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sábado, 19 de mayo de 2018

Mutuamente nos ayudamos pero también respetamos la respuesta de cada uno en su propio su camino de fidelidad en el seguimiento de Jesús con la fuerza del Espíritu


Mutuamente nos ayudamos pero también respetamos la respuesta de cada uno en su propio su camino de fidelidad en el seguimiento de Jesús con la fuerza del Espíritu

Hechos 28,16-20.30-31; Sal 10; Juan 21, 20-25

Interesarnos por los demás, mostrar preocupación por los otros, desear lo mejor y ofrecer nuestra mano, nuestro servicio, nuestra compañía son señales de una buena amistad y base de esa buena relación que siempre habríamos que tener con todos. Son caminos de buena convivencia, son señales de esa buena armonía y relación que tendríamos que tener con todos cuando además nos sentimos unidos caminando en un mismo mundo.
Pero eso no me da derecho a meterme en su intimidad, no puedo traspasar aquellos limites de intimidad que todos tenemos y que abriremos a quienes nos merezcan la mayor confianza; pero tampoco esa buena relación me da derecho a imponer mi idea o mi pensamiento, a querer manipular, y que los demás caminen a mi antojo. Y bien sabemos que mucho de esto nos podemos encontrar; hay gente a las que abrimos las puertas de la amistad, y ya se creen con derecho a todo y bien sabemos las desviaciones en las que podemos tropezar y caer. Algunas veces se crea confusión con la palabra amigo y con la relación de amistad.
Son unos pensamientos que me surgen y que alguno quizá pueda pensar que no vienen al caso, al hilo de la curiosidad que siente Pedro por lo que le pueda pasar a Juan después de lo que Jesús le ha anunciado a él. Podríamos decir que Jesús le da un corte, como solemos decir hoy, pero de alguna manera Jesús le está diciendo que cada uno ha de seguir su propio camino, y lo importante en la fidelidad en el seguimiento de Jesús que cada uno ha de mostrar. Así mutuamente nos ayudamos pero también respetamos la respuesta de cada uno siguiendo su propio camino.
Estamos en el final de la Pascua, ya mañana celebraremos Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. La liturgia ha querido ofrecernos en las lecturas de en medio de semana el final del evangelio de Juan con este episodio por una parte de la ratificación de Pedro como pastor en nombre de Jesús para toda la Iglesia que nace precisamente en la fiesta del Espíritu; por otra parte con esta breve referencia al discípulo amado que viene a ser como una firma del evangelista al evangelio que ha querido trasmitirnos. Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero’. 
Nos dice que mucho más podemos saber y aprender de Jesús. ‘Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo’. Un lenguaje un tanto hiperbólico pero que nos habla de la magnitud del misterio de Jesús, de la magnitud del Evangelio. Pero que no podemos decir que no lo podamos aprender, conocer, vivir. Precisamente nos ha prometido al Espíritu de la Verdad que nos lo enseñará todo, que nos irá dando a conocer todo ese misterio de Jesús. Solo una cosa es necesaria, que pongamos toda nuestra fe en El y nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor.
Bueno es que lo recordemos en esta víspera de Pentecostés, que ya comenzaremos a celebrar en la tarde y que con toda intensidad pidamos la asistencia del Espíritu. Como los apóstoles que con María estaban reunidos en el cenáculo nosotros oremos también pidiendo la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y dispongámonos a acogerlo en nuestro corazón.

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