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sábado, 25 de mayo de 2019

Si Jesús fue signo de contradicción entre los que le rodeaban el testimonio de nuestra vida fiel lo será también para los hombres de nuestro tiempo como signo de fidelidad


Si Jesús fue signo de contradicción entre los que le rodeaban el testimonio de nuestra vida fiel lo será también para los hombres de nuestro tiempo como signo de fidelidad

 Hechos de los apóstoles 16, 1-10; Sal 99; Juan 15, 18-21
Podríamos pensar algunas veces que porque somos creyentes, unas personas piadosas quizá, y queremos vivir con toda fidelidad nuestra vida cristiana y nuestro seguimiento de Jesús, ya todo tendría que salirnos bien, que los problemas tendrían que desaparecer, que a nosotros no nos puede pasar nada malo. Un poquito aquello del orgullo de sentirnos cristianos pero al mismo tiempo la seguridad de que nuestra vida va a discurrir siempre con toda paz y armonía, porque en algo tendría quizá que premiarnos el Señor ya que nosotros queremos ser buenos.
Y claro cuando nos surgen problemas y contradicciones quizá con aquellos que más cercanos están a nosotros y no nos comprenden, nos puede entrar el desaliento y un poco ponernos quizás contra Dios que así nos trata y no escucha nuestras peticiones y las cosas que le ofrecemos cada día.
Para algunos la tentación puede ser tan fuerte que pudiera ponerse en peligro su fe y su confianza en el Señor; casos podemos conocer de gente que por esas circunstancias adversas de la vida todo lo abandona y al final hasta nada quieren saber de religión ni de cristianismo. Claro que eso estaría demostrándonos la debilidad de nuestra fe, y también lo poco que quizá escuchamos la palabra del Señor. ¿Buscamos la vivencia de la fe solo como un remedio o una solución de nuestros males o nuestros problemas?
Pero no nos dice el Señor que por seguirle lo vamos a tener todo solucionado en la vida y no nos aparecerán problemas. Cuántas veces nos habla Jesús de las persecuciones incluso con que nos podremos encontrar. Cuando Pedro un día le dice qué es lo que les espera a ellos que lo han dejado todo por seguirle, Jesús además de decirle que todo aquello que han dejado lo van a ver multiplicado pero quizá en otro sentido, pero también les dice que no les faltarán persecuciones, pero que al final alcanzarán en su fidelidad la vida eterna. Tendemos a ir buscándonos premios por lo que hacemos, y cuanto más pronto nos aparezcan esos premios mejor.
Pero Jesús ya nos advierte que el siervo no es más que su amo, ni el discípulo mayor que su maestro. Y nos dice Jesús que si a El lo persiguieron, también nosotros vamos a encontrar persecuciones en nuestra vida. Nos habla de que el mundo nos odia, como le odiaron a El. Ya el anciano Simeón le anunció a María y a José allá en el templo cuando la presentación que aquel niño iba a ser signo de contradicción. Y ya lo vemos a través del evangelio la gente se va decantando ante El, unos le seguirán, alabarán sus palabras y su mensaje por tanta esperanza que va sembrando en sus corazones, pero otros se pondrán en contra, nunca querrán entender sus palabras y le llevarán hasta la Cruz.
Eso es lo que significa el mensaje de Jesús en medio del mundo, un signo de contradicción. Unos lo entenderán, otros se pondrán en contra. Eso es la Iglesia en medio del mundo, eso tenemos que ser nosotros en medio de los que nos rodean.
No es que busquemos la contradicción porque siempre nuestro mensaje, con nuestras palabras y con el testimonio de nuestra vida, tendría que ser un mensaje de esperanza, un rayo de luz en medio del mundo, pero ya decía el evangelio de san Juan desde el principio que las tinieblas no quisieron recibir la luz, la rechazaron; y es lo que vamos a encontrar nosotros en la medida en que seamos fieles de verdad al mensaje de Jesús.
No entenderán nuestro mensaje, sino que mas bien lo malinterpretarán, querrán hacernos decir cosas que no hemos dicho ni entran en nuestros principios, querrán arrimar siempre el ascua a su sardina, se van a creer en la posesión de la verdad absoluta y se mostrarán siempre enfrentados al mensaje del evangelio aunque muchas veces se haga de una forma muy sutil.
Pero eso nos obliga a ser fieles de verdad al mensaje del evangelio, a no tratar de hacernos rebajas para ganarnos a los otros, porque ese no es el camino. Tampoco tenemos que amoldarnos a los deseos del mundo, y esa es una gran tentación que sufrimos los cristianos y que padece también la Iglesia.
Cuidemos que no nos pongamos a hablar de tantas cosas que le interesan al mundo, y olvidemos el auténtico mensaje del evangelio. Es cierto que tenemos que preocuparnos por los problemas del mundo, pero nunca podemos obviar ni ocultar lo que es el mensaje del evangelio que es el que da verdadera vida al mundo. Hay quien denuncia que nos puede estar pasando eso también en la Iglesia de hoy y olvidemos el mensaje de Jesús. No nos importe ser signo de contradicción porque puede ser signo de nuestra fidelidad.

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