemos no significa que vayamos a pedir cosas inconvenientes, o cosas que vayan en contra de aquel que ha tenido la generosidad de darnos su tarjeta.
Tenemos que saber pedir. Tenemos que hacer, como nos dice Jesús en el Evangelio, buscar el Reino de Dios y su justicia que lo demás nos vendrá por añadidura. Y pensemos que el Padre bueno no le va a dar su hijo una serpiente por pan, como nos dice Jesús en otro momento del evangelio. Tenemos que tener la certeza de que Dios nos dará siempre lo que más nos conviene porque en su Sabiduría infinita de verdad conoce nuestras necesidades y lo mejor para nosotros. Por eso tenemos que saber dejarnos conducir por el Espíritu del Señor también en nuestra oración.
Así nos dice Jesús. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios’. Es con la fe que tenemos que acudir al Señor, envueltos siempre en el amor de Dios.

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