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miércoles, 13 de marzo de 2019

Seamos signos con nuestra vida sencilla y humilde, pero sobre todo con nuestros gestos de amor, para que los demás lleguen también a descubrir las maravillas del Señor



Seamos signos con nuestra vida sencilla y humilde, pero sobre todo con nuestros gestos de amor, para que los demás lleguen también a descubrir las maravillas del Señor

Jonás 3,1-10; Sal 50; Lucas 11,29-32

Suceden cosas maravillosas delante de nuestros ojos cada día pero que en su sencillez no somos capaces de apreciarlas, y sin embargo estamos buscando cosas espectaculares que nos llamen la atención y que decimos que serian las que despertarían en nosotros buenas palpitaciones como ahora se suele decir. No vemos lo bello en lo pequeño y en lo sencillo, pero queremos lo extraordinario, que al final tampoco en ello sabremos descubrir el mensaje de vida que se nos pueda trasmitir.
La sonrisa de un niño, una amanecer o un atardecer, o el gesto de alegría de un animal de compañía cuando se encuentra con nosotros quizás ya no nos llama la atención; son tantas las cosas maravillosas que suceden a nuestro lado, pero parece que no somos sensibles para apreciarlas. También los que están a nuestro lado con sus gestos humildes y sencillos pueden ser signos que nos llamen la atención y nos ayuden a descubrir la bondad que aun hay en el mundo.
Pero también tendríamos que ver nuestra historia de cada día, o recordar lo que nos haya sucedido en el pasado para saber leer muchas señales  que podrían marcar nuestra vida o ser una llamada para que en el presente aprendamos a tener otras actitudes más positivas y nos recordaran de lo que somos capaces, pero también de esa presencia del Señor que ha estado a nuestro lado en ese camino cuando quizás era oscuro y no veíamos salidas, pero que sin embargo fuimos capaces de superar. ¿No tendríamos que aprender a descubrir esa mano del Señor presente de tantas maneras en nuestra vida?
Vemos en el evangelio de hoy que la gente de forma obstinada le está pidiendo señales a Jesús. Y El les recuerda su historia, el episodio de la predicación de Jonás en Nínive y la venida de la reina de Saba a Jerusalén para consultar la sabiduría de Salomón. Y Jesús les dice que allí hay alguien más grande que Salomón y ellos no son capaces de reconocer; les anuncia también que en la hora del juicio los habitantes de Nínive se levantarán en su contra, porque ellos supieron escuchar el mensaje del profeta y se convirtieron al Señor y sin embargo ellos ahora no quieren escucharle a El.
Para nosotros estas palabras tienen que ser un toque a nuestro corazón. ¿Cómo reaccionamos ante las palabras de Jesús? Nos quedamos en admirar sus milagros, pero no somos capaces de escuchar su Palabra en nuestro corazón. Esa Palabra que nos invita a admirar las maravillas del Señor de cada día; esa Palabra que nos habla en nuestro corazón para que nos sintamos agradecidos por su amor; esa Palabra que nos invita a vivir y vivir en plenitud; esa Palabra que nos invita a ir al encuentro con los demás.
Demos gracias a Dios; respondamos a su amor con nuestro amor y con una vida nueva. Demos señales de esa vida nueva que El nos regala; seamos signos con nuestra vida sencilla y humilde, pero sobre todo con nuestros gestos de amor, para que los demás lleguen también a descubrir las maravillas del Señor.
Este camino de cuaresma que estamos haciendo nos tiene que llevar a descubrir esas maravillas del Señor en los gestos humildes y sencillos pero llenos de bondad que hay en tantos que están a nuestro lado, y de la misma manera serlo nosotros para ellos para que lleguen a descubrir los caminos del Señor.

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