No podemos ser evangelio de verdad para los demás si nosotros no estamos verdaderamente impregnados del Señor desde nuestro espíritu de oración
Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26; Sal 112; Juan 15,
9-17
Una manifestación de la madurez de una persona es en la toma de
decisiones. La persona madura reflexiona, sopesa diferentes aspectos y
posibilidades, ventajas y desventajas, trata de tener unos criterios o también
un perfil de lo que queremos o deseamos, mira las consecuencias pero
fundamentalmente lo que es más justo, examina la bondad de lo que va a hacer
para actuar de una manera recta y ética, repasa también sus posibilidades
cuando se trata de desempañar una función. No se lo toma a la ligera.
Muchas veces nos encontramos indecisos y buscamos también la opinión
de quien nos pueda aconsejar rectamente y con quien tengamos confianza para
hablarlo. Por pequeña que sea la cosa siempre es importante para uno y no se
hace de cualquier manera.
Pero aun no falta algo más si nos consideramos personas creyentes;
queremos contar también con la luz y la fuerza de lo alto, por eso es algo que
llevamos a nuestra oración para reflexionarlo en la presencia del Señor. Es
pedir esa fuerza y esa inspiración del Espíritu pero es también encontrar esa
sabiduría para aceptar la responsabilidad de lo que se nos ofrece con sus
consecuencias. Qué importante es para el creyente querer contar con la
inspiración y la fuerza del Señor; que importante que una decisión seria la
queramos tomar en la presencia del Señor. Ahí se nos manifiesta también nuestra
madurez cristiana, la madurez de nuestra fe.
Este día 14 de mayo celebramos la fiesta de uno de los Apóstoles que
llegaría a formar parte del grupo de los Doce. No pertenecía a aquel primer
grupo que escogió Jesús. Entre ellos estaba el que traicionaría al Señor, Judas
Iscariote. Por eso al faltar uno del grupo los discípulos reunidos en el
cenáculo después de la Ascensión del Señor deciden elegir quien lo sustituya;
ha de tener un perfil, el haber pertenecido a aquellos que desde el principio
estuvieron con Jesús y que fuera testigo de la resurrección del Señor. Se puede
elegir entra varios que reúnen esas características, pero los discípulos se
encomiendan al Señor, oran al Señor antes de tomar la decisión. Es elegido
Matías, a quien hoy estamos celebrando.
Esta elección del Apóstol tras esa toma de decisión hecha en oración
ha sido lo que me ha motivado la primera parte de esta reflexión. Muchas veces
en la vida nos encontramos en esas encrucijadas donde tener que tomar decisiones
que hemos de sopesar bien porque son importantes para nuestra vida y pueden
atañer también a la vida de los demás. Y es lo que hoy quiero resaltar. Son
temas y momentos de reflexión, pero decisiones que hemos de saber hacer
queriendo seguir también la inspiración del Espíritu del Señor. Por eso el
creyente es algo que lleva a su oración, algo en lo que quiere contar con el
Señor, algo que ha de saber reflexionar en su presencia, algo para lo que pide
la fuerza y la inspiración del Espíritu del Señor.
Por otra parte celebrar la fiesta de un Apóstol siempre nos hace
pensar en esa tarea misionera que hemos de realizar porque a nosotros también
se nos confía ese encargo de llevar la buena nueva de Jesús a los demás. Ayer
en la Ascensión decíamos que recibimos ese testigo que nos impulsa a ir hacia
los demás. Es una responsabilidad desde nuestra fe y una tarea que hemos de
realizar.
Pero al hilo de lo que venimos reflexionando, de nuestra oración al
Señor en medio de nuestras tareas y decisiones, es algo en lo que también hemos
de pensar, algo que tenemos que saber llevar a nuestra oración. No podemos ser
evangelio de verdad para los demás si nosotros no estamos verdaderamente
impregnados del Espíritu del Señor. Será en nuestra oración al Señor donde nos
llenemos de Dios, será desde nuestra oración desde donde saldremos con fuerza
al mundo que nos rodea para hacer ese anuncio de salvación, llevar esa buena
nueva de la Salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario