Seamos
signos con nuestra vida sencilla y humilde, pero sobre todo con nuestros gestos
de amor, para que los demás lleguen también a descubrir las maravillas del
Señor
Jonás 3,1-10; Sal 50; Lucas 11,29-32
Suceden cosas maravillosas delante de
nuestros ojos cada día pero que en su sencillez no somos capaces de
apreciarlas, y sin embargo estamos buscando cosas espectaculares que nos llamen
la atención y que decimos que serian las que despertarían en nosotros buenas
palpitaciones como ahora se suele decir. No vemos lo bello en lo pequeño y en
lo sencillo, pero queremos lo extraordinario, que al final tampoco en ello
sabremos descubrir el mensaje de vida que se nos pueda trasmitir.
La sonrisa de un niño, una amanecer o
un atardecer, o el gesto de alegría de un animal de compañía cuando se
encuentra con nosotros quizás ya no nos llama la atención; son tantas las cosas
maravillosas que suceden a nuestro lado, pero parece que no somos sensibles
para apreciarlas. También los que están a nuestro lado con sus gestos humildes
y sencillos pueden ser signos que nos llamen la atención y nos ayuden a
descubrir la bondad que aun hay en el mundo.
Pero también tendríamos que ver nuestra
historia de cada día, o recordar lo que nos haya sucedido en el pasado para
saber leer muchas señales que podrían
marcar nuestra vida o ser una llamada para que en el presente aprendamos a
tener otras actitudes más positivas y nos recordaran de lo que somos capaces,
pero también de esa presencia del Señor que ha estado a nuestro lado en ese
camino cuando quizás era oscuro y no veíamos salidas, pero que sin embargo
fuimos capaces de superar. ¿No tendríamos que aprender a descubrir esa mano del
Señor presente de tantas maneras en nuestra vida?
Vemos en el evangelio de hoy que la
gente de forma obstinada le está pidiendo señales a Jesús. Y El les recuerda su
historia, el episodio de la predicación de Jonás en Nínive y la venida de la
reina de Saba a Jerusalén para consultar la sabiduría de Salomón. Y Jesús les
dice que allí hay alguien más grande que Salomón y ellos no son capaces de
reconocer; les anuncia también que en la hora del juicio los habitantes de
Nínive se levantarán en su contra, porque ellos supieron escuchar el mensaje
del profeta y se convirtieron al Señor y sin embargo ellos ahora no quieren
escucharle a El.
Para nosotros estas palabras tienen que
ser un toque a nuestro corazón. ¿Cómo reaccionamos ante las palabras de Jesús?
Nos quedamos en admirar sus milagros, pero no somos capaces de escuchar su
Palabra en nuestro corazón. Esa Palabra que nos invita a admirar las maravillas
del Señor de cada día; esa Palabra que nos habla en nuestro corazón para que
nos sintamos agradecidos por su amor; esa Palabra que nos invita a vivir y
vivir en plenitud; esa Palabra que nos invita a ir al encuentro con los demás.
Demos gracias a Dios; respondamos a su
amor con nuestro amor y con una vida nueva. Demos señales de esa vida nueva que
El nos regala; seamos signos con nuestra vida sencilla y humilde, pero sobre
todo con nuestros gestos de amor, para que los demás lleguen también a
descubrir las maravillas del Señor.
Este camino de cuaresma que estamos
haciendo nos tiene que llevar a descubrir esas maravillas del Señor en los
gestos humildes y sencillos pero llenos de bondad que hay en tantos que están a
nuestro lado, y de la misma manera serlo nosotros para ellos para que lleguen a
descubrir los caminos del Señor.
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