A pesar de la cizaña del mal con que nos vamos tropezando cada día caminamos con esperanza dándole trascendencia de eternidad a cuanto hacemos y vivimos
Jeremías 14,17-22; Sal 78; Mateo 13,36-43
La vida de alguna manera es una tensión entre el presente que vivimos
y el futuro que esperamos. Es cierto que
tenemos que vivir con los pies sobre la tierra y hemos de vivir y vivir con
intensidad el momento presente, pero consciente o inconscientemente nos vamos
construyendo un futuro; hay una continuidad entre todo lo que hacemos. Porque
es el crecimiento y maduración de la persona que nos da sentido a lo que ahora
hacemos, pero que es un buen cimiento y fundamento de lo que con mayor plenitud
podemos vivir en el mañana de nuestra vida. Vamos aprendiendo de la vida y
hasta los fracasos o las dificultades con que nos encontramos pueden ser
lección que aprendamos para afrontar de mejor manera lo que el mañana nos
depare.
Pero yo diría que no solo es esa tensión entre el hoy y el mañana en
un sentido cronológico o que podamos medir con el tiempo, sino que nuestra vida
tiene o ha de tener una mayor trascendencia. Un trascender que nos lleva más
allá del tiempo presente y de lo que ahora en este tiempo podamos vivir
intentando en plenitud pero sabiendo que nos encontraremos muchas espinas en el
camino. Es la trascendencia de vida eterna que descubrimos no solo desde el
ansia de plenitud que puede haber en nuestra interior, sino en lo además
tenemos revelado desde nuestra fe.
Jesús repetidamente en el evangelio nos habla de esa vida en plenitud,
de la vida eterna; nos habla de resurrección y nos habla de vivir en El para
siempre. En algún momento nos dice que nos prepara sitio y quiere que estemos
con El, que nos llevará con El. Es cuando nos habla de que El mismo es el camino
porque también es la vida eterna que nos promete.
Pero hemos de seguir ese camino que no siempre es fácil; como decíamos
antes nos aparecen espinas en el camino. Hoy en el evangelio con la parábola
que nos está explicando nos habla de la cizaña del mal que va envolviendo
nuestro campo y en medio del cual nosotros tenemos que llegar a dar fruto sin
dejarnos mezclar ni confundir.
Es el camino que vamos haciendo cada día entre luchas, con
dificultades, con momentos de florecimiento, pero también con momentos oscuros;
un camino en que nos sentimos muchas veces tentados al desencanto y la
desilusión cuando contemplamos cuanto mal hay a nuestro alrededor y que nos
afecta y nos hace daño. Pero un camino que tenemos que saber hacer con
esperanza.
Sabemos bien que no todo lo alcanzamos en el momento presente; por eso
miramos hacia el futuro y queremos que sea mejor. La perfección de lo bueno nos
es difícil de alcanzar porque tenemos muchas limitaciones, pero en la
trascendencia de nuestra fe, sabemos que en Dios podemos alcanzar un día esa
plenitud.
De alguna manera en la explicación que nos hace Jesús de la parábola
nos está hablando de ese juicio final que solo nos lo podrá hacer Dios. Pero
como nos aparece manifestado en otro
momento del evangelio Dios nos va a examinar nuestra amor, ese amor que nos
hizo superar tantas limitaciones y debilidades mientras caminamos en este
mundo, ese amor que nos hizo mirar con mirada nueva cuanto nos rodeaba, ese
amor que abrió nuestro corazón a los que con nosotros caminaban. Como nos decía
poética y místicamente san Juan de la Cruz en el atardecer de la vida vamos a
ser examinados de amor.
Es hermosa la palabra de Dios 🙏
ResponderEliminar