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miércoles, 22 de mayo de 2019

Hemos de hacer que su Vida sea nuestra vida, porque ya no sea otra la que vivamos como los sarmientos viven unidos a la cepa de la vid para tener vida



Hemos de hacer que su Vida sea nuestra vida, porque ya no sea otra la que vivamos como los sarmientos viven unidos a la cepa de la vid para tener vida

Hechos 15, 1-6; Sal 121; Juan 15, 1-8
Todos entendemos la alegoría que nos propone hoy Jesús. Aunque no seamos del campo ni agricultores. Más o menos todos entendemos del cuidado de las plantas y de los árboles. Una planta que no es cuidada debidamente no nos dará ni la flor ni el fruto que de ella esperamos. Serán los cuidados de la tierra, la humedad necesaria, los nutrientes que necesita, la eliminación de ramas inútiles o que se secan, la poda que la fortalece.
Y Jesús nos dice que así tiene que ser nuestra vida. En la material, por así decirlo, ya tratamos de cuidarnos, de alimentarnos debidamente, de hacer los ejercicios que necesitamos para la agilidad de nuestros miembros o la fortaleza de nuestro cuerpo, de protegernos o de prevenir enfermedades y cuando surgen acudimos a quien nos pueda ofrecer remedio para recuperar nuestra salud. Hoy en la vida esto es algo que se tiene muy en cuenta, a pesar de tantas cosas nocivas que nos rodean y que pudiera atentar contra nuestra salud como atentan también contra la naturaleza. En eso hay como una nueva cultura y son muchas las campañas que surgen de un lado y de otro en este sentido. Y también el Señor quiere esa buena salud para nuestro cuerpo y para nuestra vida.
Pero bien sabemos que es mucho más lo que nos quiere decir hoy Jesús con esta alegoría de la vid y de los sarmientos que nos ofrece el evangelio. Porque tajantemente nos dirá que sin El nada somos ni nada podemos hacer. Ya podemos recordar aquel episodio en que Pedro haciendo las cosas en nombre de Jesús, fiándose de la palabra de Jesús echó la red y la redada de peces fue muy grande.
Hoy nos está pidiendo que vivamos unidos a El, como el sarmiento a la cepa de la vida para que circule la savia, para que puedan llegar los nutrientes hasta sus ramos y sus hojas, para que pueda florecer el racimo y ofrecernos hermoso fruto. Es la gracia del Señor que necesitamos, porque es nuestra vida y nuestra fortaleza; porque es su Vida la que nos va a nutrir, la que tenemos que vivir, la que hará que tengamos buenos frutos.
‘Corno el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada’. Tenemos que escuchar estas palabras de Jesús con mucha atención. Hemos de buscar la manera de permanecer bien unidos a Jesús. Quiere El estar presente en nuestra vida; hemos de hacer que su Vida sea nuestra vida, porque ya no sea otra cosa la que vivamos.
Así tenemos que escucharle, así tenemos que meterle bien en nuestra vida, así tiene que ser nuestro alimento y nuestra fuerza. Ahí está la escucha de su Palabra; ahí tiene que estar muy viva nuestra oración de cada día no hecha de una forma rutinaria sino de una forma muy viva porque es meter a Dios en nuestro corazón y nosotros meternos en el corazón de Dios; ahí está la vivencia de los sacramentos en los que El se hace presente con su gracia, porque los sacramentos no son sino presencia de Dios en nosotros.
‘Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos’, termina diciéndonos hoy Jesús.

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