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lunes, 14 de mayo de 2018

No podemos ser evangelio de verdad para los demás si nosotros no estamos verdaderamente impregnados del Señor desde nuestro espíritu de oración


No podemos ser evangelio de verdad para los demás si nosotros no estamos verdaderamente impregnados del Señor desde nuestro espíritu de oración

Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26; Sal 112; Juan 15, 9-17

Una manifestación de la madurez de una persona es en la toma de decisiones. La persona madura reflexiona, sopesa diferentes aspectos y posibilidades, ventajas y desventajas, trata de tener unos criterios o también un perfil de lo que queremos o deseamos, mira las consecuencias pero fundamentalmente lo que es más justo, examina la bondad de lo que va a hacer para actuar de una manera recta y ética, repasa también sus posibilidades cuando se trata de desempañar una función. No se lo toma a la ligera.
Muchas veces nos encontramos indecisos y buscamos también la opinión de quien nos pueda aconsejar rectamente y con quien tengamos confianza para hablarlo. Por pequeña que sea la cosa siempre es importante para uno y no se hace de cualquier manera.
Pero aun no falta algo más si nos consideramos personas creyentes; queremos contar también con la luz y la fuerza de lo alto, por eso es algo que llevamos a nuestra oración para reflexionarlo en la presencia del Señor. Es pedir esa fuerza y esa inspiración del Espíritu pero es también encontrar esa sabiduría para aceptar la responsabilidad de lo que se nos ofrece con sus consecuencias. Qué importante es para el creyente querer contar con la inspiración y la fuerza del Señor; que importante que una decisión seria la queramos tomar en la presencia del Señor. Ahí se nos manifiesta también nuestra madurez cristiana, la madurez de nuestra fe.
Este día 14 de mayo celebramos la fiesta de uno de los Apóstoles que llegaría a formar parte del grupo de los Doce. No pertenecía a aquel primer grupo que escogió Jesús. Entre ellos estaba el que traicionaría al Señor, Judas Iscariote. Por eso al faltar uno del grupo los discípulos reunidos en el cenáculo después de la Ascensión del Señor deciden elegir quien lo sustituya; ha de tener un perfil, el haber pertenecido a aquellos que desde el principio estuvieron con Jesús y que fuera testigo de la resurrección del Señor. Se puede elegir entra varios que reúnen esas características, pero los discípulos se encomiendan al Señor, oran al Señor antes de tomar la decisión. Es elegido Matías, a quien hoy estamos celebrando.
Esta elección del Apóstol tras esa toma de decisión hecha en oración ha sido lo que me ha motivado la primera parte de esta reflexión. Muchas veces en la vida nos encontramos en esas encrucijadas donde tener que tomar decisiones que hemos de sopesar bien porque son importantes para nuestra vida y pueden atañer también a la vida de los demás. Y es lo que hoy quiero resaltar. Son temas y momentos de reflexión, pero decisiones que hemos de saber hacer queriendo seguir también la inspiración del Espíritu del Señor. Por eso el creyente es algo que lleva a su oración, algo en lo que quiere contar con el Señor, algo que ha de saber reflexionar en su presencia, algo para lo que pide la fuerza y la inspiración del Espíritu del Señor.
Por otra parte celebrar la fiesta de un Apóstol siempre nos hace pensar en esa tarea misionera que hemos de realizar porque a nosotros también se nos confía ese encargo de llevar la buena nueva de Jesús a los demás. Ayer en la Ascensión decíamos que recibimos ese testigo que nos impulsa a ir hacia los demás. Es una responsabilidad desde nuestra fe y una tarea que hemos de realizar.
Pero al hilo de lo que venimos reflexionando, de nuestra oración al Señor en medio de nuestras tareas y decisiones, es algo en lo que también hemos de pensar, algo que tenemos que saber llevar a nuestra oración. No podemos ser evangelio de verdad para los demás si nosotros no estamos verdaderamente impregnados del Espíritu del Señor. Será en nuestra oración al Señor donde nos llenemos de Dios, será desde nuestra oración desde donde saldremos con fuerza al mundo que nos rodea para hacer ese anuncio de salvación, llevar esa buena nueva de la Salvación.

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