La
oración ha de ser un gozo hondo, una necesidad para nuestra vida, algo de lo
que no podremos prescindir porque no podemos prescindir del amor que Dios Padre
nos tiene
Isaías 55,10-11; Sal 33; Mateo
6,7-15
No sabemos orar, decimos quizá muchas
veces, me aburro repitiendo oraciones, no sé qué decir ni qué pedir, son
expresiones o pensamientos que nos vienen a la mente muchas veces. Y decimos
que no rezamos porque no sabemos y nos vamos enfriando en ese espíritu de
oración, porque quizá pensamos que rezar a Dios es pedir simplemente por
nuestras necesidades o por los problemas que estamos pasando y no sabemos bien
cómo hacerlo.
Se me ocurre pensar cuando alguien nos
pide que recemos por él, ¿qué es lo que realmente nos está pidiendo? ¿o qué es
lo que quiere que nosotros le pidamos al Señor por él? Quizá tiene problemas y
no sabe como salir de ellos, quizá está pasando por unos momentos de necesidad,
puede estar enfermo él o uno de sus seres queridos, y lo que quiere es que el
Señor le ayude en esas situaciones, que su ser querido enfermo se cure, o que
encuentre remedio para aquella necesidad, y quizá nosotros pensamos en esas
cosas que le pueden estar pasando a nuestro amigo en la presencia de Señor, o
rezamos algunas de las oraciones que nos sabemos de memoria, repitiéndola quizá
muchas veces.
¿Así ha de ser nuestra oración? ¿Eso es
oración? No podemos decir que no sea oración porque cada uno le habla o le pide
a Dios como sepa hacerlo o de la forma que se le ocurra, pero quizás
necesitamos reflexionar un poco más para encontrar un sentido más profundo a
nuestra oración.
Pero puedo pensar también cuando voy a
hablar con mi padre, ¿cómo lo hago? Cuando voy a hablar con mi padre no lo hago
con frases aprendidas de memoria; aparte de sentirme gozoso por estar con él,
tendré palabras de cariño en el saludo que le manifiesten mi amor, como él las
tendrá también conmigo; nuestra charla no se queda, como se suele decir, en
hablar del tiempo, sino que de forma espontánea nos iremos interesando el uno
por el otro, le manifestaremos nuestras preocupaciones como al mismo tiempo le
vamos escuchando lo que sabiamente nos vaya diciendo que serán siempre sabias
palabras que nos ayudarán mucho en nuestra vida; saldrán a cuento nuestras
necesidades o nos interesaremos por su bienestar queriendo y deseando lo mejor
para él. Así irá saliendo una conversación de corazón a corazón donde flotará
en el ambiente el amor que nos tenemos como padre e hijo.
Hoy escuchamos a Jesús en el evangelio
que nos dice que cuando oremos al Padre no estemos con muchas palabras como los
gentiles, nos dice, que por hablar mucho piensan que los escuchan más. Y nos
enseña Jesús como ha de ser nuestra oración. Nos ha dejado Jesús la formula del
padrenuestro, pero quizá nos pasa lo mismo que a los gentiles, que pensamos que
por repetir la fórmula que nos ha dejado Jesús de memoria muchas veces
repetidas, hacemos mejor oración.
Creo que un padrenuestro nos da para
mucho tiempo de oración, mucho tiempo de encuentro con Dios nuestro Padre. ¿Qué
le decimos a nuestro padre cuando nos encontramos con el, como antes veníamos
reflexionando? ‘Hola padre, papá…’ o como queramos decirle. Y ya en ese saludo
estaremos queriendo manifestar tantas cosas, que lo podemos expresar también
con el gesto de un abrazo, y estaremos queriendo expresar el cariño que le
tenemos. ¿Será eso lo que experimentamos cuando decimos esa primera palabra,
Padre?
No voy a entrar en explicación detallada
de la fórmula que Jesús nos ha propuesto pero hagamos el esfuerzo de ir
compaginando todo aquello que decíamos podría ser la conversación con nuestro
padre con lo que queremos expresar en nuestro encuentro con Dios en la oración
a través de la palabras que nos enseñó Jesús. Veremos que no es algo para hacer
de carrerilla, es algo con lo que tenemos que ir sintiendo dentro de nosotros
el calor del amor, del amor que Dios nos tiene y del amor que nosotros queremos
expresarle.
Será así como irá surgiendo todo lo que
es nuestra vida, nuestros deseos y nuestras esperanzas, la realidad de lo que
somos incluyendo también nuestras debilidades y necesidades, como aquellas
cosas que si en verdad amamos a Dios tendrían que ir siendo distintas en
nuestra vida. Es mucho más que pedir la salud para la enfermedad o la ayuda en
una necesidad sino que irá saliendo a flote todo lo que es nuestra vida, nuestros
sentimientos, nuestras actitudes y posturas, lo que hacemos o lo que hemos
dejado de hacer, lo que es la vida de los que nos rodean o lo que queremos para
que nuestro mundo sea mejor.
No serán pues los pocos, casi segundos,
o minutos que dediquemos para recitar el padrenuestro sino que será mucho más
porque entonces nos iremos sintiendo llenos de amor de Dios. La oración será
para nosotros un gozo hondo, la oración la sentiremos así como una necesidad
para nuestra vida, la oración será algo de lo que no podremos prescindir porque
nunca podremos prescindir el amor que Dios Padre nos tiene.
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