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domingo, 29 de julio de 2018

Jesús quiso contar hasta con lo que parecía más insignificante para abrirnos los ojos a unos valores nuevos que no lleven a hacer que nuestro mundo sea mejor


Jesús quiso contar hasta con lo que parecía más insignificante para abrirnos los ojos a unos valores nuevos que nos lleven a hacer que nuestro mundo sea mejor

2Reyes 3, 42-44; Sal. 144; Efesios 4, 1-6; Juan 6, 1-15

Alguna vez quizá nos hemos sentado apaciblemente en el patio de nuestra casa y son esos momentos en que parece que no hacemos nada o no pensamos en nada, pero vamos observando alrededor la situación de nuestro hogar y mentalmente nos vamos haciendo como un listado de cuantas cosas habría que hacer, habría que arreglar o mejorar; pero al tiempo quizá nos ponemos serios y pensamos cuanto nos va a costar todo eso, esos arreglos que nos damos cuenta que necesariamente tenemos que hacer pero que un poco nos asustamos porque nos parece que se nos sale de nuestros presupuestos. ¿Qué hacemos al final? ¿Lo dejamos todo como está? ¿Vamos emprendiendo los arreglos uno a uno según podamos? ¿Contamos con el resto de la familia?
Pero esto es una imagen para empezar, porque igual nos ponemos a mirar la situación de nuestro mundo, de nuestra sociedad. Y nos damos cuenta de cuantos problemas, cuantas necesidades, cuantas cosas a las que tenemos que buscar una solución. Pensamos en la miseria en que viven tantos, o pensamos, por ejemplo, en los inmigrantes que como en riadas nos están llegando continuamente por nuestras costas a nuestras tierras.
Quizá echamos balones fuera, como solemos hacer con demasiada frecuencia, y que los que dirigen la sociedad pongan remedio; y pensamos en un regular o impedir que lleguen tantos, o los deportamos a sus lugares de origen. Es que no podemos más, es que aquí también hay problemas, nos decimos, es que a ellos se les da todo mientras a otros no se les solucionan sus problemas, y así comenzamos a hacernos tantos razonamientos, que hasta medio nos convertimos en racistas o xenófobos.
Pero igual en esos problemas en tantos otros que sabemos que están ahí en nuestra sociedad y en nuestro mundo. ¿Qué hacemos? ¿En qué nos implicamos? ¿Qué sean otros los que solucionen? ¿Qué sensibilidad tenemos y hasta donde llega nuestra solidaridad? ¿Nos quedamos sentados en el patio de la vida viendo cuanto hay que hacer, pero esperando que sean otros los que lo solucionen?
El evangelio nos cuenta hoy que Jesús se fue a un lugar apartado y allí se encuentra mucha gente que ha ido en su búsqueda. Siente lástima en su corazón, les enseña, cura a los enfermos, pero hay un problema, están en descampado, queda lejos para que puedan llegar de nuevo a sus casas y aquella gente está hambrienta porque se han agotado sus provisiones.
¿Qué hacer? Ya el evangelista nos dice que Jesús sí sabia lo que hacer. Pero, ¡ojo! Jesús quiere contar con los discípulos y con la gente. ‘¿Dónde compraremos panes para que coma toda esta gente?’ pregunta Jesús a los discípulos más cercanos. Por allá anda Felipe haciéndose sus cálculos económicos para resolver el problema, pero aquello supera los ahorros que ellos puedan tener, que además andan de limosna. Pero el dinero no es tampoco la solución de los problemas, aunque andemos demasiado encandilados en la vida en esos aspectos.
La pregunta de Jesús no cae en saco roto, porque por allá anda Andrés indagando lo que aun les pueda quedar en sus provisiones a aquella gente. ‘Aquí hay un muchacho con cinco panes y dos peces’, viene contando. Pero ¿qué es eso para dar de comer a tanta gente? Parece que se repite lo que hemos escuchado con el profeta Eliseo, un hombre que trae los panes de la ofrenda para el profeta y Eliseo que manda que aquello se reparta con la multitud hambrienta que está allí a las puertas. También se pregunta el criado que significan aquellos pocos panes para la multitud que está esperando.
Conocemos el desenlace del episodio del desierto y como toda aquella multitud comió y aun sobraron canastas de pan. También sabemos que este signo vendrá a completarse con lo que seguiremos escuchando en los próximos domingos y es también un signo del Pan de Vida que Jesús nos va a anunciar.
Creo que con este episodio y el actuar de Jesús se nos están dando pautas, se nos están abriendo caminos para cuando nos enfrentemos a los problemas que aquejan nuestra vida y nuestro mundo. Nos han quedado señalados algunos aspectos. ¿Por donde ha de caminar la solución de tantos y tantos problemas que afectan a nuestro mundo? Se nos ha hablado tantas veces del estado del bienestar, de los medios materiales que necesitamos para conseguir que vivamos bien, que luego de repente se nos derrumban muchas cosas porque ni el estado del bienestar es tal estado del bienestar, ni solo la posesión de bienes nos da ese bienestar a la vida que ha de ir mucho más allá de unas comodidades que podamos alcanzar o el remedio a unas necesidades.
Todo esto tiene que pasar por la persona, por la maduración de las personas en unos valores profundos que serán los que nos darán estabilidad a nuestra vida, porque serán nuestro verdadero apoyo. Le solucionamos los problemas a la gente dándole cosas materiales, pero no enseñamos en valores de responsabilidad, de colaboración para que sepamos contribuir entre todos a ese bien común, de espíritu de sacrificio y de deseos de verdadera superación como persona buscando caminos que nos lleven al entendimiento, a la armonía en nuestras relaciones, a una convivencia en la que evitemos enfrentamientos, envidias, orgullos, resentimientos y cosas así. Si no crecemos como personas porque aprendamos a superarnos y a responsabilizarnos no conseguiremos en verdad mejorar ni nuestra vida ni nuestro mundo. Miremos, pues, cómo estamos educando a las jóvenes generaciones.
Y está ese otro aspecto que también subrayábamos. Contar con las personas. Jesús sabiendo lo que iba a ser la solución de aquel problema del desierto quiso sin embargo contar con las personas, con los discípulos, pero también con aquel joven que ofreció lo poco que tenia. Sepamos contar también con eso poco que nos pueda ofrecer el más pequeño. Nos decimos quizá tantas veces y yo que soy tan poca cosa o tengo tan poco qué voy a aportar, qué valor puede tener lo que yo haga. Aunque nos parezca que pueda pasar desapercibido sepamos contar con lo más pequeño y no dudemos nosotros de ofrecer incluso lo más pequeño que nosotros podamos tener.
¿Nos dará todo esto que estamos reflexionando una visión nueva de cómo emprender la tarea de mejorar nuestro mundo? Cuántas pequeñas cosas, pero que son grandes valores nosotros podemos ofrecer. Jesús está queriendo contar contigo.


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