Jesús
promete que enviará su Espíritu nuestra luz y nuestra sabiduría, nuestro apoyo
y nuestra fortaleza, quien aliente nuestra esperanza y nos llene de la vida de
Dios
Hechos 17,15.22-18,1; Sal 148; Juan
16,12-15
Es cierto que todos buscamos nuestra
propia autonomía queriendo tomar las decisiones por nosotros mismos, tener
nuestra propia iniciativa e ir madurando en la vida para tener nuestros propios
planteamientos, nuestra propia manera de pensar y de actuar. Forma parte de
nuestro crecimiento personal la formación de nuestra propia identidad y
personalidad.
No queremos depender de nadie y ya nos
es suficiente que en las actividades de la vida, en los trabajos o en la construcción
de nuestra sociedad y de nuestro mundo nos sintamos unidos los unos a los otros
colaborando junto en ese proyecto común de nuestra sociedad. Aunque con nuestra
autonomía y nuestra personalidad no nos aislamos de los demás sino que tenemos
que ser capaces de cooperar unos con otros en esa realización de nuestra vida.
Pero es cierto también que en el fondo
de nosotros mismos – porque no queremos ser orgullosos ni autosuficientes –
deseamos también tener a nuestro lado un buen consejero, un buen amigo que nos
acompañe, en quien descargar esas inquietudes hondas que se pueden convertir en
frustraciones cuando no logramos lo que ansiamos, pero que de alguna manera sea
nuestra ayuda con su palabra certera, con su apoyo cuando lo necesitamos, o con
ese empujoncito que tantas veces necesitamos; ese amigo que también en
ocasiones nos abra los ojos, nos ayude a ver con mayor claridad en esos
momentos en que parece que todo se nos oscurece, como tantas veces pasamos en
la vida.
Es lo que nos ayuda a crecer y a
madurar en la vida. Y eso siempre lo necesitamos, porque con autonomía, con la autonomía
de nuestra personalidad no nos hemos de creer tan autosuficientes que al final
queramos caminar solos y aislados de los demás. Mientras hay vida hay
crecimiento; mientras hay vida en nosotros hemos de procurar conseguir lo
mejor, crecer más y más en nuestros valores, vivir con responsabilidad esa vida
con la que también podemos ser apoyo para los demás, estimulo para los otros.
No es creernos mejores que nadie, pero si darnos cuenta que todos nos podemos enriquecer
mutuamente.
Hoy Jesús nos habla en el evangelio de
ese apoyo en el camino de nuestra vida, de nuestra fe y de nuestra vida
cristiana. Los discípulos se sentían seguros con la presencia de Jesús a su
lado. No le van a seguir viendo con los ojos de la cara, pero han de seguir
sintiendo su presencia, por eso les habla de que les enviara su Espíritu, el
Espíritu Santo que sea como su abogado y defensor, su apoyo y su fortaleza, su
luz y su sabiduría.
El Espíritu estará en la vida del
creyente para hacerle sentir la presencia de Dios, su gracia y su fortaleza.
Quien en los momentos de oscuridad sea luz para los ojos de nuestro corazón; en
los momentos de debilidad e inseguridad como tantas veces nos podemos sentir en
nuestra vida nuestra fortaleza y nuestra sabiduría. Será el consuelo para nuestro
corazón atormentado, será quien aliente nuestra esperanza, será quien está a nuestro
lado en nuestras luchas, será quien nos inspire en nuestras dudas, será nos
levante de nuestras debilidades y caídas.
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