Hemos de hacer que su Vida sea nuestra vida, porque ya no sea
otra la que vivamos como los sarmientos
viven unidos a la cepa de la vid para tener vida
Hechos 15, 1-6; Sal 121; Juan 15, 1-8
Todos entendemos la alegoría que nos
propone hoy Jesús. Aunque no seamos del campo ni agricultores. Más o menos todos
entendemos del cuidado de las plantas y de los árboles. Una planta que no es
cuidada debidamente no nos dará ni la flor ni el fruto que de ella esperamos.
Serán los cuidados de la tierra, la humedad necesaria, los nutrientes que
necesita, la eliminación de ramas inútiles o que se secan, la poda que la
fortalece.
Y Jesús nos dice que así tiene que ser
nuestra vida. En la material, por así decirlo, ya tratamos de cuidarnos, de
alimentarnos debidamente, de hacer los ejercicios que necesitamos para la
agilidad de nuestros miembros o la fortaleza de nuestro cuerpo, de protegernos
o de prevenir enfermedades y cuando surgen acudimos a quien nos pueda ofrecer
remedio para recuperar nuestra salud. Hoy en la vida esto es algo que se tiene
muy en cuenta, a pesar de tantas cosas nocivas que nos rodean y que pudiera
atentar contra nuestra salud como atentan también contra la naturaleza. En eso
hay como una nueva cultura y son muchas las campañas que surgen de un lado y de
otro en este sentido. Y también el Señor quiere esa buena salud para nuestro
cuerpo y para nuestra vida.
Pero bien sabemos que es mucho más lo
que nos quiere decir hoy Jesús con esta alegoría de la vid y de los sarmientos
que nos ofrece el evangelio. Porque tajantemente nos dirá que sin El nada somos
ni nada podemos hacer. Ya podemos recordar aquel episodio en que Pedro haciendo
las cosas en nombre de Jesús, fiándose de la palabra de Jesús echó la red y la
redada de peces fue muy grande.
Hoy nos está pidiendo que vivamos
unidos a El, como el sarmiento a la cepa de la vida para que circule la savia,
para que puedan llegar los nutrientes hasta sus ramos y sus hojas, para que
pueda florecer el racimo y ofrecernos hermoso fruto. Es la gracia del Señor que
necesitamos, porque es nuestra vida y nuestra fortaleza; porque es su Vida la que
nos va a nutrir, la que tenemos que vivir, la que hará que tengamos buenos
frutos.
‘Corno
el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el
que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis
hacer nada’. Tenemos que escuchar estas palabras de Jesús con mucha atención. Hemos
de buscar la manera de permanecer bien unidos a Jesús. Quiere El estar presente
en nuestra vida; hemos de hacer que su Vida sea nuestra vida, porque ya no sea
otra cosa la que vivamos.
Así
tenemos que escucharle, así tenemos que meterle bien en nuestra vida, así tiene
que ser nuestro alimento y nuestra fuerza. Ahí está la escucha de su Palabra;
ahí tiene que estar muy viva nuestra oración de cada día no hecha de una forma
rutinaria sino de una forma muy viva porque es meter a Dios en nuestro corazón
y nosotros meternos en el corazón de Dios; ahí está la vivencia de los
sacramentos en los que El se hace presente con su gracia, porque los
sacramentos no son sino presencia de Dios en nosotros.
‘Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos’, termina diciéndonos hoy Jesús.
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